"El ejecutor de la autoridad no debe ser un mero técnico de la coacción"
«El ejecutor de la autoridad del Estado debe ser un instrumento fino y bien preparado para entender a los demás, y no un mero técnico de la a coacción», afirmó el profesor Tierno Galván, presidente de honor del PSOE, en la conferencia que sobre «Las funciones coactivas del Estado» pronunció ayer en el Ateneo de Madrid, en la apertura de un ciclo organizado por la Asociación Profesional de Policía.
Tras la introducción del ciclo por el presidente de la Asociación, Carlos Cabrerizo, el conferenciante resaltó en primer lugar la necesidad de que los ciudadanos adquieran confianza en el Esta...
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«El ejecutor de la autoridad del Estado debe ser un instrumento fino y bien preparado para entender a los demás, y no un mero técnico de la a coacción», afirmó el profesor Tierno Galván, presidente de honor del PSOE, en la conferencia que sobre «Las funciones coactivas del Estado» pronunció ayer en el Ateneo de Madrid, en la apertura de un ciclo organizado por la Asociación Profesional de Policía.
Tras la introducción del ciclo por el presidente de la Asociación, Carlos Cabrerizo, el conferenciante resaltó en primer lugar la necesidad de que los ciudadanos adquieran confianza en el Estado, en cuanto éste es depositario del poder y encargado como tal de velar por los intereses y la seguridad del pueblo.Para poder ejercer esa autoridad, el Estado es coactivo por naturaleza y ejerce su coacción mediante leyes. Aunque en la utopía se puede pensar en la desaparición del Estado, en la realidad presente su destrucción nos llevaría a la guerra de todos contra todos, porque la experiencia dice que cuando el Estado se debilita la estructura social se resquebraja.
Dijo después que el Estado es mediador entre el individuo y la sociedad, y ejerce su poder coactivo como una mediación. «Así -agregó- los funcionarios que llevan a la práctica esa mediación deben tener una alta conciencia de lo que hacen, porque de otro modo se quedan a la altura de coaccionadores, persecutores o verdugos», lo cual ha ocurrido frecuentemente a lo largo de la historia, aunque hoy en España crece entre los funcionarios cada vez más esa convicción.