Tribuna:TRIBUNA LIBRE

¿Solución al tráfico o incitación al consumo?

Desde la apertura dominical del circuito-bici de Príncipe de Vergara como velódromo popular se viene hablando con cierta regularidad de los carriles-bici en la ciudad, tema que en las últimas semanas se ha convertido en polémico, a cuenta de la pretendida construcción de un circuito en el parque del Retiro.Quizá convenga hacer en este momento una reflexión genérica que permita encuadrar los distintos episodios de esta reciente batalla, apenas comenzada, y que ya amenaza con desvirtuarse por los derroteros de lo banal.

Simplificando mucho, se puede decir que tan sólo...

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Desde la apertura dominical del circuito-bici de Príncipe de Vergara como velódromo popular se viene hablando con cierta regularidad de los carriles-bici en la ciudad, tema que en las últimas semanas se ha convertido en polémico, a cuenta de la pretendida construcción de un circuito en el parque del Retiro.Quizá convenga hacer en este momento una reflexión genérica que permita encuadrar los distintos episodios de esta reciente batalla, apenas comenzada, y que ya amenaza con desvirtuarse por los derroteros de lo banal.

Simplificando mucho, se puede decir que tan sólo caben dos posturas ante las formas y los fines de utilización de la bicicleta en la ciudad:

- Impulsar su uso como medio de transporte cotidiano, dotado de una serie de características bien conocidas: transporte individual de superficie que permite alcanzar velocidades medias -no inferiores a las del autobús urbano en muchos casos-, escasa ocupación de espacio, nulos consumo energético y capacidad contaminante.

O bien, estimular su utilización ocasional como medio de distracción o de ejercitación deportiva en días festivos, ratos de ocio, fiestas o competiciones anuales.

Por supuesto que no son alternativas excluyentes y que la primera puede ser perfectamente compatible con la segunda; pero la inversa no es tan cierta: el facilitar un uso episódico puede no ayudar casi en absoluto a la generalización de la bicieleta.como alternativa plausible -y, por tanto, con ciertos niveles de comunidad y seguridad- al caótico y angustioso tráfico diario en nuestra ciudad. Y, desafortunadamente, las aisladas iniciativas que hasta el momento vienen desarrollando nuestros ediles incitan a pensar que se ha escogido implícitamente la segunda postura. En efecto:

- El velódromo popular Príncipe de Vergara sólo consiente su utilización en días festivos, durante un horario matinal limitado. Es un circuito cerrado y ninguna medida adicional coadyuva a su fácil acceso para los ciclistas, si exceptuamos la baia intensidad del tráfico rodado en dichos días.

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- El carril-bici en construcción en la Ciudad Universitaria, al parecer, sólo contempla el trayecto desde el Arco del Triunfo al Paraninfo. A ningún universitario aficionado a los pedales se le escapa el hecho de que, precisamente, lo difícil, si se vive en Ventas o en el paseo de Extremadura, es la llegada al Arco. Por tanto, aunque este carril sea, por ahora, el único intento de facilitar la bicicleta como medio de transporte cotidiano, su no inclusión en una red especializada a nivel urbano reduce en gran medida su potencial funcionahdad.

- Por fin, la reciente polémica sobre un carril-bici en el Retiro ilustra con toda claridad la ámbigüedad de los planteamientos municipales.

Si en algún sitio no resulta necesario un carril-bici es en el Retiro. Este dispositivo entraña un medio de protección frente a los vehículos a motor, potenciales agresores de reconocida solvencia. Pero la bicicleta, salvo en sus modalidades deportivas, no resulta incompatible con los peatones ni, por tanto, debe ser confinada a circuitos especiales en los parques públicos, salvo en contados lugares.

En resumidas cuentas, estas iniciativas, esperemos que prímerizas, bien se podrían encuadrar en la categoría de lo episódico- propagandístico. Y esta opción quizá no tenga nada de reprochable en sí misma, salvo por las sutiles dosis de ilusión que inocula, con el peligro de verse frustradas si no se matenalizan en realidades o, al menos, en proyectos más ambiciosos.

En una ciudad progresivamente congestionada y extendida, sin excesivos accidentes topográficos, ante una energía cada vez más costosa, la utilización habitual de la bicicleta puede, y debiera, plantearse como una alternativa barata, eficaz y limpia. Pero esto supondría el planteamiento de una política global a nivel de toda la ciudad de carriles-bici, calles reservadas, aparcamientos específicos, campañas de educación. ciudadana, etcétera. Las acciones aisladas tan sólo pueden entenderse, en el mejor de los casos, como una delicada preparación psicológica para un plan de conjunto, y, en el peor, desgraciadamente, habría que relacionarlas con el intento de incorporación de un objeto tan útil y bello como la bicicleta a la panoplia casera del consumo de chismes inútiles y costosos.

Ramón López de Lucio es profesor de Planeamiento Urbanístico en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid

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