Reportaje:La crisis de Irán, una amenaza para la paz mundial / 3

Por Dios, por el pueblo, los chiitas contra el sha

Nada parece más difícil para Europa y sus embajadas, y las españolas no son una excepción, que penetrar el mundo islámico, llegar a conocerlo y más aún entenderlo. Durante la guerra de Argelia por su independencia, mientras el Gobierno francés combatía a los guerrilleros del FLN por creerlos -entre otras cosas- comunistas, los comunistas y socialistas franceses se solidarizaban con su Gobierno porque les aterrorizaba el fanatismo religioso que ellos creían ver en el FLN, que en vez de combatir bajo la bandera de Marx se recluía en el Islam y el Corán. Todavía hoy nuestro Gobierno se tira de lo...

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Nada parece más difícil para Europa y sus embajadas, y las españolas no son una excepción, que penetrar el mundo islámico, llegar a conocerlo y más aún entenderlo. Durante la guerra de Argelia por su independencia, mientras el Gobierno francés combatía a los guerrilleros del FLN por creerlos -entre otras cosas- comunistas, los comunistas y socialistas franceses se solidarizaban con su Gobierno porque les aterrorizaba el fanatismo religioso que ellos creían ver en el FLN, que en vez de combatir bajo la bandera de Marx se recluía en el Islam y el Corán. Todavía hoy nuestro Gobierno se tira de los pelos en períodos alternos con Marruecos Y Argelia sin haber logrado trascender la idiosincrasia, para él críptíea, de nuestros vecinos.

En Irán, donde el 90% de la población es chiita, este desconocimiento es mucho mayor porque ahora ya no son los europeos, sino los americanos con sus computadoras y sus máquinas electrónicas los que asumen la responsabilidad de interpretar en «beneficio» de Occidente lo que ocurre en un país donde la mayoría pertenece al chiismo, una de las sectas menos conocidas del Islam. Sin embargo, es indispensable conocer el marco filosófico-político en que se desenvuelve ese chiismo, porque no parece exagerado decir que Irán pudiera dar origen a una tercera guerra mundial, o cuando menos a una guerra regional que a causa del petróleo fundamentalmente podría poner de rodillas a medio mundo occidental.Nada de lo que ocurre en Irán debe -en determinadas condiciones, naturalmente- poner en peligro ni la alianza de ese país con Occidente ni los suministros de petróleo, como tampoco las enormes posibilidades de cooperación económica y tecnológica. Evidentemente se trata de una cooperación entendida como tal y no como despojo y servidumbre, que es lo que la dinastía de los pahlevis han permitido hasta ahora.

Se puede apostar aún al mantenimiento del sha en el poder gracias a los militares y a un baño de sangre o una componenda de tipo civil. La revolución nacionalista y liberal frustrada tres veces -en 1921, cuando un general de cosacos entroniza a los pahlevis; en 1953 cuando los liberales de Mossadegh querían nacionalizar el petróleo y fracasaron, y en 1962, cuando el clero clifita quiso remitir al sha al Papel que le concedía la Constitución- se abrirá camino de una manera o de otra porque lo retrógrado en Irán no es la rebelión de los ehiitas, sino el pillaje y la opresión en que vive el país entero.

Por una monarquía constitucional

La Constitución de 1906, aún vigente, estipula ensus artículos 45 y 46 que «el rey está exento de responsabilidades. Los ministros de Estado son responsables ante las Cámaras de todos los asuntos. Todos.lols decretos y disposiciones reales sólo entrarán en vigor cuando los firme el ministro del ramo competente, que es responsable de la justeza del decreto o disposición».El sha es hoy el Estado, el Gobierno, el Ejército, el poder económico y político. En ello radica la violenta oposición a la mo,narquía del clero chiita. El poder y la influencia sobre las masas de estos últimos se explica no como un auge de la religiosidad, sino porque las mezquitas, en medio del debilitamiento constante de todas las otras instituciones políticas bajo los pahlevis, se han convertido en instituciones político-religiosas, las únicas capaces por otra parte de movilizar al pueblo.

Esto ha sido posible también por las propias características del chiismo. Los chiitas, que siempre fueron minoritarios en los Estados islámicos, perseguidos y reprimidos en la mayoría de ellos, consideran a Al¡ Ibri Abí Taleb, sobrino del profeta Mahoma, he,redero y sucesor inmediato de éste. De Al¡ descienden a su vez los doce imanes, que deben ser los doce modelos de conducta que garanticen al creyente la vida eterna. Ali, primer imán clifita, fue sucedido por otros once imanes, sus descendientes varones. El último, «Mehdi» Mohamed, no dejó descendencia masculina y con él comienza -una larga «ausencia» que terminará cuando su retorno anuncie el reino de «la justicia y la redención». Hasta ese día, la dirección de los chiitas, que se consideran una comunidad supranacional, corresponde a los vicarios del imán, los ayatollahs. Estos pueden cumplir esa función colectivamente o, como es el caso hoy con Ruhollah al Mussaui al Khomeini, uno de ellos destaca sobre los demás y es el líder. A ese liderazgo se llega de una manera realmente democrática: aquel que cuenta con más partidarios es el guía.

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El chiismo se convirtió en religión del Estado en el siglo XVI con los safavitas, que quisieron así cohesionar al país frente a los otomanos sunitas. El clero chiita fue decisivo para la elaboración de la Constitución de 1906, aún vigente mediante la cual optan por una monarquía constitucional y colaboran con el poder para sentar las bases de instituciones políticas modernas como el Parlamento, el sufragio universal, el Gobierno civíl y el pluralismo.

La doctrina chiita deja al criterio del pueblo la selección de las instituciones que habrán de gobernarle. Esta es la razón principal por la cual la ola de manifestaciones contra el sha les llevó a exigir un referéndun sobre la monarquía. El chiismo ha contado con grandes reformadores humanistas y progresistas. Como doctrina propugna que la «sabiduría» y la realidad tienen precedencia sobre la tradición. Jamal ed Din Asad Abadi combatió la utilización del determinismo por la dinastía de los qajars para afirmar su poder autoritario, e intentó demostrar que la divinidad desemboca en tres principios fundamentales: libertad, igualdad social y solidaridad humana. Otro reformador, Hassan Hanafi, escribía que «para mejorar .el mundo los hombres deben regirse por las leyes como las de la naturaleza y la vida social», y que por el contrario no todo está previsto de antemano, como pretendían los reyes, sino que el futuro hay que labrarlo.

Justicia social, una reivindicación preferente

El sunismo se basa en tres dogmas principales: - «Dios es sólo uno, revelación y juicio final». Los chiitas añaden otros dos: «justicía, e imanado». Para los chiitas Dios existe sólo si es justo y justiciero. El primer imán Ali decía: «No seas opresor ni oprimido. Combate a los opresores y no te resignes ante la opresión.»Estas enseñanzas llevaron a los chiitas en los siglos XIX y XX a oponerse al zarismo y al bolchevismo, ambos expansionistas. Con la misma dedicación combatieron a los británicos, apoyaron la nacionalización del petróleo por Mossadegli, y han luchado en los últimos veinticinco años contra el poder absoluto de Mohamed Pahlevi. Sostienen que el poder de Irán está en su cultura y no en su Ejército y se han opuesto a la occidentalización forzada y a veces ridícula que le han impuesto sha Reza y sha Mohamed. En 1935 se enfrentaron a sha Reza que acababa de decretar, para enfatizar la occídentalización -del país, el uso obligatorio para los hombres,del sombrero de fieltro inglés. Los chiitas de Mashad se negaron a obedecer, y el sha envió contra ellos al Ejército: 835 personas fueron fusiladas aquel día.

Los chiitas iraníes consideran que el sha ha explotado esa reivindicación de la personalidad iraní y la ha presentado como xenofobia de la misma manera que ha tratado de convencer a Occidente de que si los liberales y nacionalistas estuvieran otra vez en el poder, el país caería en manos del TUDEH (Partido Comunista).

La represión y la inflexibilidad del sha ha logrado que el clero chiita radicalice no sus ideas políticas, que siguen siendo esencialmente de búsqueda de una justicia social básica y una distribución de las riquezas más equitativa, pero sí sus métodos de lucha. Hoy el más seguido de todos los religiosos, seguido incluso por Khomeini, es el profesor de teología Alí Shariatí, asesinado en Londres y enterrado en Damasco, que llegó a la conclusión de que «la insurrección armada es la actitud que más conviene a las condiciones de Irán, dado que el poder absoluto de la monarquía ha cerrado todas las otras puertas». En definitiva, la sura 13 del Corán dice: «En verdad Dios no cambiará jamás la condición de un pueblo, a menos que ese pueblo la cambie por sí mismo.»

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