Tribuna:

"Raíces"

Los descendientes de Kunta Kinte, de la mano del tío Tom, el gallito George, se fueron de picnic a Tennessee, después de haberse comprado allí una propiedad. Es la misma filosofía de H. Beecher Stowe en la Cabaña del tío Tom: «No me importa, señor -respondió Tom muy serio- Prefiero pasar hambre y vivir en una mísera cabaña, que pueda llamar mía, a todos los bienes que me den obligándome a ser esclavo.» Se van no sin antes dar ejemplo de la no violencia de Luther King contra los viejos massa. El telefilme convencional americano no puede respetar la historia ni alejarse de s...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Los descendientes de Kunta Kinte, de la mano del tío Tom, el gallito George, se fueron de picnic a Tennessee, después de haberse comprado allí una propiedad. Es la misma filosofía de H. Beecher Stowe en la Cabaña del tío Tom: «No me importa, señor -respondió Tom muy serio- Prefiero pasar hambre y vivir en una mísera cabaña, que pueda llamar mía, a todos los bienes que me den obligándome a ser esclavo.» Se van no sin antes dar ejemplo de la no violencia de Luther King contra los viejos massa. El telefilme convencional americano no puede respetar la historia ni alejarse de sus códigos. Es necesario el final feliz. Es necesario que la solución final recomponga y devuelva al orden la rebeldía. Es imprescindible conquistar la libertad con dinero, dejar de ser propiedad haciéndose unos dólares para comprarse una finca y entonar un par de espirituales. El objetivo de los autores era claro: un telefilme de éxito explotando el sentimiento de culpabilidad blanca como resorte de la emoción colectiva. Pasar de la esclavitud del pueblo negro -uno de los tantos guiones negros que ha dejado escritos la historia de la humanidad- a un melodrama de sentimentalismo comercial. Lo imposible hubiera sido dejar constancia de la actual discriminación racial en Estados Unidos o de que sólo hasta 1962 entra el primer negro, James Meredith, en la Universidad de Misisipí por orden expresa del presidente Kennedy y el apoyo de la Guardia Nacional. A la séptima generación del africano telefilme podía salir el macarra negro que hace de chivato en Baretta o contados multimillonarios, como Alex Haley, máximo exponente del «triunfo de una familia americana», gracias al best-seller y a que su tatarabuelo era el mejor entrenador de gallos de pelea, como cualquier Onassis que empieza su fortuna como importador de tabaco en Buenos Aires. Y el telefilme fue eficaz y batió todos los récords en USA.Que las recetas del folletón americano funcionaron lo confirma la presencia de John Amos (Kunta Kinte) y Madge Sinclair (Bell) en las 625 líneas. Dijo Madge que los problemas de los negros en Estados Unidos no tienen solución política. Sólo se resuelven en las relaciones personales. Una jornada antes, en La clave del UHF, Bill Wilkinson, mago imperial del Ku-Klux-Klan, defendía la inferioridad de la raza negra y la obligación de combatirla, con la réplica jurídica y despiadada de Enri que Gimbernat. La presencia del Ku-Klux-Klan en el UHF fue el mejor desmentido al melodrama del VHF. Pero esto le supone a Balbín «dificultades administrativas» y de supervivencia del programa. Algo hemos aprendido de Raíces. Que en la lengua de los mandinga koo quiere decir sol y kambi bolongo significa río. Dos idiomas distintos para dos televisiones diferentes

Archivado En