Cartas al director

Sobre la Iglesia y el Papa

Del papa Pablo VI tengo que aplaudir el justo y equilibrado editorial que su periódico le dedicaba. No así, sin embargo, las conjeturas, cábalas y perjuicios latentes y aflorantes en todo lo referente al precónclave y, sobre todo, a la figura del nuevo papa Juan Pablo I.Con respecto a éste me parece que lo que persiguen no es sino crear un estado de opinión en principio desfavorable hacia la figura del nuevo Pontífice. Las personas que más podrían conocerlo han expresado honradamente que no podían emitir una opinión y mucho menos un juicio acerca de la línea seguida en su vida pastoral para de...

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Del papa Pablo VI tengo que aplaudir el justo y equilibrado editorial que su periódico le dedicaba. No así, sin embargo, las conjeturas, cábalas y perjuicios latentes y aflorantes en todo lo referente al precónclave y, sobre todo, a la figura del nuevo papa Juan Pablo I.Con respecto a éste me parece que lo que persiguen no es sino crear un estado de opinión en principio desfavorable hacia la figura del nuevo Pontífice. Las personas que más podrían conocerlo han expresado honradamente que no podían emitir una opinión y mucho menos un juicio acerca de la línea seguida en su vida pastoral para de ahí colegir lo que ha de ser su actuación futura. Por otra parte, ¿en qué criterios con base se fundamentan para calificarlo de «decidido conservador»?

Para que un Papa prometa desarrollar una buena labor en las circunstancias actuales por las que atraviesan el mundo y la Iglesa, ¿ha de ser decididamente progresista?

Tenemos un Papa que, si en algo coinciden todos los que han emitido su opinión sobre él, es un pastor y un gran hombre de fe. Y esto es lo que necesita la Iglesia. No un hombre de transición (¿hacia qué?), ni un político, diplomático, conservador o progresista.

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Los grandes problemas que tiene la Iglesia no son dilucidar sobre el marxismo-cristianismo, cuestión esta que muchos creyentes ya han solucionado desde su libertad de conciencia y que, si no en ideología, en la praxis sana por la paz y la justicia pueden ser compatibles; o más o menos flexibles al aborto, al divorcio; éstos, con ser graves, no son los más importantes. Los problemas de la Iglesia son de otra índole, que sólo adquieten su pleno sentido desde la fe, y sólo desde ésta han de ser tratados, si no se desvirtúan. Y de la fe y desde la fe, sólo puede hablar aquel que es creyente.

Afortunadamente la Iglesia va perdiendo influencia. Dejen que la pierda. No nos preocupa. Pero si también la va perdiendo, por desgracia, en cuestiones religiosas, no se las vayamos reclamando para las políticas. No es lo suyo propio.

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