Tribuna:Ante las elecciones constituyentes del domingo en Bélgica / 2

Si el voto no fuese obligatorio, el 46 %, de los belgas se abstendría

La importancia de las actuales elecciones constituyentes belgas contrasta abiertamente con, el desinterés que los sondeos de opinión revelan sobre el electorado belga, que afronta el próximo domingo la primera etapa de una reestructuración profunda del Estado, en marcha hacia una federalización. escribe hoy sobre Valonia, la importante región sureña belga, donde se ha creado un frente francófono contra el norte flamenco.

Las elecciones generales de mañana, domingo, en Bélgica, cuya principal característica radica en elegir Cámaras constituyentes para una reforma de sesenta artículos de...

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La importancia de las actuales elecciones constituyentes belgas contrasta abiertamente con, el desinterés que los sondeos de opinión revelan sobre el electorado belga, que afronta el próximo domingo la primera etapa de una reestructuración profunda del Estado, en marcha hacia una federalización. escribe hoy sobre Valonia, la importante región sureña belga, donde se ha creado un frente francófono contra el norte flamenco.

Las elecciones generales de mañana, domingo, en Bélgica, cuya principal característica radica en elegir Cámaras constituyentes para una reforma de sesenta artículos de la Constitución, moviliza poco al ciudadano belga. Tal desinterés es, quizá, punto común entre flamencos y valones, que acudirán sin falta a las urnas.Aunque un sondeo reciente del diario La Libre Belgique indicaba que si el voto no fuese obligado el 46 % de los belgas se abstendría.

Sin embargo, el voto de este 17 de diciembre es, probablemente, uno de, los más importantes para el futuro de Bélgica. Se juega el posible paso a un federalismo que conceda más autonomía a flamencos y valones. Si en la parte flamenca del país la hegemonía política pertenece a los socialcristianos, en el Sur, valón, son los socialistas (34 escaños en el Parlamento) los que controlan la mayoría en varias provincias y en ciertos ayuntamientos de la capital belga, Bruselas.

De cerca siguen los socialcristianos valones, con veinticuatro diputados; los liberales, con catorce diputados; los defensores de una región para la aglomeración de Bruselas, el FDE, con once diputados, y los partidarios de una Valonia autónoma, el RW (con cinco diputados). También el pequeño Partido Comunista belga obtiene sus únicos escaños (dos) en territorio valón y bruselense.

Un frente francófono, para Valonia

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Valonia, territorio centroeuropeo, cuna de la revolución industrial, vive hoy un período de aguda crisis económica. Denominada le pays noir (el país negro) por sus numerosas minas de carbón e instalaciones siderúrgicas, Cuenta actualmente con una recesión y pérdidas de empleo más importantes que Flandes o Bruselas. El nuevo plan de reestructuración siderúrgica para Valonia supone la pérdida de 6.000 empleos, en un sector que ocupa a 46.000 personas.

Feudo tradicional de los socialistas, apoyados por el potente sindicato de la misma inspiración ideológica, la FGIB (un millón de afiliados) el PS espera ganar posiciones. En la ciudad de Lieja rozó la mayoría simple en las últimas elecciones, con casi el 50% de votos.

Con mítines multitudinarios, algunos en presencia del líder socialista francés Michel Rocard, los socialistas francófonos -recientemente separados, en dos partidos independientes, de sus homólogos- basan su campaña en la denuncia a los flamencos. Dirigen duros ataques contra el ex primer ministro, Leo Tindemans, líder del CVP, y denuncian también el peligro de un Estado CVP. Es decir, fundamentan su programa en la virtual preponderancia de los socialcristianos flamencos. A todo ello se añaden sus promesas de solución para la crisis económica valona. La semana de 36 horas, pedida por los sindicatos, figura en su programa electoral, pero su creciente paso por el Gobierno de coalición con socialcristianos y «regionalistas» flamencos y bruselenses, puede reducirles -la clientela electoral.

Henry Simonet, actual ministro de Asuntos Exteriores en el Gobierno saliente, es una de las figuras más populares y quizás un futuro primer ministro belga. Al lado opuesto de la línea socialdemocrática de Simonet («un hombre para todas las temporadas», como dicen sus carteles electorales), Ernest Glinne encarna la corriente progresista del PS belga.

Los socialcristianos francófonos, el PSC, son la segunda fuerza política valona. Cada vez más distantes de sus colegas flamencos -no por motivos ideológicos, sino por querellas lingüísticas- el PSC no dudó en formar parte del denominado Frente Francófono.

«Una respuesta contra la amenaza flamenca», dicen sus autores, «una declaración de guerra de los francófonos», replican a éstos a través de reacciones en la prensa, los flamencos.

Otra fuerza política con prestigio, pero sin demasiados diputados, es el RW (agrupación valona), cuyo presidente, Paul-Henry Gendebien, defiende ideales para una Valonia autonómica.

Los valones (4,4 millones de habitantes, en una Bélgica de casi diez) son los grandes defensores de una Bélgica federal con tres regiones (Flandes, Valonia y Bruselas) con la esperanza de contar con una región bruselense, de preponderancia francófona, donde compensar su debilidad numérica ante los flamencos. Ni que decir tiene que los flamencos rechazan tal proyecto -motivo de la actual crisis política que originó las presentes elecciones anticipadas- y que será el centro de las tareas del futuro Gobierno, con Bruselas como manzana de la discordia entre flamencos y valones.

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