Cartas al director

La paradoja de la ORA

De un tiempo a esta parte venía observando que la ventaja de encontrar aparcamiento en las zonas reguladas por la denominada ORA, que hace unos meses indudablemente existía, iba desapareciendo paulatinamente. El porqué no he logrado explicármelo.Pero lo que me ocurrió hace unos días, además de colmar mi paciencia, me llevó a una seria reflexión y a una no menos seria conclusión.

Tenía que realizar una gestión en la calle próxima a la Puerta del Sol. Eran las seis de la tarde. Confiando en la ORA, me dirigí allí en coche. Una vuelta al lugar, otra vuelta, más vueltas, me alejo algo del l...

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De un tiempo a esta parte venía observando que la ventaja de encontrar aparcamiento en las zonas reguladas por la denominada ORA, que hace unos meses indudablemente existía, iba desapareciendo paulatinamente. El porqué no he logrado explicármelo.Pero lo que me ocurrió hace unos días, además de colmar mi paciencia, me llevó a una seria reflexión y a una no menos seria conclusión.

Tenía que realizar una gestión en la calle próxima a la Puerta del Sol. Eran las seis de la tarde. Confiando en la ORA, me dirigí allí en coche. Una vuelta al lugar, otra vuelta, más vueltas, me alejo algo del lugar, nada. Intento en varios aparcamientos próximos, tampoco. Entre tanto, llevo ya media hora sudando y buscando donde aparcar. Mientras lo hago observo que incluso en zonas prohibidas hay coches aparcados. Yo no quiero hacerlo y sigo buscando. Finalmente, y después de tres cuartos de hora de inútil búsqueda, desisto y me marcho a mi barrio. Allí, aún recientemente incorporado a la ORA, todavía se puede aparcar. Pero entonces se me enciende la lucecita y me pregunto. Si yo viviera en la zona de donde vengo, ¿qué habría hecho con el coche? Yo tendría la tarjeta de residente correspondiente a mi domicilio y, sin embargo, no habría podido aparcar. En una zona limítrofe con la mía, quizá menos saturada, no estaría autorizado, y así, como antes de existir la ORA, podía buscar libremente sitio en otra próxima, ahora no podría. ¿Para este o estos supersaturados y desgraciados barrios, no ha resultado peor el remedio que la enfermedad? ¿Para qué le sirve en estos casos al propietario de un vehículo la tarjeta de residente? Y sigo preguntándome, pero ¿es que es legal, o cuando menos justo, implantar un sistema que puede, paradójicamente, llegar a impedir a un ciudadano el aparcar su vehículo en su propia ciudad?/

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