Cartas al director

La Iglesia y la enseñanza

Viene siendo frecuente la publicación en EL PAIS de cartas de uno y otro signo sobre el controvertido tema de la «libertad» de enseñanza, buena prueba de que el tema sigue siendo candente. El confusionismo existente entre los lectores, muchos de los cuales se preguntan cómo los partidos y tendencias que han luchado por las libertades se niegan, en cambio, a que exista «libertad» de enseñanza, tiene, a mi juicio, una sola causa: la impostura. Es, en efecto, una enorme y grotesca impostura el que la bandera de la libertad sea enarbolada por quienes durante tantos años, tantos siglos diría yo, la...

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Viene siendo frecuente la publicación en EL PAIS de cartas de uno y otro signo sobre el controvertido tema de la «libertad» de enseñanza, buena prueba de que el tema sigue siendo candente. El confusionismo existente entre los lectores, muchos de los cuales se preguntan cómo los partidos y tendencias que han luchado por las libertades se niegan, en cambio, a que exista «libertad» de enseñanza, tiene, a mi juicio, una sola causa: la impostura. Es, en efecto, una enorme y grotesca impostura el que la bandera de la libertad sea enarbolada por quienes durante tantos años, tantos siglos diría yo, la han coartado. Ha sido realmente una jugada maestra de la Iglesia (representante máximo de la enseñanza privada) el utilizar el término «libertad» para dar nombre a algo que nada tiene que ver con ella, creando así, en mentes recientemente abiertas al concepto, dudas que, por otra parte, son fáciles de resolver a pesar de la torpeza, real o aparente, que esa es otra cuestión, que ha demostrado la izquierda en su aclaración.Para la Iglesia, «libertad de enseñanza» significa garantía de control de las mentes, sobre todo, de las infantiles, más accesibles por su indefesión crítica a todo tipo de manipulaciones. El control mental de la infancia presupone a largo plazo el control mental de los futuros ciudadanos. La Iglesia quiere garantías de que los futuros ciudadanos, o al menos. una buena parte de ellos, interioricen desde su infancia y durante las etapas clave de su vida psíquica aquellos conceptos y actitudes que les hagan dóciles y sumisos a la ideología del poder dominante o que encarnen desde él dicha ideología.

Que esas garantías de manipulación hayan de ser sufragadas, además, por todos los ciudadanos a través de subvenciones del Estado, es decir, de todos nosotros, es algo inadmisible.

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