Centenario del nacimiento de Eduardo Marquina

Hoy se cumple el centenario del nacimiento de Eduardo Marquina, uno de los poetas más personales de su tiempo y encarnación genuina del teatro clásico trasplantado al siglo XX, que hizo hablar tras las candilejas grandes personajes de la España del Cid y de los Austrias. Eduardo Marquina nació el 21 de enero de 1879, en Barcelona, donde estudió Derecho y Filosofía y Letras. Fue redactor del diario La Publicidad y colaboró en varias publicaciones barcelonesas, sobre todo en Pel& Ploma y Joventut. A pesar de que sus grandes éxitos fueron escritos en castellano, mantuvo siemp...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Hoy se cumple el centenario del nacimiento de Eduardo Marquina, uno de los poetas más personales de su tiempo y encarnación genuina del teatro clásico trasplantado al siglo XX, que hizo hablar tras las candilejas grandes personajes de la España del Cid y de los Austrias. Eduardo Marquina nació el 21 de enero de 1879, en Barcelona, donde estudió Derecho y Filosofía y Letras. Fue redactor del diario La Publicidad y colaboró en varias publicaciones barcelonesas, sobre todo en Pel& Ploma y Joventut. A pesar de que sus grandes éxitos fueron escritos en castellano, mantuvo siempre su vinculación con las letras catalanas; en un principio porque, adscrito al movimiento modernista, escribió algunas obras en catalán, como el poema L'hivern y el drama Emporium (1906), musicados por Morera; y más tarde, al traducir varias obras de Guimerá, Gual, Sagarra y Soldevila.A partir de 1898 publicó sus primeros libros de poesía en castellano: Jesús y el diablo, Odas, Las vendimias, Eglogas y Elegías, en los que consigue compaginar los elementos estéticos modernistas y los de raíz clásica. Alentado por Ruperto Chapí estrenó en la capital de España un poema dramático en tres actos, El pastor, mal acogido por crítica y público, lo que produjo un hondo trauma en el autor que prometió no volver a los escenarios. No cumplió su promesa y en 1902 estrenó, con el maestro Gay, la zarzuela El agua mansa y en años sucesivos, La vuelta del rebaño, El delfín, Rincón de la montaña y La monja Teodora. No constituyeron grandes éxitos, pero su aceptable acogida convirtió a Marquina en un escritor conocido.

Contrajo matrimonio con Mercedes Pichot, y en 1904 nació, en Barcelona, su único hijo, Luis, luego director de cine, y desde hace varios años alejado de su profesión por una delicada enfermedad.

Antes de fijar su residencia en Madrid, en 1907, Marquina es corresponsal en París de la revista madrileña España Nueva, de la que fue redactor jefe. En 1908 consiguió su primer gran triunfo, con Las hijas del Cid. La Real Academia Española le consagró al concederle el Premio Piquer. Es el comienzo de su fama como autor teatral. María Guerrero le estrenó en el Español (1909) Doña María la Brava, que supone otro gran éxito, precursor de su obra maestra, En Flandes se ha puesto el sol (1910), representada en Madrid durante cuatro años seguidos.

En esa época, sus nuevos libros de poesía - Vendimión, Canciones del momento, Tierras de España y Juglarías- marcan su evolución hacia una postura menos esteticista. En teatro continuó su preferencia temática por los dramas históricos en verso: La alcaldesa de Pastrana (1911), El rey trovador (1912), El Gran Capitán (1916), Teresa de Jesús (1933) y La Santa Hermandad(1939), con indudables aciertos de recreación ambiental.

Escribió también algunas comedias: Cuando florezcan los rosales (1914) y El camino de la felicidad (1929). El drama Don Luis Mejía, escrito en colaboración con el novelista cubano Hernández Catá, es una versión de Don Juan desde la perspectiva de su antagonista. Con su discípulo predilecto, Luis Fernández Ardavín, escribió Rosa de Francia.

Alcanzaron numerosas representaciones y fueron del repertorio de las mejores compañías españolas La ermita, la fuente y el río, El monje blanco, Fuente escondida y, sobre todo, María la viuda.

Eduardo Marquina fue elegido miembro de la Real Academia Española de la Lengua para ocupar el sillón «G», vacante por la muerte de Pedro de Novo y Colsón.

Además de las traducciones del catalán, Marquina vertió al castellano obras de los franceses Pierre Benoit, Frangois de Curel, Gerbidon y Armont y Denys Amiel; de los italianos Nicodemi, Pirandello y De Forcauo; y Elektra, del alemán Hugo von Hofmannsthal.

Al estallar la guerra española, Marquina estaba en Buenos Aires y allí, bajo el título Yo y los días, publicó una serie de artículos autobiográficos en la revista Caras y caretas. Incorporado a la zona nacional, fue nombrado presidente de la Junta Nacional de Teatros y Música y de la Sociedad General de Autores.

En junio de 1946 se le nombró embajador extraordinario para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente de Colombia, Mariano Ospina Pérez. Fue requerido para dar conferencias en varias capitales iberoamericanas y Nueva York. Cuando se disponía a ambarcar rumbo a España murió de infarto de miocardio en la capital neoyorquina, el 21 de noviembre de 1946.

En 1964 se publicó su autobiografía, Días de infancia y adolescencia.

Archivado En