Cartas al director

Enseñar en casa

Con respecto a la carta firmada por 129 padres de alumnos de institutos nacionales de bachillerato, publicada en EL PAIS el 14 de diciembre, con el título La huelga de los profesores, por más que me he comido el coco no se me ha ocurrido nada que contestar a ninguna de las cinco preguntas que plantean. Pero, como padre que también soy, les brindo el remedio que he decidido personalmente frente a ese problema. No es la solución ideal, pero creo que es realista a falta de otra mejor: que no matriculen a sus hijos más en los centros de en señanza del Estado. Así de simple. No los encierren...

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Con respecto a la carta firmada por 129 padres de alumnos de institutos nacionales de bachillerato, publicada en EL PAIS el 14 de diciembre, con el título La huelga de los profesores, por más que me he comido el coco no se me ha ocurrido nada que contestar a ninguna de las cinco preguntas que plantean. Pero, como padre que también soy, les brindo el remedio que he decidido personalmente frente a ese problema. No es la solución ideal, pero creo que es realista a falta de otra mejor: que no matriculen a sus hijos más en los centros de en señanza del Estado. Así de simple. No los encierren en esas mazmorras semiderruidas, no los abandonen a pasar frío en sucios barracones sin pintar, sin cristales, sin decoración y sin jardines: sólo unas sillas, pizarras y mesas desvencijadas. No les hagan perder los mejores años de su vida sin saber lo que es una biblioteca, un gabinete de idiomas, un aula de música, unos talleres de dibujo y demás artes, un gimnasio y campos de deportes, unos laboratorios de ciencias y técnicas. No metan a sus hijos en la trampa mortal de un Ortuella cualquiera. No los dejen en manos de profesores desnutridos, humillados y desprestigiados, despreciados al ocio forzado de unas morrocotudas vacaciones, porque después de los horarios de los llamados días lectivos no se sabe qué hacer con ellos. Profesores reducidos a baby sitters o, peor, a cabos de varas, para los que el Estado no prevé seriamente que tengan que hacer ningún curso de perfeccionamiento, ninguna puesta al día ni ninguna otra actividad profesional: sólo morderse las uñas los que tenían vocación. Profesores que no pueden hacer nada por mucha voluntad que pongan, porque se encuentran casi en la indigencia, como partes que son del sistema.Hay que seguir el ejemplo de los que,sí se preocupan por el futuro de sus hijos, entre los cuales están, naturalmente, sus señorías los diputados y senadores que hemos elegido (si alguno tiene sus hijos en un instituto del Estado, que me perdone y me desmienta). Si no pueden enviar sus hijos a estudiar a un país civilizado, al menos llévenlos a un centro extranjero en España o a un buen colegio privado. Dentro de poco, también habrá más universidades privadas, yquedará dispuesto todo un sistema completo de enseñanza, alternativo al sistema de aparcamientos del Estado. Por supuesto, éste no sólo continuará, sino que crecerá, pues ya bien dijo Nelson Rockefeller que más caros son los reformatorios y las cárceles.

Si, como parece, no va a dignificarse la enseñanza del Estado, convénzanse de que será mucho mejor enviar a nuestros hijos a es tudiar fuera de un sistema que sólo parece pretender tenerlos encerra dos, Y cuantas más horas mejor. Por mi parte, si no consigo meter a mis hijos en un centro que les dé ver dadera formación, ni siquiera a costa de quedarme a pan y cebolla, sin duda preferiré dejarlos en casa y enseñarles yo mismo como Dios me dé a entender. No se rían, que ya hay quien lo está haciendo. / .

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