CATALUÑA

Josep Tarradellas aplazó la toma de posesión de Jordi Pujol sin conocimiento de éste

El ex presidente de la Generalidad provisional de Cataluña, Josep Tarradellas, hizo remitir telegramas a los miembros del futuro Gobierno catalán, incluido el presidente electo, Jordi Pujol, comunicándoles que suspendía la toma de posesión del señor Pujol, prevista definitivamente para el lunes a las doce de la mañana. En principio, el acto tendrá lugar el próximo jueves. Tarradellas -cesado en su cargo por decreto publicado en el Boletín Oficial del Estado el pasado día 29- no consultó su decisión con la mesa del Parlamento catalán, el presidente Jordi Pujol, los consejeros entrantes, el gobe...

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El ex presidente de la Generalidad provisional de Cataluña, Josep Tarradellas, hizo remitir telegramas a los miembros del futuro Gobierno catalán, incluido el presidente electo, Jordi Pujol, comunicándoles que suspendía la toma de posesión del señor Pujol, prevista definitivamente para el lunes a las doce de la mañana. En principio, el acto tendrá lugar el próximo jueves. Tarradellas -cesado en su cargo por decreto publicado en el Boletín Oficial del Estado el pasado día 29- no consultó su decisión con la mesa del Parlamento catalán, el presidente Jordi Pujol, los consejeros entrantes, el gobernador civil de Barcelona ni con la presidencia del Gobierno central.

El vicepresidente primero del Parlamento catalán, el gobernador civil de Barcelona, dos consejeros salientes de la Generalidad provisional y altos cargos de Presidencia del Gobierno conocieron la novedad a las doce del mediodía de ayer, a través de las llamadas efectuadas por la delegación de EL PAIS en Barcelona, con el fin de averiguar el origen y las responsabilidades de tan inesperado cambio. En casi todos los casos, los consultados mostraron, cuando menos, su sorpresa, acompañada casi siempre de diversos grados de indignación.El telegrama citaba como razón de la suspensión «motivos técnicos». El portavoz oficial de la Generalidad, preguntado por este diario, aludió a «motivos técnicos de organización», al tiempo que reconocía que esta expresión «permite hacer las interpretaciones que se quieran». Ni una sola fuente consideró la posibilidad de la existencia de reales contratiempos técnicos, sino que hubo unanimidad en destacar el significado político del acto de Tarradellas. Una de las fuentes, de acreditada formación jurídica, se refirió a la «ilegalidad de la decisión». Destacó el hecho de que la forma de los telegramas fuese «Generalidad de Cataluña», sin expresión de nombre o cargo alguno. Nadie dudó de la responsabilidad personal y única de Tarradellas.

Las fuentes gubernamentales y de UCD eran las que poseían más serio motivo, de carácter suplementario, para sentirse indignadas. Consiste en el hecho de que Tarradellas sea ahora únicamente un representante del presidente Suárez para la toma de posesión de Pujol. De este modo, Tarradellas podía pretender que la responsabilidad de este aplazamiento correspondía al Gobierno central, cuando ello es literalmente inexacto. De hecho, la secretaría general de la Presidencia de la Generalidad de Jordi Pujol dijo que «el Gobierno es el que ha delegado al señor Tarradellas la potestad de convocar el acto y, por tanto, éste es un tema que corresponde jurídicamente al Gobierno y al señor Tarradellas.

Tras múltiples presiones y en un afán de evitar un mal inicio a Jordi Pujol, el Gobierno central había accedido a que Tarradellas ostentase la representación del presidente del Gobierno en el acto de toma de posesión. Tarradellas, de forma pública, en la sesión plenaria de la Diputación de Barcelona, había amenazado con no estar presente en la toma de posesión de Pujol si ésta no era presidida por el Rey o por el presidente Suárez o bien por él mismo en representación de uno de aquéllos.

El tema protocolario no representaba la plasmación de un problema político serio, sino que se trataba, en su esencia, de un mero problema litúrgico, superficial y decimonónico; es decir, de un orden que ha caracterizado tantas actuaciones del presidente cesado. Finalmente, las invitaciones para el acto suspendido de ayer habían sido encabezadas con el nombre de Tarradellas, con el título de «muy honorable» y con la precisión de que obraba «en nombre del Gobierno». En cuanto a las razones auténticas del aplazamiento, éstas provendrían del deseo de Tarradellas de resaltar hasta el último momento su preeminencia personal y su deseo de continuar siendo beligerante en la política catalana, con una beligerancia de antagonismo a Jordi Pujol, incluso después de que el Parlamento democrático catalán decidiera designar un presidente plenamente democrático de la Generalidad.

Anoche, una destacada fuente política muy próxima a Jordi Pujol manifestó, tras confirmar que el telegrama había sido obra personal de Tarradellas, que ayer tarde Pujol y Tarradellas convinieron en aparentar que el presidente cesado había consultado con el entrante el envío del telegrama. La fuente precisó que «esta versión no corresponde a la realidad. Pujol y todos los consejeros entrantes se enteraron del aplazamiento por telegrama, sin tener ningún conocimiento previo de la maniobra». Una vez más, entre muchas, la versión oficial de los hechos protagonizados por Tarradellas no corresponderá a la verdad, gracias a la debilidad de políticos catalanes.

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Tarradellas hizo público anoche un mensaje oficial, fechado en el mismo día de ayer, en el que aludía al «honorable diputado Jordi Pujol» (cuando él continúa atribuyéndose el tratamiento de «muy honorable»). Tarradellas afirmaba en el mensaje que, «pase lo que pase, no me moveré de vuestro lado» (refiriéndose al conjunto de los catalanes) y concluía con una nueva reafirmación de su aparente unitarismo, que constituía una nueva crítica a Jordi Pujol. «No olvidéis», afirmaba, «que solamente lo lograremos (la prosperidad y la felicidad) si estamos unidos y si persistimos en el camino que nos hemos trazado en estos años».

A últimas horas de ayer, fuentes muy cercanas a Tarradellas, que mantuvieron contacto directo con él durante el día, informaron de que, incluso en privado, pero en tono irónico, Tarradellas sostenía como única versión del aplazamiento los irreales «motivos técnicos», que obviamente no precisaba.

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