Tres muertos en Móstoles en un probable ajuste de cuentas entre traficantes de drogas

Tres jóvenes muertos y dos heridos fue el balance de un ajuste de cuentas que tuvo lugar sobre las nueve de la noche del jueves en pleno centro de la localidad de Móstoles, en la plaza de Ernesto Peces, a pocos metros del ayuntamiento. Según las investigaciones realizadas por la policía, a pesar de la ley de silencio que parecen guardar los dos supervivientes, seis desconocidos, tras detener y rodear el automóvil en el que viajaban las víctimas dispararon contras sus ocupantes y contra el conductor, que intentó, sin éxito, darse a la fuga. El motivo, según creen las fuentes policiales consulta...

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Tres jóvenes muertos y dos heridos fue el balance de un ajuste de cuentas que tuvo lugar sobre las nueve de la noche del jueves en pleno centro de la localidad de Móstoles, en la plaza de Ernesto Peces, a pocos metros del ayuntamiento. Según las investigaciones realizadas por la policía, a pesar de la ley de silencio que parecen guardar los dos supervivientes, seis desconocidos, tras detener y rodear el automóvil en el que viajaban las víctimas dispararon contras sus ocupantes y contra el conductor, que intentó, sin éxito, darse a la fuga. El motivo, según creen las fuentes policiales consultadas, podría ser el tráfico de estupefacientes.

Acababa de terminar la retransmisión de la corrida de toros, cuando los vecinos de las casas cuyas ventanas dan a la plaza de Ernesto Peces oyeron varios disparos en la calle. Los que se asomaron primero vieron correr a un joven, Oscar Luis Sánchez Ramos, de veinticuatro años, vestido con una cazadora y botas camperas, que se tambaleaba encogido; unos metros más lejos caía boca abajo entre dos automóviles aparcados. La gente, tras unos instantes de temor, comenzó a aproximarse para ver de cerca lo ocurrido; algunas vecinas dijeron que en un automóvil Seat 127 de color blanco, matrícula de Madrid 4979-DC, situado a la puerta de la iglesia, había más heridos y que incluso habían visto a otras dos personas correr por la calle de Colón con síntomas de estar heridos en las piernas.El espectáculo para los que se acercaron era impresionante. La puerta delantera del conductor estaba abierta y permitía ver a un joven -Santiago Sánchez Guaza, el Guaza o el Santi, de diecisiete años- muerto sobre el asiento del conductor. En el asiento trasero del vehículo, un dos puertas que luego se comprobaría que era alquilado, estaba Domingo Muro Gálvez, de dieciocho años, Chomi, que tenía una mirada perdida hacia el techo del coche; de su cuello salía un hilo de sangre procedente del disparo mortal de necesidad, recibido en la nuca. Tras los comentarios de los vecinos, a alguien se le ocurrió avisar a la policía, que se presentó poco después.

Ley de silencio

La falta de testigos en una plaza que, aunque céntrica, normalmente está solitaria, al estar limitada por unas casetas municipales y una iglesia, se hizo patente después de que la policía comprobara que los tres jóvenes estaban muertos.La esperanza de obtener información se centró entonces en los dos heridos que habían visto huir las vecinas. Uno de ellos se presentarla minutos después en la comisaría, de donde fue trasladado a la clínica de la Concepción, donde fue también ingresado el otro superviviente. Las heridas que presentaban ambos, José Muro Gálvez, el Pipo, de diecisiete años, hermano de Domingo, muerto a su lado, y Joaquín García Escudero, el Tornero, de diecinueve años, no eran de gravedad. Las balas les habían alcanzado respectivamente en la pierna y el pie; tras ser atendidos, fueron dados de alta.

El suceso lo cuentan como si de una película de gangsters recién vista se tratara; otro caso es la posible identidad y motivos de la agresión. «No estaban amenazados ni nada. Ayer estuvieron con nosotros aquí, en el bar, jugando a los dardos. No sabemos en qué trabajaban, aunque creo que cobraban el paro. Oscar era cerrajero; los otros, no sabernos».

Nota oficial

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La nota del gobierno civil y las informaciones policiales obtenidas confirman el desarrollo de los hechos. En el automóvil en el que viajaban hay un impacto trasero, que rompió el cristal, y otros dos laterales. El resto se hicieron a través de la puerta abierta, dejada así por Oscar, que huía cuando recibió un disparo a la altura de la clavícula que puso fin a su vida. En el lugar fueron encontrados dos casquillos del calibre 32 y otro semiblindado del 38 especial. No se ha podido comprobar si los autores llevaban porras o un palo forrado, como manifestó uno de los heridos, aunque sí que uno de los agresores llevaba un cuchillo. La falta de testigos que quieran colaborar con la policía deja, por tanto, la identidad de los agresores y la huida en hipótesis.

La ley del silencio que parece haberse impuesto sobre el suceso es otro de los obstáculos con los que se encuentra la policía. Nadie vio a desconocidos por la zona. Los heridos dicen que no les habían visto antes, pero la policía cree que el vehículo paró, al parecer a instancia de los agresores, que se encontraban cerca del bar Carabel, en el que las víctimas habían pasado la tarde.

La nota del gobierno civil dice que Oscar Luis Sánchez, que, como el resto de las víctimas, está domiciliado en Móstoles, tenía numerosos antecedentes por hurtos y robos, habiendo sido detenido en marzo y abril por intento de robo y daños. Santiago Sánchez Guaza figura asimismo como detenido en numerosas ocasiones por delitos de atraco, robo, hurtos y tráfico de estupefacientes; Domingo Muro, según la nota gubernativa, había sido puesto en una ocasión a disposición del juez como presunto autor de un delito contra la propiedad.

Al margen de estos antecedentes, la opinión más generalizada es que lo que hicieron los desconocidos asaltantes fue un ajuste de cuentas por tráfico de drogas. En este sentido se ha confirmado oficialmente que en el- vehículo donde fueron alcanzadas las víctimas se encontró una navaja automática de grandes dimensiones y varias pastillas de hachís.

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