Cartas al director

Medicamentos

Cualquier paciente epiléptico sabe muy bien -y continuamente es aleccionado sobre este riesgo- que la supresión brusca de su medicación habitual puede incrementar el número de ataques en una forma tal como para hacer peligrar su vida. Se comprende fácilmente la angustia de numerosos enfermos cuando, sin previo aviso, se encontraron que en las farmacias se había retirado el Labopal, nombre comercial de un preparado de difenfihidantoina, el fármaco más comúnmente utilizado en el control de las crisis epilépticas. No dando crédito a la noticia, yo mismo indagué por escrito al laboratorio responsa...

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Cualquier paciente epiléptico sabe muy bien -y continuamente es aleccionado sobre este riesgo- que la supresión brusca de su medicación habitual puede incrementar el número de ataques en una forma tal como para hacer peligrar su vida. Se comprende fácilmente la angustia de numerosos enfermos cuando, sin previo aviso, se encontraron que en las farmacias se había retirado el Labopal, nombre comercial de un preparado de difenfihidantoina, el fármaco más comúnmente utilizado en el control de las crisis epilépticas. No dando crédito a la noticia, yo mismo indagué por escrito al laboratorio responsable. La respuesta fue amable, pero significativa: el medicamento, en definitiva, había dejado de ser rentable.Ciertamente podía ser sustituido por otros preparados del mercado con la misma dosis. Por ejemplo, Bonifén-H contiene una dosis idéntica (aunque, por expenderse en cápsulas, no es fraccionable y por ello no es posible ajustar en niños sus dosis exactas). La diferencia en el precio sí es, en cambio, mucho más sustancial: sesenta comprimidos de Labopal valen veintinueve pesetas, mientras que el precio de cincuenta cápsulas de Bonifén-H es de 233 pesetas. Tal diferencia en el precio tiene una explicación: este último preparado lleva vitamina B6, una sustancia estrictamente inútil en las epilepsias, pero notablemente cara. Su rentabilidad parece así asegurada.

La historia ha seguido, y enfermos que tuvieron urgentemente que ser cambiados a otros preparados de difenilhidantoína sola (una mayoría de los existentes llevan una mezcolanza anacrónica de fármacos) fueron sufriendo la sucesiva retirada de estos (Epanutin, Dantinal). ¿Qué harán los pacientes epilépticos de nuestro país cuando el último de los anticonvulsivantes, de seguir por esta vía, deje de expenderse?

Tan sólo un par de reflexiones. Una, la lógica cruel del marketing y la comercialidad, que toma tintes dramáticos cuando por medio anda la salud humana. La otra, la incalificable falta de previsión de quien corresponda en Sanidad, permitiendo la retirada de un medicamento en el momento en que el laboratorio productor lo considera ya no rentable, aunque en ello vaya un auténtico riesgo para la vida de los ciudadanos. /

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(jefe de la sección de Neurología de la Ciudad Sanitaria Provincial).

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