Tribuna:

Empieza a completarse el reparto de Líbano entre Israel y Siria

En marzo pocas horas después de la invasión israelí en el sur del Líbano, Camille Chamoun, ex presidente de la República y dirigente de la alianza liberal-conservadora. nos sugirió en Beirut la posibilidad de un acuerdo táctico entre el presidente sirio, Hafez el-Assad y el primer ministro israelí, Menahem Begin, por el cual ambos se abstendrían de intervenir en sus respectivas zonas de influencia en el Líbano: el Norte, incluido Beirut, regentado por Assad, dueño ahí de bancos y periódicos y el Sur, hasta el río Litani en manos de Israel, por medio de los cristianos de la región.Chamoun, cuyo...

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En marzo pocas horas después de la invasión israelí en el sur del Líbano, Camille Chamoun, ex presidente de la República y dirigente de la alianza liberal-conservadora. nos sugirió en Beirut la posibilidad de un acuerdo táctico entre el presidente sirio, Hafez el-Assad y el primer ministro israelí, Menahem Begin, por el cual ambos se abstendrían de intervenir en sus respectivas zonas de influencia en el Líbano: el Norte, incluido Beirut, regentado por Assad, dueño ahí de bancos y periódicos y el Sur, hasta el río Litani en manos de Israel, por medio de los cristianos de la región.Chamoun, cuyos grupos le combate habían iniciado ya una gran operación de rearme, se mostró muy preocupado ante esa perspectiva, que a su juicio, podía terminar en poco tiempo con la precaria existencia de los cristianos y de los conservadores musulmanes en Beirut y en toda el área siria. En esos mismos días de guerra, las palabras del gran líder liberal fueron corroboradas por algunos hechos que, aunque en apariencia insignificantes, revelaban intenciones de Damasco que sólo podían responder a un entendimiento con Jerusalén. Las tropas sirias aparte de no colaborar en absoluto con los combatientes palestinos, empezaron a levantar, por ejemplo en las cercanías de Saida (o Siddon). una barrera policial en la que se estrellaban los refugiados cristianos que huían hacia Beirut de los cañones judíos. Para los sirios se trataba, evidentemente, de que esos cristianos o árabes conservadores no pudieran engrosar las filas de las huestes maronitas o chiitas de Beirut. Paralelamente, el Estado Mayor sirio en el Líbano hizo todo lo posible por interferir los planes de Sarkis de crear un nuevo ejército libanés. Dada la composición de la oficialidad y la influencia cristiana y falangista en el Parlamento, ese ejército podría servir llegado el momento no sólo para privar a los sirios del control de los palestinos -a los que Damasco utiliza indirectamente para facilitar su predominio en el Norte- sino también para compensar la presencia de los 30.000 soldados sirios e incluso poner en entredicho su predominio.

Dos meses después de terminada la guerra en el Sur, en junio, resultó muy significativo el hecho de que Israel impidiera la penetración del incipiente ejército libanés al sur de Litani. Era un ejército cristiano o por lo menos liberal, y su presencia en el terreno que los israelíes estaban abandonando no podía perjudicar los intereses estratégicos de Jerusalén.

Pero un éxito de esas fuerzas como unidades de policía sí podía vulnerar los fundamentos políticos internacionales del ejército de ocupación sirio en el Norte. En ese caso, el entendimiento -tácito o expreso- de Begin y Assad hubiera perdido base militar, y el reparto del Líbano entre Israel y Siria sería imposible.

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Las referencias a la posibilidad de ese acuerdo sirio-israelí, publicadas en esa época por este diario y otros colegas europeos y norteamericanos, motivaron inmediatamente críticas y gestos de escepticismo por parte de diversos sectores políticos de izquierda o seudoizquierda, sobre todo los simpatizantes o vinculados a los grupos palestinos o del Frente de la Firmeza. Desde entonces, Damasco ha introducido en el norte del Líbano a otros 30.000 hombres y eran cantidad de artillería pesada, que es la que está empleando ahora para arrasar las posiciones cristianas en lo que considera «su» territorío. Al mismo tiempo, el señor Assad se opone a la reestructuración del Gobierno libanés y a la creación por Sarkis (pro liberal) de un nuevo esquema de seguridad para todo el país: naturalmente, tales cambios privarían a Damasco de uno de sus mejores amigos en el actual Gabinete, el primer ministro Selim Hoss, y «eximirían» al Ejército sirio de buena parte de sus «responsabilidades».

Todo parece indicar así que el reparto iniciado en marzo -sobre bases quizás echadas en 1976, al fin de la guerra civil- se está completando ahora. El silencio de Jerusalén ante el genocidio de los cristianos de Beirut, sus aliados naturales, es más que elocuente, como lo fue el de Damasco cuando los Phantom israelíes pulverizaban los campamentos del Sur. Por esta vía, un nuevo pueblo «palestino» sin tierra, esta vez cristiano, puede empezar a aparecer en el dramático escenario de Oriente Próximo.

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