Debate constitucional

Todos los grupos parlametarias defendieron el consenso en torno a la Costituición

La moderación política fue el tono del debate -iniciado ayer en el general sobre la Constitución seno de la Comisión de Asuntos Constitucionales y libertades públicas del Congreso de Diputados- al menos. en lo que se refiere a las cuatro grandes fuerzas parlamentarias: UCD, PSOE, PCE y AP. Comunistas y aliancistas encargaron a sus principales líderes -Carrillo y Fraga- la ex posición de su actitud positiva ante la Constitución; centristas y socialistas reservaron, en cambio, a sus líderes políticos y encomendaron a sendos expertos, Herrero y Peces Barba, la defensa de los respectivos puntos de...

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La moderación política fue el tono del debate -iniciado ayer en el general sobre la Constitución seno de la Comisión de Asuntos Constitucionales y libertades públicas del Congreso de Diputados- al menos. en lo que se refiere a las cuatro grandes fuerzas parlamentarias: UCD, PSOE, PCE y AP. Comunistas y aliancistas encargaron a sus principales líderes -Carrillo y Fraga- la ex posición de su actitud positiva ante la Constitución; centristas y socialistas reservaron, en cambio, a sus líderes políticos y encomendaron a sendos expertos, Herrero y Peces Barba, la defensa de los respectivos puntos de vista, en la que asomaron las discrepancias mantenidas por ambos en el seno de la ponencia, cubiertas durante meses por el manto de la confidencialidad.

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La coincidencia del Día de Europa restó solemnidad al comienzo de la discusión constitucional. Antes de iniciarse la sesión matinal, los diputados fueron invitados a asistir, en el exterior del palacio de las Cortes, al acto conmemorativo de la fecha, que consistió en que el presidente de la Cámara, Fernando Alvarez de Miranda, izó la bandera europea que, junto a la española y flanqueadas ambas por los leones de las Cortes, habían sido instaladas ante la puerta principal del edificio.El presidente de la Comisión, el ucedista Emilio Attard, quiso inmortalizar también el comienzo de los debates a través de un discurso de factura retórica y con ribetes forenses, tras asegurar que sus palabras carecerían de dramatismos y que no caería en «parlamentarismos castelarinos». El señor Attard trascendentalizó el momento histórico que suponía la reanudación -según dijo- del «tracto» sucesivo constitucional tantas veces interrumpido en nuestra patria».

En su parlamento, el señor Attard, al aludir a la deseada aceptación de la Constitución por parte de sus destinatarios, incluyó una referencia a las nacionalidades, término aceptado después por los diferentes oradores y sólo repudiado por Manuel Fraga («para nosotros no existe más nación que la española»). También aludió el señor Attard al necesario consenso sobre una Constitución que no procede del Gobierno, sino del propio Parlamento. Cuando más tarde, al conceder la palabra al señor Fraga, el señor Attard se equivocó y dijo «tiene la palabra el señor Carrillo», el líder de AP se volvió hacia el presidente de la Comisión y le dijo, sonriente: «Es el comienzo del consenso...»

Las intervenciones más políticas fueron precisamente las de Fraga y Carrillo. Este último, sin renunciar a las metas revolucionarias de su partido («instaurar una sociedad socialista, sin explotadores ni explotados»), construyó una pieza oratoria, modelo de pragmatismo político. Reconoció la hostilidad inicial de los comunistas hacia la figura del actual jefe del Estado, «que aparecía como heredera de la pasada dictadura» e hizo una velada alusión a los socialistas que, «mejor informados o más oportunistas», parecían entonces aceptar la, mientras que ahora juegan a «amagar, y no dar.». Los comunistas, en cambio, «abrimos un crédito de confianza a un hombre joven que da muestras de identificarse más con la España de hoy que con la del pasado». El argumento supremo de Carrillo para está actitud es que luchando por la república no se obtendría ésta y, además, se perdería la democracia.

En general, el juicio de Carrillo sobre el anteproyecto de Constitución fue globalmente favorable, si bien anunció la defensa de enmiendas en temas tales como el lock out, autonomías y otros. Manuel Fraga, en línea también de realismo, aunque evidentemente desde otra perspectiva, pidió que no se pretendiera hacer de la Constitución el programa de una jauja imposible, y llevó al debate el espiritualismo de su grupo, al conceder prioridad a las cuestiones religiosas y morales sobre las económicas y políticas. «Nosotros creemos -dijo- que para que resuenen los yunques no han de enmudecer las campanas. »

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El discurso de Fraga, bello y bien construido, evitó las aristas y tendió a la consolidación del consenso, sin renunciar a los postulados básicos de Alianza Popular en lo que se refiere a la unidad de España, el orden público, la economía de mercado y otras cuestiones esenciales.

Disputa entre expertos

Las primeras intervenciones de la mañana fueron las de Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, por UCD, y Gregorio Peces-Barba, por el PSOE. A través de ellas pudo percibirse lo que será a lo largo de los debates la clave del enfrentamiento entre las dos fuerzas parlamentarias Je mayor entidad, entreverada con el atisbo de un enfrentamiento personal entre expertos.

El rechazo por Herrero de la utopía llevó a Peces-Barba a criticar la intención de «divinizar la palabra» y denunció el peligro, citando a Maritain -no sospechoso. dijo-, de vaciar de contenido la Constitución y convertirla en una norma tecnocrática.

El señor Herrero atacó al anteproyecto de «prolijo, largo y retórico» -acaso pensando en algunos textos de procedencia socialista-, y el señor Peces-Barba, recogiendo la pelota, señaló la necesidad de aligerar de retórica el artículo segundo, apuntando sin duda hacia su origen centrista.

El tema de la Monarquía no suscitó polémica entre UCD y PSOE. El señor Herrero -que canstruyó una pieza oratoria de buena factura- resaltó la triple misión moderadora, arbitral y simbólica de la Monarquía, mientras que el señor Peces-Barba destacó que el voto particular socialista a la forma de Estado significaba un servicio a la comunidad, por cuanto dejaba sentado que ningún poder se encuentra enraizado fuera de la Constitución ni responde «ante Dios y la historia».

En todo caso, centristas y socialistas afirmaron su voluntad de consenso, si bien estos últimos entendiéndolo como la necesidad de que con esta Constitución puedan gobernar todos. «Todos aquellos -añadió sentencioso el señor Peces-Barba- a los que la voluntad popular lleve al poder. »

Intervención de las minorías

En la sesión de la tarde, los grupos parlamentarios más minoritarios, Socialistas de Cataluña, Minoría Catalana y Grupos Mixto y Vasco, a través de su máximas figuras, también aportaron sus puntos de vista al debate general.

Joan Reventós, en nombre de los socialistas catalanes, expuso más bien el ideal constitucional de este grupo, que incluye la posibilidad de una transición legal al socialismo. El portavoz de los socialistas catalanes calificó de matízada la conformidad de su grupo con el anteproyecto de Constitución.

El portavoz de la Minoría Catalana, señor Roca Junyent, por su parte, se mostró de acuerdo con el tratamiento dado en el anteproyecto a los temas políticos básicos: definición de España como Estado social de Derecho, Monarquía parlamentaria como forma de gobierno y adecuado equilibrio entre los poderes del Estado, y resaltó especialmente el hecho de que el anteproyecto esboza una estructura del Estado que acaba con el centralismo.

La intervención del profesor Tierno, en nombre del Grupo Mixto, de tono doctrinal y profesional, también insistió en que la Constitución no debe ser freno para las aspiraciones del pueblo, incluso la del socialismo, y se congratuló de que él actual texto constitucional, aunque defienda intereses de clase, no puede ser calificado de clasista.

Xabier Arzallus, finalmente, recordó que los vascos habían vivido durante siglos en el marco del pacto foral de la Corona, y sólo cuando se rompió unilateralmente surgió el llamado separátismo.

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