Reportaje:

La comarca de Lozoya-Somosierra, una "bolsa" de subdesarrollo económico y social en la provincia de Madrid

En la comarca de Lozoya-Somosierra -que agrupa a los 48 municipios del norte de la provincia de Madrid- sobran plazas escolares. No es que las necesidades estén cubiertas en demasía, sino que en la misma, cada día más pobre, la gente emigra y no hay niños suficientes. Tal vez este dato, unido a la sombría situación económica, social, sanitaria y cultural, sea suficiente para explicar el negro panorama del conjunto de la zona, absolutamente marginada y aislada, que se ha convertido -en una provincia que ha experimentado un desarrollo tan fuerte en los últimos lustros- en una bolsa de subdesarro...

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En la comarca de Lozoya-Somosierra -que agrupa a los 48 municipios del norte de la provincia de Madrid- sobran plazas escolares. No es que las necesidades estén cubiertas en demasía, sino que en la misma, cada día más pobre, la gente emigra y no hay niños suficientes. Tal vez este dato, unido a la sombría situación económica, social, sanitaria y cultural, sea suficiente para explicar el negro panorama del conjunto de la zona, absolutamente marginada y aislada, que se ha convertido -en una provincia que ha experimentado un desarrollo tan fuerte en los últimos lustros- en una bolsa de subdesarrollo económico y social, en ocasiones superior al que sufren Las Hurdes extremeñas.

Situada en el vértice norte de la provincia de Madrid, la comarca de Lozoya-Somosierra la forman 48 municipios que agrupan a 23.895 personas, según el censo de 1978. De ellos, sólo nueve han experimentado aumentos de población. En el resto, la regresión demográfica es progresiva, hasta el punto que diez no sobrepasan la cifra de cien habitantes, y se enfrentan a un serio peligro de pura desaparición, como señalan los da tos de un amplio estudio realizado recientemente por la Cámara de Comercio e Industria de Madrid.Otro dato que ilustra muy bien la situación, por la vía de la paradoja: en una zona en la que se localizan la mayoría de los recursos hidrográficos de la provincia, así como algunos de los embalses más importantes destinados alabaste cimiento de la población, en cinco pueblos no disponen de agua corriente en la! casas y muchos otro deben recurrir a la ayuda de la Diputación Provincial para que, en los veranos secos, les lleve el agua en camiones cisternas.

La comarca de Lozoya-Somosierra se constituye en una auténtica bolsa de pobreza, que se ha visto desligada absolutamente en la expansión económica originada por Madrid capital en las últimas décadas y que ha favorecido a otras zonas, a través de los corredores industriales de Guadalajara, Toledo, o la elección del noroeste como enclaves urbanísticos para segunda residencia de los madrileños.El aislamiento comienza por ser puramente físico. Las comuniaciones con Madrid, exceptuando los pueblos más cercanos a la carretera de Burgos, son difíciles, y aún más entre los mismos pueblos enlazados por carreteras estrechas: mal pavimentadas en su gran mayoría y con fuertes desniveles Localidades como Puebla de la Sierra y La Hiruela -ésta última con un sólo autobús por semana- figuran a la cabeza de los peor comunicados con Madrid.

La Administración central se ha volcado, al igual que la iniciativa privada, en Madrid capital y su Area Metropolitana, pero ha ignorado por completo estas tierras agrestes, con poca agricultura y bastante riqueza potencial ganadera y forestal. Los ayuntamiento no tienen ninguna capacidad para financiar la solución de sus propia carencias, y la Diputación Provincial, a pesar de los cientos de millones invertidos desde hace ano en la comarca, no puede hacer mucho más de lo que ha hecho, entre otras cosas, porque áreas tan importantes como la sanidad, la enseñanza o el fomento del desarrollo económico quedan fuera de sus competencias legales.Tal y como se expuso el jueves en una conferencia de Prensa celebrada en la Diputación, sólo la automonía madrileña, la existencia de un Gobierno y de unos recursos económicos propios que puedan volcarse fundamentalmente en la provincia, destinados a corregir los profundos desequilibrios actuales, podrá garantizar, a largo plazo, una salida del pozo del subdesarrollo en que se encuentran.

¿Para qué sirve Lozoya-Somosierra?

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Según las conclusiones del estudio realizado por la Cámara de Comercio e Industria de Madrid, la comarca no tiene una función definida en la jerarquía impuesta por el desarrollo económico en la provincia. Su distanciamiento físico de la capital y su terreno accidentado la hacen poco viable para la industria; las zonas residenciales han elegido prioritariamente el eje de la carretera de La Coruña; las ciudades dormitorios (que, evidentemente, tampoco son un paraíso) se han situado en las cercanías de la capital, según el esquema expansivo de la mancha de aceite. ¿Qué se puede hacer entonces con las 23.895 personas de la comarca, y con ella misma? Parece ser que nada, y aunque no haya ningún político o funcionario que se atreva a decir tal cosa en público, lo cierto es que el nivel de asistencia y atención de la Administración central, que es perfectamente mensurable a través de las estadísticas, lo demuestra.

Los 48 pueblos en cuestión disponen de sólo cuatro bibliotecas, en Buitrago de Lozoya, La Cabrera, Miraflores de la Sierra y Torrelaguna; pequeñas, sin fondos ni personal suficiente. El único centro cultural con miras más amplias está también en La Cabrera.

En cuanto a la escolarización, se ve limitada por la falta de niños en la mayoría de los pueblos, que hacen antieconómica la existencia de escuelas en cada uno de ellos. No hay más solución que crear concentraciones escolares en los municipios más importantes, a los que diariamente tienen que desplazarse los chicos de los pueblos cercanos en autobús y en viajes que suman dos y tres horas diarias. Aun así, sobran puestos escolares (véase gráfico número 2).

Excepto en las localidades más importantes, tipo Torrelaguna, Miraflores de la Sierra y otras, en las demás las actividades culturales son prácticamente nulas; apenas grupos de jóvenes, con más voluntad que preparación, que organizan espectáculos teatrales poco ambiociosos. Ha tenido que ser la Diputación Provincial -mamá Diputación, se la podría llamar- la que, el año pasado, organizara la primera campaña de teatro itinerante, que dio cientos de representaciones por toda la provincia y con un considerable éxito.

- Las instalaciones deportivas suman un total de dieciséis..., campos de fútbol.

Tal vez el capítulo más negro de la población sea el de la asistencia sanitaria. Sólo veinticinco pueblos cuentan con un médico, que no dispone de material especializado -sólo en tres de los locales para consultas tienen aparatos de rayos X-, y el número de farmacias se reduce a catorce.

"Otros que vienen a engañamos"

Después de este somero repaso a la realidad social, cultural y economica de la comarca, no nos puede extrañar que sus habitantes hayan acumulado con el paso del tiempo un sentimiento de marginación que no provoca chispas de rebeldía, sino de fatalismo. Los campesinos y ganaderos están acostumbrados en cierta forma a desconfiar de promesas que, hasta ahora, no han tenido realización práctica. El aislamiento y la sumisión provocan indefensión, y así, y por citar un ejemplo, el Instituto de Conservación de la Naturaleza (Icona) no ha tenido grandes re sistencias en ir acotando terrenos de pastos para sus repoblaciones forestales de pinos, lo que ha tenido una incidencia fuertemente negativa en la ganadería. Como expuso a EL PAIS un antiguo pequeño ganadero de Patones, hoy albañil cuando hay trabajo, «hace quince años teníamos por aquí miles de cabezas de ganado, ovejas y cabras, y ahora apenas queda nada».

Lo único que cabe es asumir su automarginación y pedir, simple mente, que no vayan a molestarles. Cuando el subdesarrollo llega a un cierto límite, los problemas más urgentes son tan vitales, afectan tan directamente a la esencia de la persona, que los programas políticos no solo diferenciables. En La Hiruela, durante la campaña de las municipales, un vecino que no quiso dar su nombre explicó cuáles eran los problemas más graves, según su parecer: primero, que hubo que cerrar la escuela porque no había niños, y segundo, la soledad de cuatro de ellos, todos mayores de 45 años, que habían quedado viudos y estaban solos, «y a ver si los que mandan son ahora capaces de casarnos».

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