Editorial:

El futuro invisible del Irán

ENTRE BOMBAS, fusilamientos sumarios, rebeldías, fronteras rotas, enfrentamientos con minorías étnicas, desafíos de la oposición -a su vez dividida entre diversas opciones para un futuro invisible- y divisiones y enfrentamientos entre los grupos de poder, Irán aparece cada vez más como un país imposible, y Jomeini como el res pons.able personal directo del caos, sobre todo por haber despilfarrado en el vacío un inmenso caudal revolucionario, una energía que era fruto de una revolución necesaria y una esperanza desvanecida cada día. Es un riesgo que corren siempre los grandes movimientos revolu...

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ENTRE BOMBAS, fusilamientos sumarios, rebeldías, fronteras rotas, enfrentamientos con minorías étnicas, desafíos de la oposición -a su vez dividida entre diversas opciones para un futuro invisible- y divisiones y enfrentamientos entre los grupos de poder, Irán aparece cada vez más como un país imposible, y Jomeini como el res pons.able personal directo del caos, sobre todo por haber despilfarrado en el vacío un inmenso caudal revolucionario, una energía que era fruto de una revolución necesaria y una esperanza desvanecida cada día. Es un riesgo que corren siempre los grandes movimientos revolucionarios: el de la pérdida en la nada y el de que la energía liberada termine volviéndose contra los propios objetivos iniciales. Un control serio y lúcido de la revolución, seguido de una aplicación al trabajo constructivo, de un ejemplo para los países del mundo oprimido todavía por tiranías y una demostración de la utilidad de la fe antigua para los países islámicos hubiese sido una posibilidad para cientos de millones de personas en el mundo y una presión realista sobre aquellos de quienes dependen aún en gran parte los repartos de las riquezas de este mundo. Pero en Irán nada sobrepasa, en la realidad, una cierta locura propia de la baja Edad Media, la conversión de unas doctrinas religiosas en el ejercicio de una crueldad que ni siquiera puede cubrirse con la máscara -siempre rechazable- de la conservación de un orden y la improvisación a veces contradictoria de supuestas instituciones que se suceden unas a otras -como el Consejo de Vigilancia o Consejo Constitucional acaba de sustituir al Consejo de la Revolución- sin que en ningún momento aparezca ningún poder como firme. En cualquier momento el pretexto de una conjura -los veinte oficiales -fusilados hace dos días estaban acusados de lo que se ha llamado «el sexto compló»- puede alterar nombres y valores, en cualquier momento puede prohibirse un periódico hasta ese instante definidor de una autoridad, como acaba de suceder con el que parecía inspirado directamente por el presidente Banisadr. O puede emprenderse una aventura internacional tan inquietante como el intento de asesinato del ex primer ministro Bajtiar en París, para culpar después al propio Gobierno francés por haber dado asilo a un político de la oposición; a ese mismo Gobierno francés que albergó durante años al propio Jomeini y le permitió dirigir desde allí su propia revolución.Una noticia según la cual los rehenes americanos serán al fin liberados cuando termine el Ramadán fijación de plazo que tampoco tiene nada que ver con lo racional: nada relaciona esa situación irregular con el mes santo puede poner una cierta nota de esperanza; no tanto por la reparación en sí de un desmán internacional, sino por lo que puede significar de cambio hacia una mayor ductilidad política. Pero no puede ser creíble hasta que no suceda. Ya los dirigentes de los estudiantes revolucionarios que ocupan la Embajada de Estados Unidos anuncian que no se ha contado con ellos y que no están dispuestos a ninguna «cencesión».

La realidad es que el futuro de Irán sigue siendo invisible. Más acá de Jomeini, nadie tiene fuerza suficiente para encontrar un canal a la revolución. Y Jomeini no parece estar dotado suficientemente de valores políticos que sobrepasen el estadio de la iluminación divina, que suele conducir a los peores errores humanos.

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