El cardenal Tarancón reivindica la función social del sacerdote

El arzobispo de Madrid, cardenal Tarancón, publicó su carta cristiana semanal bajo el título Ser sacerdote, ¿para qué?, en la que, entre otras cosas, señala que «la Iglesia tiene algo que decir y tiene mucho que hacer en este momento de la historia. Su misión evangelizadora no ha perdido actualidad. Su mensaje de salvación -de liberación total- tiene una incidencia especial en el desarrollo de la Humanidad».«Por eso la Iglesia -añade la carta cristiana del cardenal Tarancón- ha apostado decididamente por el hombre que corre peligro por el predominio de la técnica. Al fin y al cabo, Jesu...

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El arzobispo de Madrid, cardenal Tarancón, publicó su carta cristiana semanal bajo el título Ser sacerdote, ¿para qué?, en la que, entre otras cosas, señala que «la Iglesia tiene algo que decir y tiene mucho que hacer en este momento de la historia. Su misión evangelizadora no ha perdido actualidad. Su mensaje de salvación -de liberación total- tiene una incidencia especial en el desarrollo de la Humanidad».«Por eso la Iglesia -añade la carta cristiana del cardenal Tarancón- ha apostado decididamente por el hombre que corre peligro por el predominio de la técnica. Al fin y al cabo, Jesucristo vino al mundo para salvar a los hombres, y su mensaje -el que la Iglesia debe proclamar continuamente- es un mensaje de liberación de todo pecado y de toda esclavitud. »

El cardenal Tarancón señala a continuación que «el sacerdote es una pieza clave en la vida de la Iglesia. El ha de convocar a los hombres con la predicación del Evangelio; él ha de proclamar el pan de la eucaristía en la celebración del sacrificio que es el vínculo de la unidad; él es el representante de Dios, cuya misericordia aplica a los hombres, dándoles la seguridad de que Dios les ama.

«Y este es el servicio inmenso que la Iglesia y, en concreto, el sacerdote, puede prestar a nuestro mundo: predicar la verdad íntegra sobre el hombre; defender su dignidad espiritual, ya que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios; proclamar sus derechos inalienables; comprometerse, desde su visión de fe, en la implantación de la justicia en el mundo para que todos los hombres puedan vivir.

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