Cartas al director

Delincuencia común

He leído la carta de don Luis Otaduy, y no puedo resistir la tentación de expresar mi asombro al comprobar que todavía existen por el mundo buenos samaritanos que defienden el derecho a la vida de esos «angelitos» que a diario protagonizan hechos delictivos y sangrientos de una bárbara crueldad. Porque, sí, señor, crueldad y sadismo es, sin ir más lejos, atracar un banco y dejar como recuerdo una ración de perdigones en el cuerpo de un pobre empleado, o violar a una niña y luego quemarla con puntas de cigarro en distintas partes de su cuerpo, o... Prefiero no seguir, porque estas y otras «haza...

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He leído la carta de don Luis Otaduy, y no puedo resistir la tentación de expresar mi asombro al comprobar que todavía existen por el mundo buenos samaritanos que defienden el derecho a la vida de esos «angelitos» que a diario protagonizan hechos delictivos y sangrientos de una bárbara crueldad. Porque, sí, señor, crueldad y sadismo es, sin ir más lejos, atracar un banco y dejar como recuerdo una ración de perdigones en el cuerpo de un pobre empleado, o violar a una niña y luego quemarla con puntas de cigarro en distintas partes de su cuerpo, o... Prefiero no seguir, porque estas y otras «hazañas» son de dominio público.Querido señor: no sé por qué razón (no me meto en profundidades, pues no soy un erudito en criminología) estos «gorriones sin nido» que usted piensa que atropella la policía ya no intimidan para robar, como lo hacían antes, pues actualmente no tienen ningún escrúpulo en, primero, matar, y después, despojar tranquilamente a su víctima, toda vez que ahora van pertrechados de las más terribles armas y hacen frente a las FOP en muchas ocasiones, y supongo que no pretenderá usted que éstas les presenten la otra mejilla. Si bien el neutralizar, como usted pretende, a esta escoria sin privarles de la vida, en casos en que no hay enfrentamiento con armas, se lleva a cabo muchas veces, aunque esta neutralización, cuando ya han salido de la jurisdicción policial, dura bien poco, para desgracia de todos.

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