Chirac, reelegido presidente de los gaullistas

El palacio presidencial del Elíseo, los partidos, los analistas del paisaje político francés y el resto de la población también, aunque de manera más confusa, empiezan a plantearse seriamente la misma pregunta: ¿camina Francia hacia una crisis política, es decir, hacia elecciones generales anticipadas? El líder gaullista, Jacques Chirac, reelegido triunfalmente el último fin de semana presidente de la Agrupación por la República (RPR), tiene la palabra.«Giscard a la cuneta», «Chirac, presidente», gritaban los 20.000 gaullistas reunidos el sábado en la periferia parisiense, para oficiar una gra...

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El palacio presidencial del Elíseo, los partidos, los analistas del paisaje político francés y el resto de la población también, aunque de manera más confusa, empiezan a plantearse seriamente la misma pregunta: ¿camina Francia hacia una crisis política, es decir, hacia elecciones generales anticipadas? El líder gaullista, Jacques Chirac, reelegido triunfalmente el último fin de semana presidente de la Agrupación por la República (RPR), tiene la palabra.«Giscard a la cuneta», «Chirac, presidente», gritaban los 20.000 gaullistas reunidos el sábado en la periferia parisiense, para oficiar una gran ceremonia antigiscardiana, con motivo del congreso nacional destinado a reelegir por dos años como presidente de la RPR al señor Chirac, por el 97% de votos. «No» a la política económica de Giscard, «no» a la Europa de Giscard, «no» al abandono de Giscard, repitieron el líder máximo y los demás oradores que, de pasada, le devolvieron el «insulto» que con más afición le propinan sus colegas de la mayoría gubernamental tratándolos de fascistas.

Pocas horas después, el primer ministro, Raymond Barre, respondía en los mismos términos a la «ligereza» del señor Chirac y anunciaba que, en los próximos comicios, para elegir el Parlamento Europeo por sufragio universal, se lanzaría a la batalla para defender la lista de la ministra de la Salud, Simone Veil, es decir, el equipo giscardiano. Esta última etapa de la estrategia del conflicto que practica el alcalde de París se valora como una ruptura definitiva entre los dos grupos que, oficialmente, simbolizan la mayoría giscardiana.

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