Reportaje:

"Los obispos se están extralimitando en su presión antidivorcista", afirma el jesuita Diez-Alegría

«Es una extralimitación de la jerarquía su intento de presionar a los católicos para que, en razón de su fe, opten contra la ley de divorcio». Estas palabras, pronunciadas por el sacerdote y teólogo José María Díez-Alegría, resumen la ideología de varios centenares de cristianos madrileños que asistieron en la noche del viernes a la mesa-coloquio sobre el divorcio celebrada en la iglesia de la Universidad Complutense. Junto con el padre Díez-Alegría, participaron Ana María Pérez del Campo, presidenta de la Asociación de Mujeres Separadas, y el ensayista católico Enrique Miret Magdalena.
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«Es una extralimitación de la jerarquía su intento de presionar a los católicos para que, en razón de su fe, opten contra la ley de divorcio». Estas palabras, pronunciadas por el sacerdote y teólogo José María Díez-Alegría, resumen la ideología de varios centenares de cristianos madrileños que asistieron en la noche del viernes a la mesa-coloquio sobre el divorcio celebrada en la iglesia de la Universidad Complutense. Junto con el padre Díez-Alegría, participaron Ana María Pérez del Campo, presidenta de la Asociación de Mujeres Separadas, y el ensayista católico Enrique Miret Magdalena.

Tanto las conferencias de los ponentes como los debates que surgieron a continuación constituyeron una fuerte crítica a las pastorales difundidas en los últimos días por varios obispos españoles en contra de la ley civil de divorcio.Sobre ellas, Miret Magdalena dijo: «Nuestros obispos están tan retrasados que ni siquiera han llegado a adoptar la postura cristiana y comprensiva que sus colegas portugueses manifestaron hace unos años, cuando se introdujo el divorcio en Portugal», y también, «nuestra jerarquía obrará de buena fe, pero está fastidiándonos a todos». Más críticas todavía fueron las consideraciones del sacerdote jesuita Díez-Alegría: «No hay derecho a que los obispos estén manipulando la conciencia de los católicos», dijo, «y es que tienen mala conciencia de ser tan conservadores. Además», añadió, «nuestros prelados son ignorantes. No se han preocupado de seguir el pensamiento teológico desde hace cuarenta años y están completamente bloqueados ideológicamente. Por eso precisamente, porque no son buenos teólogos, no tienen argumentos serios en los que basar su oposición al divorcio, y se dedican a crear confusión. Se aprovechan de mantener a los fieles en una ignorancia absoluta».

De todas maneras, y pese a las fuertes críticas de los anteriores, el aldabonazo final lo dio Ana María Pérez del Campo, quien, tras explicar el negocio fraudulento de las anulaciones matrimoniales en Zaire, concluyó: «Una cosa es hablar de la indisolubilidad del matrimonio en las pastorales y otra es estar cobrando en los tribunales eclesiásticos fuertes sumas de dinero anulando a los ricos. Por eso, mientras no se clarifique este tema, que huele a clara corrupción en la Iglesia, ningún obispo tiene derecho a negar el divorcio ».

Estas contundentes declaraciones de la presidenta de Mujeres Separadas hicieron comentar a uno de los asistentes que se presentó como cristiano de base: «Yo escucho muchas noches a José María García en la radio», dijo, «y por lo que estoy oyendo aquí, la situación de la Iglesia y sus tribunales de justicia veo que es muy similar a la de la Federación Española de Fútbol, cuyos directivos están corruptos y no dan cuenta de sus actos».

El padre Díez-Alegría señaló en su exposición que le parecía un «fraude muy grave del magisterio de la Iglesia» la evasiva del biblista jesuita y arzobispo de Milán, monseñor Martini, a la pregunta de EL PAIS en el sínodo de obispos que está celebrándose en Roma (véase EL PAIS del viernes) sobre si la indisolubilidad del matrimonio es un verdadero dogma de fe o más bien es simple doctrina común del magisterio de la Iglesia. Monseñor Martini prefirió «no entrar en explicaciones acerca de este tema», y más adelante, ante la insistencia del periodista, dijo que se trataba de «una verdad revelada en el Evangelio». El padre Díez-Alegría comentó que no comprendía esta actitud, «ya que yo conozco bien a monseñor Martini y me consta que no es ningún ignorante; luego no entiendo qué estaría pasando en su cabeza cuando dio una respuesta así». A continuación, el ponente argumentó que si, efectivamente, se trataba de una verdad evangélica había mucho que puntualizar al respecto.

«Jesús», explicó, «se refiere a la indisolubilidad del matrimonio en el mismo pasaje evangélico (el Sermón de la Montaña) donde expone un conjunto de ideales cristianos, pero que son únicamente ideales», recalcó el jesuita.

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«La indisolubilidad del matrimonio fue expuesta por Jesús en estrecho paralelismo con estos otros conceptos: "no encolerizarse nunca, no jurar en modo alguno, no defenderse, ofrecer la mejilla al que abofetea, ceder en los pleitos más de lo que pide el demandante, darles el doble a los que vengan con exigencias, y no negar nunca un préstamo". (Mateo)».

«Entonces, los que quieren interpretar las palabras de Jesús contra el divorcio como una norma ético-legalista sin excepciones, que habría que urgir incluso jurídicamente, ¿están dispuestos», se preguntó, «a interpretar de este mismo modo lo de no jurar nunca, no defenderse, ceder en todos los pleitos y acceder con creces a cualquier pretensión?». Además, añadió el ponente, «Jesús no habla de fidelidad legal, sino de fidelidad por amor. El mismo divorcio imperfecto que conceden los tribunales eclesiásticos admite en la práctica que en esta regla hay excepciones; luego es falso que los católicos tengamos obligación de rechazar el divorcio».

San Agustín, machista

Por otro lado, el conferenciante calificó de incoherencia el hecho de que la Iglesia sostenga la indisolubilidad del matrimonio rato y consumado como sacramento inapelable, «mientras que el rato y no consumado puede disolverlo el Papa, y se anula entonces el sacramento». Siguiendo con este razonamiento, se podría llegar a la conclusión de que el sacramento vendría dado por la cópula sexual (matrimonio consumado) en lugar de por la misma entrega de los cónyuges ante el altar (y que luego, antes de tener relaciones sexuales, se separan y se quedan con el sacramento disuelto).«Por tanto», concluyó, «pretender la indisolubilidad absoluta del matrimonio natural, teológicamente es una incongruencia».

Poco después, el teólogo Miret Magdalena hizo un breve resumen de la postura de la Iglesia frente al divorcio a lo largo de la historia. «Ya san Agustín, en un pasaje de su doctrina, consideraba el adulterio cometido por un hombre como falta leve o pecado venial», dijo. «Machista, eso sí; pero hay que constatar que el santo más antidivorcista de la Iglesia admitía el adulterio como un pecadillo», añadió. A continuación, y tras citar una larga lista de santos de todos los siglos favorables a la disolución matrimonial, manifestó que varios papas medievales habían admitido el divorcio y la posibilidad de posterior casamiento por causa de adulterio. «El papa san Gregorio II», dijo, «sostenía la tesis de que cuando una mujer esté enferma y no pueda cumplir con el deber conyugal, el marido, puede separarse y contraer nuevas nupcias». «También machista, pero también comprensivo con el divorcio», puntualizó.

Manga ancha cuando conviene

«O sea, que hay razones por las que la Iglesia ha admitido durante siglos el divorcio, y hasta en el concilio de Trento, por mucho que extrañe lo que voy a decir», añadió, «se llegó a la conclusión de que eldivorcio por adulterio no estaba prohibido para los católicos». La Iglesia católica oriental fue más abierta en este tema que la latina, pues, según dijo el conferenciante, admitió el divorcio desde sus inicios hasta bien entrado el siglo XIX». «Lo que quiero decir», concluyó Miret Magdalena, «es que la Iglesia tiene manga ancha cuando le conviene».En el apartado sociológico, el teólogo Miret Magdalena explicó que una muy reciente encuesta realizada en EE UU entre los divorciados que habían contraído segundo matrimonio constató que el 86 % de los varones y el 81 % de las mujeres se hallaban perfectamente satisfechos con su situación actual. «Estos datos», señaló, «nos los oculta el cardenal Marcelo en su terrible pastoral, y nos los ocultan los demás obispos que siguen su línea».

Ya en el debate, y a raíz de las preguntas que se hicieron, el padre Díez-Alegría dijo: «Se dan situaciones tremendamente absurdas cuando no hay divo rcio, como la de una pareja joven que se separa y, como no tienen vocación de célibes a perpetuidad, pues llega un momento en que hasta llegan a desear la muerte del otro, porque piensan que viudos solucionarían el problema, y esto es una barbaridad muy fácil de evitar con una ley civil». Otra «incongruencia absurda» denunciada por este mismo sacerdote es la que se plantea cuando un cristiano separado vive de manera ejemplar con una segunda mujer y se le niega la eucaristía, «mientras que a los que guardan las formas, siguen legalmente casados y están constantemente cambiando de lecho, tras una breve visita al confesonario se le permite comulgar todos los domingos». Por eso existen algunos países, entre ellos Holanda, que «se saltan la disciplina y todo lo que diga el sínodo, y admiten en su comunidad a una pareja que sea un auténtico matrimonio, aunque no figure en los papeles».

El último tema abordado durante el coloquio fue por qué «los obispos están tan obsesionados con los temas sexuales», como preguntó uno de los asistentes. Miret Magdalena respondió que esto tenía una fácil explicación psicoanalítica: «Esa obsesión deriva», dijo, «de su propia inmadurez sexual, ya que no tienen verdaderamente asumida su condición de célibes. No tenemos más que mirar los libros para confesores, que se repartían hasta hace poco en los seminarios, para comprender hasta, qué punto desvían su obsesión sexual. Estos libros», dijo el ensayista católico, «son pura pornografía».

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