El debate televisado ha abierto una polémica sobre el honor del periodista

Por fin, la campaña electoral francesa desembocó ayer en una especie de estallido de la democracia total, o poco menos. La meticulosa y difícil preparación del duelo Giscard d'Estaing-Mitterrand dio lugar a todo un proceso que concluyó con la exaltación de la libertad de expresión como viga maestra del momento culminante de un comicio destinado a poner en manos de un hombre el destino de un pueblo durante siete años.Todo empezó la semana última porque Giscard no quería periodistas, quizá para evitar preguntas molestas, y Mitterrand sí los quería. Tras un compromiso entre ambos, Mitterrand prop...

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Por fin, la campaña electoral francesa desembocó ayer en una especie de estallido de la democracia total, o poco menos. La meticulosa y difícil preparación del duelo Giscard d'Estaing-Mitterrand dio lugar a todo un proceso que concluyó con la exaltación de la libertad de expresión como viga maestra del momento culminante de un comicio destinado a poner en manos de un hombre el destino de un pueblo durante siete años.Todo empezó la semana última porque Giscard no quería periodistas, quizá para evitar preguntas molestas, y Mitterrand sí los quería. Tras un compromiso entre ambos, Mitterrand propuso cuatro profesionales de la información para que Giscard d'Estaing eligiera a los dos que iban a interrogarlos. «Yo quiero periodistas con honor, competentes y libres», exigió el candidato socialista, que añadió a la intención del presidente- candidato: «Usted nombra a todos los dirigentes de la radio y televisión estatales».

No hizo falta más: el condominio del Gobierno que han sido, durante los últimos siete años, los medios audiovisuales fue bombardeado en segundos. Y Giscard d'Estaing, sin rechistar, se colocó a la altura de su adversario y aceptó los cuatro nombres para elegir dos.

Acto seguido, Michelle Cotta, Jean Bolsonnat, los dos coronados por el honor, y los dos descartados, Jean François Khan y Guy Thomas, todos ellos sin color político específico, de cuarenta y pocos años cada uno, en unas horas, se han convertido en ídolos de todos, los franceses, por su compromiso con la libertad y la competencia.

Y como no podía ser menos, como un resorte, todas las redacciones de la Prensa francesa se replantearon la cuestión eterna, revivificada por la campaña electoral: ¿Qué es el honor de un periodista?

«La búsqueda de la verdad como rnotivación esencial», «un periodista con honor es el que no tiene amigos», «el honor de un periodista es hacerse abofetear por la derecha y por la izquierda», «es el respeto de los hechos, incluso cuando no van en el sentido de sus convicciones», «un periodista con honor es el que no participa», «un periodista con honor es el que se acerca lo más posible a la verdad, sabiendo que la objetividad es imposible».

Cuando Giscard y Mitterrand aparecieron ayer frente por frente en las pantallas de televisión, se calcula que más de treinta millones de franceses, más o menos conscientemente, lo que contemplaron fue la libertad.

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Y ello a costa de los partidos del campeonato nacional de fútbol, que se jugaron anoche, a la misma hora que el «mano a mano» político, con los graderíos vacíos.

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