Cartas al director

Aventura en el autobús

¿Que quiere usted coger el microbús?, pues aprenda a saltar vallas y podrá coger el M-10 en Raimundo Fernández Villaverde, porque cuando llegue a la parada de dicho autobús se encontrará con que una valla le impide el acceso al mismo. Si usted no quiere saltar la valla porque o bien le resulta alta o bien teme.que en pleno salto pase un coche y le salpique todo el agua de un charco, pues nada, vaya usted hasta el final de la valla, unos quince metros, que si los hace corriendo le sirven para practicar el footing y vuelva usted por la calzada hasta dicho punto de partida, con lo cual, si...

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¿Que quiere usted coger el microbús?, pues aprenda a saltar vallas y podrá coger el M-10 en Raimundo Fernández Villaverde, porque cuando llegue a la parada de dicho autobús se encontrará con que una valla le impide el acceso al mismo. Si usted no quiere saltar la valla porque o bien le resulta alta o bien teme.que en pleno salto pase un coche y le salpique todo el agua de un charco, pues nada, vaya usted hasta el final de la valla, unos quince metros, que si los hace corriendo le sirven para practicar el footing y vuelva usted por la calzada hasta dicho punto de partida, con lo cual, si en el cuarto de hora reglamentario de espera-no pasa un coche por el carril que debiera ser para bus y taxi y decide llevárselo por delante, podrá coger el microbús.Una vez dentro no acaba la odisea; el microbús cuesta diecinueve pesetas, siempre y cuando el cobrador no decida que puede costar veinte. Usted da veinte o veinticinco pesetas y le devuelven un duro o nada -«No tengo pesetas»-; si el conductor está de buen humor le dirá que le debe una, si no, le echará la culpa a usted por no llevar cuatro pesetas- sueltas. Con lo cual se queda usted sin la peseta, porque no se va a sentar al lado del conductor en espera de que venga alguien con pesetas y el cobrador se acuerde de devolvérsela, y como los españoles tenemos dinero y si no lo tenemos no queremos que se note, pues no la reclamamos -«Es igual, por una peseta...»-; pero es que, señor mío, una y una hacen dos, y dos y dos... Entonces usted irá hásta su asiento maldiciendo en su interior, pero con una sonrisa en los labios al ver que no es a usted al único que le toman el pelo y timan una peseta, y como resulta que la gente no dice nada, ya no sabe si mirar al techo del microbús en busca de una cámara de objetivo indiscreto, y en ese caso hay que salir en televisión sonriendo, ¡pues faltaría más!

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