Discrepancias entre las escuelas de Milán y Córdoba sobre la alucinación

Con la presentación por Armando Verdiglione, presidente de la Associazione Psicanalistica Italiana- Collectivo Freudiano Semiotica e Psicanalisi de su comunicación Cómo Narciso muere por nada y la de Patrick Vincelet de otra sobre La sexualidad telealucinada se clausuró el simposio sobre la alucinación, que ha concentrado en torno a la cátedra del profesor Castilla del Pino, de la facultad de Medicina de Córdoba, a destacados psicoanalistas y psiquiatras de Lisboa, París y, especialmente, a las dos escuelas, milanesa y de Córdoba, que se centran en el profesor Lombardo y en Carlos Castilla....

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Con la presentación por Armando Verdiglione, presidente de la Associazione Psicanalistica Italiana- Collectivo Freudiano Semiotica e Psicanalisi de su comunicación Cómo Narciso muere por nada y la de Patrick Vincelet de otra sobre La sexualidad telealucinada se clausuró el simposio sobre la alucinación, que ha concentrado en torno a la cátedra del profesor Castilla del Pino, de la facultad de Medicina de Córdoba, a destacados psicoanalistas y psiquiatras de Lisboa, París y, especialmente, a las dos escuelas, milanesa y de Córdoba, que se centran en el profesor Lombardo y en Carlos Castilla.

Quedó clara cierta divergencia en los puntos de vista metodológicos entre ambos colectivos.Las comunicaciones presentadas por la escuela de Psiquiatría de Córdoba lo han sido colectivamente, en dos grupos de trabajo, incidiendo más en el nivel formalista como condición previa para el análisis de los contenidos del proceso alucinatorio y considerando, quizá, como aspectos más tradicionales de los afrontados por el colectivo, milanés a la psiquiatría -tanto la clásica como la freudiana- que es necesario tratar primero la estructura del fenómeno, y luego, una vez bien delimitada, proceder a la interpretación de su contenido. En esta línea, uno de los grupos ha hecho un análisis muy meticuloso sobre las deformaciones alucinatorias y delirantes del self, del concepto de identidad, del sí mismo (Beltrán y otros), mientras que otro equipo (Rivas y otros) ha tratado del proceso mediante el cual se verifica la alucinación a través de la metafonización y metonimización en el camino de la simbolización que representa el acto alucinatorio. La ponencia presentada por el profesor Castilla del Pino, La alucinación negativa, nace del desarrollo de una nota al pie de Freud, nunca atendida hasta ahora, donde precisaba que «la interpretación de las alucinaciones positivas tendría que empezar por la interpretación de las alucinaciones negativas». «Una alucinación negativa -vino a decir el profesor Castilla- es, en síntesis, la no misión de mucho de lo que hay en un campo perceptual; ¿Por qué no es visto? (la alucinación positiva, estrictu sensu, es ver lo que no hay). Estudiada por el maestro de la escuela psiquiátrica de Córdoba, la alucinación negativa se mostró cómo ella cumple un cometido económico en la vida psíquica habitual, de forma que gracias a que no vemos gran parte de la realidad-entorno podemos concentrar nuestra atención sobre un determinado punto de la realidad. A la vez que un cometido económico estamos censurando gran parte de lo que no nos interesa ver.

El colectivo freudiano de Semióticas y psicoanálisis (Vía Crivelli, 15, Milán), que presentó sus comunicaciones el domingo, nació en 1973 ante la exigencia de un debate que situara al pensador de un modo diferente con respecto a las prácticas académicas usuales. A través de la contribución de psicoanalistas, psiquiatras, filósofos, semiólogos y otros trata de hallar la salida del callejón inexorable en que se sitúa la aproximación meramente universitaria a los textos de Marx, Freud y otros, que sustancia el saber en los propios textos. En el transcurso de sus encuentros, de alguna manera se toca el nudo que enlaza psicoanálisis y política a través de la confrontación del desacomodo de la sociedad, en especial la que se enmarca en una situación histórica específica y compleja como es la italiana. Los temas en debate no pretenden hacer la exégesis de un texto, sino aportarlo sólo como material para afrontar la práctica de la palabra, sin la instauración de una jerarquía del saber del propio texto, que actúa de catalizador. Esta no sacralización de los textos otorga una dimensión analítica que se acentúa en la crítica de la práctica de la interrogación, sobre la que se funda la filosofía, la lógica y la semántica, expulsando la materia no semiologizable, el sexo.

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