Editorial:

Las elecciones en Portugal

SI LOS últimos datos -los votos de los emigrantes, que equivalen a cuatro escaños- lo confirman, la nueva Asamblea portuguesa, nacida de unas elecciones anticipadas y con poderes durante un año tendrá una mayoría de la coalición de tres partidos, de centro y derecha, que preside Sa Carneiro. Aun sin la mayoría absoluta, que le pueden dar los votos de la emigración, Alianza Democrática tiene amplitud para gobernar. Sa Carneiro ha declarado ya que esta va a ser la primera vez que Portugal estará, realmente, gobernado. Se puede dudar de esta profecía -las dificultades son muchas y los grupos de p...

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SI LOS últimos datos -los votos de los emigrantes, que equivalen a cuatro escaños- lo confirman, la nueva Asamblea portuguesa, nacida de unas elecciones anticipadas y con poderes durante un año tendrá una mayoría de la coalición de tres partidos, de centro y derecha, que preside Sa Carneiro. Aun sin la mayoría absoluta, que le pueden dar los votos de la emigración, Alianza Democrática tiene amplitud para gobernar. Sa Carneiro ha declarado ya que esta va a ser la primera vez que Portugal estará, realmente, gobernado. Se puede dudar de esta profecía -las dificultades son muchas y los grupos de presión también lo son- pero no puede negársele la razón en cuanto al pasado. La revolución de abril de 1974 llevaba ya en su seno la contrarrevolución; podría decirse que, paradójicamente, Spinola representó en sí mismo los dos valores. El cambio estuvo siempre frenado por los límites de lo posible y esta revolución no solamente ha devorado a sus propios hijos -depurados, apartados de los cargos, cercados cuando los tenían-, como es va tópico, sino que se ha devorado a sí misma. No hubo posibilidad de entendimiento entre un partido comunista de corte estalinista y un partido socialista abrumado de contradicciones, incapacitado de cuadros, dudando siempre entre los modelos socialdemócratas y la presión revolucionaria. Un partido que pudo comprobar así que ocupar el puesto del Gobierno no siempre quiere decir gobernar. La enemistad socialista-comunista se ha mantenido dentro de esta misma campaña electoral, está viva en la de las elecciones municipales del día 16 y se prolongará hasta las que han de proveer la Asamblea, a fines del año próximo.Lo que representa la Alianza Democrática que ha ganado estas elecciones es algo muy parecido a la UCD española: su esquema, sus modelos y hasta la clase política que la forma. La comparación puede hacerse más extensa: se asemeja a todos los partidos centristas que están ganando terreno no sólo en Europa, sino también en los países latinoamericanos que logran salir de las dictaduras. Parece en cierta forma el retorno al modelo de las democracias cristianas de posguerra, amparadas por Estados Unidos y que dio su rendimiento. Las nuevas clases medias, surgidas de una cierta abundancia, constituyen su base electoral, alimentada continuamente del miedo. Un miedo no tan irracional como pudiera pensarse si se contempla la situación económica, el crecimiento del terrorismo y la confusión ideológica en los países occidentales.

En Portugal, los datos generales coinciden y los particulares se suman. Se ha establecido la creencia general de que un Gobierno de este corte puede encontrar ayudas, recuperar el orden laboral -destruido por la acción demagógica de los sindicatos- y entrar en la política con lo que se llama sentido común. Es la imagen que ofrece Sa Carneiro. La que ha perdido Soares en sus años de Gobierno: suyo fue el freno a la revolución, para congraciarse con la pequeña burguesía, suya es la derrota, porque esta pequeña burguesía, cuando decide inclinarse a la derecha, la prefiere auténtica y no recién inventada. Muchos votos de la izquierda socialista se han ido al Partido Comunista, que no ha cesado de ser el partido de los obreros y los campesinos, aunque haya perdido intelectuales: muchos se han ido a esta Alianza Democrática que incluye, como partido principal, la socialdemocracia de Sa Carneiro.

Con todo ello, a Sa Carneiro no le va a ser fácil gobernar. La voracidad de la derecha portuguesa no tiene límites y le va a exigir continuamente más entregas para ayudarle a sostenerse. La miseria real del pueblo -pescadores, agricultores, obreros industriales, empleadoses profunda, y la línea mundial de la crisis repercute cada vez más sobre ella. Por otra parte, el presidente Eanes, que reúne todavía al grueso del Consejo de la Revolución, mira con desconfianza a este restaurador que le priva del deseo de serlo él, y que no va a conducir la revisión constitucional en el sentido del presidencialismo.

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Por el número de votos, mucho mayor que el representado por los escaños -el sistema electoral impide esa transmisión real, para evitar grandes agrupaciones de poder- parece que Sa Carneiro tiene una confianza suficiente del país, pero ganar la realidad es más difícil que ganar unas elecciones. Este año próximo puede ser como un paréntesis hacia una configuración política estable de Portugal. Lo que tiene que ganar Sa Carneiro es ese año. Un tiempo que para la izquierda no suponga, quizá, el suficiente de reflexión y de rectificación, después de que se ha malgastado todo un lustro.

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