Cartas al director

Cuánto trabaja un maestro

La carta de Fernando Gálvez en EL PAIS (27-4-78) me ha dejado estupefacto. ¡Lástima que este breve espacio no facilite una respuesta exhaustiva a los graves errores en que usted incurre! Sus observaciones, evidentemente, están en esa línea de ingratitud por parte de muchos padres o de injusticia por parte del Gobierno con relación a la situación de marginación en que se encuentran los profesionales de la enseñanza.En su carta toma como ejemplo a las profesiones que llama «no privilegiadas», y nos acusa (y nos menosprecia) preguntando: «¿Cuántas horas reales trabaja un maestro al año?»...

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La carta de Fernando Gálvez en EL PAIS (27-4-78) me ha dejado estupefacto. ¡Lástima que este breve espacio no facilite una respuesta exhaustiva a los graves errores en que usted incurre! Sus observaciones, evidentemente, están en esa línea de ingratitud por parte de muchos padres o de injusticia por parte del Gobierno con relación a la situación de marginación en que se encuentran los profesionales de la enseñanza.En su carta toma como ejemplo a las profesiones que llama «no privilegiadas», y nos acusa (y nos menosprecia) preguntando: «¿Cuántas horas reales trabaja un maestro al año?»

En primer lugar, las horas que la escasa edad de su hijo permiten. No le creo a nadie tan inhumano fue pretenda someter a su hijo a un horario de trabajo de persona adulta, privándole del inexcusable derecho al juego, a la distracción o a la tranquilidad en casa.

En cuanto al maestro, se debe saber que desde las nueve de la mañana hasta las cinco o las seis de la tarde está sometido al horario del colegio, cuando muchos, tal, vez, gozan de una jornada intensiva. Después de ese horario, con un sueldo de 25.538 pesetas, todavía ha de recurrir al pluriempleo y a las clases particulares.

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Y no piense que acaba ahí nuestra jornada: faltan las correcciones de ejercicios o evaluaciones en casa, o la programación para la clase del día siguiente. Nadie nos retribuirá este trabajo. Más aún: yo no debo enseñar a su niño los conocimientos que adquirí en el año cincuenta, he de actualizarme, y ello se llevará otra parte de mi tiempo libre. Tampoco estas horas me serán remuneradas.

Y no quisiera acabar sin recordar que el común de los ciudadanos, probablemente, acaban su trabajo más o menos en paz, mientras el maestro se irá a casa con la tensión, los nervios o la preocupación de haber hecho aprovechar el tiempo a sus cuarenta (cuando menos ) niños en clase.

¡Qué poco se sabe de enseñanza! Poco del trabajo de un maestro y poco se valora, quizá, el trabajo de un maestro. La culpa es de un Gobierno que siempre ha regateado Con cicatería y mezquindad un sueldo justo y una dignidad profesional para el maestro.

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