Alarma en la OCDE ante el avance de la inflación y el paro

«Si el crecimiento de conjunto de los países de la OCDE se encierra en tasas entre el 3 % y el 4 % para los años inmediatos, hay que prever costos sociales posiblemente inaceptables para los países no excesivamente subdesarrollados», estimó el ministro español de Economía, José Luis Leal, al terminar ayer la reunión ministerial de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico. Con este análisis, el ministro español no hizo más que reiterar el clima alarmante que se ha respirado en la OCDE estos dos días últimos, al analizar las previsiones del futuro económico de Occidente, resquebraja...

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«Si el crecimiento de conjunto de los países de la OCDE se encierra en tasas entre el 3 % y el 4 % para los años inmediatos, hay que prever costos sociales posiblemente inaceptables para los países no excesivamente subdesarrollados», estimó el ministro español de Economía, José Luis Leal, al terminar ayer la reunión ministerial de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico. Con este análisis, el ministro español no hizo más que reiterar el clima alarmante que se ha respirado en la OCDE estos dos días últimos, al analizar las previsiones del futuro económico de Occidente, resquebrajado por la crisis energética.

El señor Leal, en efecto, anotó como elemento destacable de esta reunión ministerial, preámbulo de las de Estrasburgo y Tokio, antes de finales de mes, «el pesimismo dominante al estudiar las previsiones». Como el resto de los representantes de los países del sur de Europa, el ministro se inquietó ante las sombrías perspectivas laborales si las tasas de paro continúan evolucionando como hasta la fecha: «En tal caso», dijo, «podrían alcanzarse niveles de paros en algunos países que resultarían socialmente intolerables.»Al terminar los trabajos de la OCDE, ayer, todos los pesimismos convergían. El informe final del comité de política económica no hizo mas que resumir y repetir las cifras y elementos jeremíacos que se vienen exponiendo durante los últimos tiempos desde todas las áreas de las administraciones occidentales como componentes de unos horizontes, a corto y a medio plazo, realmente angustiosos: crecimiento insistente de la inflación, desempleo cada día más abultado, recorte del crecimiento, «salvajismo» en el mercado petrolífero...

El consejero del presidente norteamericano, Jimmy Carter, y presidente del comité de política económica de la OCIDE, Charles Schultze, expuso los rasgos esenciales de la crisis en términos «graves»: la inflación, en gran parte, es consecuencia de las alzas del petróleo y demás materias primas, y esta aceleración inflacionista hay que estimarla como un «problema serio a escala mundial». Insistió en que la crisis energética «se agrava de día en día», y ello presionará la inflación». Subrayó igualmente las consecuencias graves que el desarreglo energético acarreará en el sector del paro y del crecimiento.

Por su parte, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Michael Blumenthal, abundó en los mismos análisis y concluyó que «en el futuro inmediato no es posible estar seguros de poder incrementar la cantidad de petróleo necesaria para sostener un crecimiento económico aceptable».

El señor Blumenthal se refirió al egoísmo de sus conciudadanos que, siendo los despilfarradores energéticos del planeta, se niegan a recortar el consumo. Al respecto conviene recordar que «EEUU consumen el 38 % del gasto total del mundo industrializado occidental». El consumo de un americano es el doble que el del inglés y más de tres veces el de un alemán. El responsable americano intentó justificar este desbarajuste alegando que para sus conciudadanos el precio de la energía es más bajo debido a la producción nacional (EEUU es el segundo productor mundial) y a su capacidad de refinamiento.

La delegación española, menos pesimista

En una rueda de prensa, el ministro español de Economía, José Luis Leal, dijo que la crisis energética actual «no pilla a España en mala situación», puesto que su balanza por cuenta corriente estará de nuevo entre mil y 2.000 millones de dólares y también por la reciente apreciación de la peseta.El representante español sostuvo además que las consecuencias del encarecimiento del petróleo «no comprometerán el excedente español», que protege a la economía española a corto plazo, aunque no pueda hacer nada para paliar repercusiones indirectas, como la reducción de la tasa de crecimiento económico.

Leal prefirió hablar de incertidumbre, más que de pesimismo, en cuanto al futuro de la economía mundial, y recordó que la anterior crisis energética de 1974 (cuyo coste fue de 60.000 millones de dólares) tardó tres años en ser absorbida por el mundo occidental. «La actual causa un desequilibrio de 40.000 millones y puede acarrear», dijo, «medio punto de subida de la inflación en las naciones del área de la OCDE por consecuencias directas y de uno a dos puntos por consecuencias indirectas.» «Hacia 1980», aseguró el ministro español, «no podrá el mundo próspero basar su desarrollo en petróleo barato y en el estímulo de la demanda de bienes de consumo.»

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