Cartas al director

Alusión acusatoria

En el artículo voluntariosamente polémico de Juan Goytisolo (EL PAIS, 24-VII-79), entre pintorescos chascarrillos y politiquilleces de varia laya, se cuela una envenenada alusión acusatoria (pero, hombre, ¿todavía?) a cierto editor catalán, al que se le reprocha haber rehusado tres importantes novelas latinoamericanas. La cosa no pasaría de enquistado ajuste de añejas cuentas si no fuera a la vez síntoma de las peregrinas maneras de juzgar lo literario y sus circunstancias que perpetran algunos escritores: se descalifica allí a un editor no por el conjunto de su labor (en la que se apuntan com...

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En el artículo voluntariosamente polémico de Juan Goytisolo (EL PAIS, 24-VII-79), entre pintorescos chascarrillos y politiquilleces de varia laya, se cuela una envenenada alusión acusatoria (pero, hombre, ¿todavía?) a cierto editor catalán, al que se le reprocha haber rehusado tres importantes novelas latinoamericanas. La cosa no pasaría de enquistado ajuste de añejas cuentas si no fuera a la vez síntoma de las peregrinas maneras de juzgar lo literario y sus circunstancias que perpetran algunos escritores: se descalifica allí a un editor no por el conjunto de su labor (en la que se apuntan como méritos difícilmente olvidables títulos publicados de Max Frisch, Italo Svevo, Raymond Roussel y Carlo Emilio Gadda, entre otros de incierta rentabilidad pecuniaria), sino por errores ya aireados hasta el aburrimiento, cuya recordación, además, ante el hecho de un homenaje -no creo que fuera tan «multitudinario»- que pretendía contestar a «un cierre patronal», pasa de castaño a impertinente. Recordaré que Lope de Vega, por ejemplo, no fue devoto del Quijote y que el mismo Cervantes rechazaba «excesos» en La Celestina, como luego lo haría Virginia Woolf con el Ulises; tales juicios, que hoy se consideran errados, no descalifican como agudos críticos a sus autores, de la misma manera que sería descabellado pretender medir el talento o el «olfato» literario de nadie por la opinión que tenga sobre las novelas de Juan Goytisolo. A un editor consecuente se le ha de exigir en su momento, efectivamente, perspicacia para completar su catálogo de publicaciones, y a los escritores, por muy «heterodoxos» que se quieran, menos frivolidad y tramposería en sus juicios sobre trayectorias ajenas.

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