Cartas al director

El cardenal de Toledo y el referéndum

El documento del cardenal de Toledo sobre el referéndum presenta muchos puntos flacos, que llevaría tiempo y espacio el rebatir.A primera vista, el principal fallo de conjunto que salta a la vista es el ignorar las ciencias humanas, especialmente la sociología. No se puede olvidar que estamos en una sociedad pluralista -guste o no-, y este hecho obliga a respetar la conciencia de todos los ciudadanos, de tal modo que, como dice el Concilio Vaticano II (D.H.6): «La autoridad civil debe proveer a que la igualdad jurídica de los ciudadanos, la cual pertenece al bien co...

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El documento del cardenal de Toledo sobre el referéndum presenta muchos puntos flacos, que llevaría tiempo y espacio el rebatir.A primera vista, el principal fallo de conjunto que salta a la vista es el ignorar las ciencias humanas, especialmente la sociología. No se puede olvidar que estamos en una sociedad pluralista -guste o no-, y este hecho obliga a respetar la conciencia de todos los ciudadanos, de tal modo que, como dice el Concilio Vaticano II (D.H.6): «La autoridad civil debe proveer a que la igualdad jurídica de los ciudadanos, la cual pertenece al bien común de la sociedad, jamás ni abierta ni ocultamente, sea lesionada por motivos religiosos, ni que se establezca entre ellos ninguna discriminación. » El señor cardenal cita los textos del Vaticano II que favorecen a su pensamiento, pero silencia otros textos -como el recién citado-, que matizan mucho más la enseñanza de la Iglesia, de acuerdo a la realidad sociológica.

Supuesto este desconocimiento de la sociología, por el que se discriminaría «la igualdad jurídica de los ciudadanos... por motivos religiosos» en el caso de una Constitución tan cristiana como el cardenal pretende, no sorprende que todo el documento cardenalicio se mueva en un terreno tan ideal y lejano de la realidad actual española, que hasta choca con el mismo Jesucristo, cuyo elevado programa salvador no le llevó nunca a cerrar los ojos ante la realidad sociológica de su tiempo y medio social, adoptando una postura permisiva ante la compleja realidad, dentro de la cual se movía.

Y si miramos a la pedagogía de Dios, ¿no es una pedagogía permisiva cuando permite, tolera o cuenta con el pecado del hombre, el mayor mal teológicamente hablando?

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Entonces, ¿por qué pretender que en la España de hoy se aspire a una Constitución que, por tener en cuenta en tal elevado porcentaje a los ciudadanos cristianos, rebaje a ciudadanos de segunda o tercera categoría a los no cristianos?

Por otra parte, la Constitución no omite a Dios, porque sus arirmaciones incluyen necesariamente una referencia básica a principios que tienen su raíz en Dios, en Jesúcristo y en la revelación.

Las comparaciones de la manzana podrida y el aire contaminado habría que empezar por aplicarlas a la Iglesia, en la que ciertamente no se respira un aire puro de santidad, viéndonos obligados a respirar los creyentes un aire malsano.

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