Temor en la RFA a una explosión de violencia tras la muerte de uno de los terroristas en huelga de hambre

La muerte de Sigurd Debus, de 38 años, ayer en Hamburgo, uno de los presos terroristas que se encontraba en huelga de hambre, ha abierto en la República Federal de Alemania y Berlín Oeste una tensa espera ante una posible explosión de violencia. Se teme que la muerte de Debus origine entre los jóvenes un movimiento de simpatía hacia los terroristas, que actualmente en la RFA se caracterizan por una ausencia de objetivos ideológicos y su falta de organización en grupos, a diferencia de los años setenta.

Los veinticinco extremistas detenidos en las prisiones de la RFA anunciaron ayer su d...

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La muerte de Sigurd Debus, de 38 años, ayer en Hamburgo, uno de los presos terroristas que se encontraba en huelga de hambre, ha abierto en la República Federal de Alemania y Berlín Oeste una tensa espera ante una posible explosión de violencia. Se teme que la muerte de Debus origine entre los jóvenes un movimiento de simpatía hacia los terroristas, que actualmente en la RFA se caracterizan por una ausencia de objetivos ideológicos y su falta de organización en grupos, a diferencia de los años setenta.

Los veinticinco extremistas detenidos en las prisiones de la RFA anunciaron ayer su decisión de interrumpir la huelga de hambre, tras la muerte de Debus. Sus abogados aseguran que se está negociando con el Gobierno para poner fin a su aislamiento actual y agruparlos, lo que constituye su principal reivindicación.«Si detenemos nuestro movimiento, eso no significa que abandonemos nuestro objetivo de destruir el Estado», dice una declaración remitida a una agencia de Prensa por uno de los defensores legales de los prisioneros. Tras la intervención de Amnistía Internacional «esperamos no volver a ser mantenidos en celdas aisladas».

Debus tenía 38 años y estaba condenado a doce de cárcel por su participación en tres atracos a bancos y complicidad en dos atentados con explosivos. En la cárcel, Debus estaba sometido al régimen ordinario de prisión, no estaba aislado y su huelga de hambre era una acción de solidaridad con los otros veinticinco presos de la llamada «escena terrorista», que llevan ya casi dos meses y, medio sin comer.

Debus trabajaba en la imprenta de la cárcel, estaba considerado como un preso tranquilo y reservado que no participó en una huelga de hambre realizada el año 1977.

Las autoridades temen en la RFA y Berlín Oeste que la muerte de Debus sea la mecha que ponga en marcha una nueva ola de violencia terrorista o de simpatizantes de los terroristas. Entre la juventud alemana occidental se registra un amplio movimiento de rechazo del orden establecido, «los que se apean», una especie de movimiento pasota, que viene abonado por el creciente paro juvenil, la falta de vivienda y el escaso atractivo ofrecido por la actividad política actual.

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1968, en el origen

Fue precisamente un Jueves Santo, el año 1968, cuando el atentado contra Rudi Dutschke en Berlín Oeste desencadenó las grandes manifestaciones que caracterizaron la revuelta estudiantil y el posterior nacimiento de la «primera generación» terrorista.

Ahora la situación ha variado, aunque se observan signos de formación de un nuevo movimiento de rebelión juvenil. La diferencia más importante hoy día es la falta de objetivos ideológicos en el movimiento juvenil, la ausencia de líderes y la carencia de organizaciones amplias, como la Federación de Estudiantes Socialistas de Alemania (SDS), en 1968.

Los grupos de protesta juvenil actuales son muy heterogéneos, los estudiantes son una minoría y los militantes se reclutan entre diversos movimientos de ocupantes de casas, enemigos de la energía nuclear, punks y también muchos jóvenes sin trabajo, que viven al día o trabajan lo indispensable para comer.

En Berlín Oeste hay ya unas 150 casas ocupadas por todo un mundo heterogéneo, que va desde los ecologistas a los elementos lumpen, que rechazan totalmente «este Estado de mierda» y sus representantes.

La muerte de Debus podría servir de catalizador de todo ese potencial explosivo acumulado y esta es la preocupación mayor en estos momentos. No es la primera vez que se produce un muerto por huelga de hambre. El 9 de noviembre de 1978 murió Holger Meins, que era uno de los líderes del grupo Baader Meinhof, la llamada Fracción del Ejército Rojo (RAF).

La muerte de Meins desencadenó una serie de acciones terroristas, entre ellas el asesinato del presidente de la Audiencia de Berlín Oeste, y su nombre sirvió para bautizar el comando que unos meses más tarde voló la Embajada de la RFA en Suecia.

No parece que el terrorismo alemán esté actualmente en condiciones logísticas de responder con grandes acciones, pero es previsible que se desencadene una violencia callejera incontrolada. Los incidentes el pasado domingo en Berlín Oeste, con motines y saqueos en la avenida principal de la ciudad, fueron provocados precisamente por la noticia, entonces falsa, de la muerte de Debus. Desde hace días, en puntos diversos de todo el territorio federal se producen atentados con explosivos e incendios provocados por la «solidaridad con los presos en huelga de hambre».

Falta de flexibilidad

Si llega a producirse una explosión de violencia juvenil, a las autoridades políticas de la RFA les corresponderá una buena parte de culpabilidad por su falta de capacidad para afrontar con una cierta flexibilidad el problema de la situación de los presos por terrorismo.

En una carta de respuesta a la organización humanitaria Amnistía Internacional, escrita antes de saberse la noticia de la muerte de Debus, el ministro federal de Justicia, Jurgen Schmude, apunta la posibilidad de cambiar las condiciones de encarcelamiento después de que termine la huelga de hambre.

Amnistía Internacional denunció hace un año las condiciones de encarcelamiento de los presos por terrorismo en la RFA y en los últimos días se dirigió dos veces al Gobierno federal con una petición similar. La posición de las autoridades de mantenerse duras y «no dejarse chantajear» se enfrentó a la decisión de los huelguistas de hambre de llegar hasta la muerte.

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