Reportaje:

Los grecochipriotas desconfían de Turquía

Desde el Litra Palace Hotel de Nicosia, hoy fortín de los «cascos azules» de la ONU, hasta el sector turco de la ciudad, hay unos cien metros de tierra de nadie. Entre la arboleda que circunda el camino pueden verse los edificios destruidos durante la guerra de julio de 1974, en los que se luchó hasta el último momento, incluso con cuchillos, piso por piso, y a veces, habitación por habitación. Algunas propiedades quedaron divididas en tres partes: una para turcos y turcos-chipriotas, otra para los «cascos azules», y la tercera para los greco-chipriotas. Detrás de las alambradas y de los muros...

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Desde el Litra Palace Hotel de Nicosia, hoy fortín de los «cascos azules» de la ONU, hasta el sector turco de la ciudad, hay unos cien metros de tierra de nadie. Entre la arboleda que circunda el camino pueden verse los edificios destruidos durante la guerra de julio de 1974, en los que se luchó hasta el último momento, incluso con cuchillos, piso por piso, y a veces, habitación por habitación. Algunas propiedades quedaron divididas en tres partes: una para turcos y turcos-chipriotas, otra para los «cascos azules», y la tercera para los greco-chipriotas. Detrás de las alambradas y de los muros acribillados, unos y otros continúan vigilándose, día y noche, con las metralletas siempre apuntando al «otro lado», y de tanto en tanto suena algún disparo. Pero para un europeo es imposible distinguir a un policía greco-chipriota de un policía turco-chipriota, excepto quizás por el bigote «turco»; ambos siguen usando el mismo uniforme azul, con su numeración plateada, heredada de los ingleses. Sólo hay una diferencia: para entrar en la zona «turca» hace falta un permiso especial del Ministerio de defensa; en la «griega» sólo se exige el pasaporte.Rauf Denktash, presidente de la «República Turca de Chipre», únicamente reconocida por Turquía, acaba de ultimar en Ankara las propuestas que debe presentar en las próximas horas para reanudar las negociaciones con los greco-chipriotas, «patrocinadas» por el señor Waldheim, secretario general de las Naciones Unidas. Párrafo por párrafo, el plan ha sido pensado y redactado en Ankara. «Sí, estamos quizás dispuestos a hacer algunas correcciones territoriales -le dijo a este periódico el embajador Haluk Ozgul, director del departamento de Chipre del Ministerio turco de Asuntos Exteriores-, pero no puedo dar detalles porque el proyecto aún es secreto.»

Aumentan las tensiones

«No creo -declaró hace unos días a EL PAIS, Spyros Kiprianu, sucesor de Makarios y presidente de la República de Chipre, reconocida por todo el mundo, excepto por Turquía- que una conversación con Denktash resulte ahora de ninguna utilidad.» «Los turcos -nos dice Glakos Klerides, jefe del Frente Democrático (derecha), ex ministro y ex presidente del Parlamento- intentarán satisfacer a los americanos y a la opinión pública internacional con algunas concesiones territoriales sin mayor importancia. Pero lo que en realidad quieren es apoderarse de toda la isla. Por eso tenemos que armarnos y estar dispuestos a luchar en cualquier momento.»

Desde hace tres días, las tensiones han comenzado a multiplicarse en Nicosia, y también en Atenas. Ahora las alambradas y las fuerzas de seguridad griegas y greco-chipriotas rodean los edificios de las embajadas de Estados Unidos. La izquierda griega, que reprocha al primer ministro, Constantino Caramanlis, su reciente entrevista con el premier turco, Bulent Ecevit, está organizando manifestaciones masivas de protesta contra la decisión del presidente Carter de reanudar los suministros de armas a Turquía, suspendidos por Washington tras la invasión turca de la isla. En los alrededores del hotel Hilton de Nicosia, donde a fines de febrero fue asesinado por un comando palestino el ex ministro y periodista egipcio Yussef El Sebai -lo que provocó la matanza de Larnaca y el rompimiento de relaciones entre Egipto y Chipre-, la eficiente policía greco-chipriota, entrenada por especialistas británicos, y la guardia republicana han establecido nuevos cordones de seguridad. Un estallido de violencia podría perjudicar aún más al Gobierno de Kiprianu. «Estados Unidos y Europa occidental -sugiere Vassos Lyssarides, presidente del Partido Socialista- nos abandonan. No creo que haya solución para Chipre, por el momento.»

Los comunistas acusan a Washington

Ezekias Papaioannou, secretario general del Partido Comunista (prosoviético), que con el 40% del electorado es el más importante del país, se muestra aún más combativo. Interrogado acerca de las intenciones de Washington, nos dice: «La CIA gasta mucho dinero aquí: sesenta millones de dólares sólo para luchar contra los comunistas. Washington desea la división permanente de la isla. La Casa Blanca no está muy segura de poder disponer siempre de sus bases militares en Turquía. En caso de necesidad, tratará de trasladarlas a Chipre, desde donde puede no sólo controlar la frontera soviética, sino también el Oriente Próximo. Pero para ello tiene que conseguir antes la supresión de la política de noalineación, implantada por Makarios.»

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¿Y Grecia? ¿Seguirá Grecia apoyando a Chipre? Papaioannou duda. «No lo sé -repite con una sonrisa-, verdaderamente no lo sé. Oficialmente, Caramanlis nos defiende, pero ... » El dirigente, que combatió en la guerra civil española, tampoco espera «mucho del eurocomunismo. ¿Qué es eso del eurocomunismo?», pregunta.

Papaioannou, lo mismo que todos los demás jefes de partido, respaldan la política de Kiprianu frente a Turquía y Denktash. «Todos sabemos -afirman- en qué consiste el nuevo plan turco. Ellos hablan de federación, pero lo que en realidad quieren es una confederación, con dos Estados separados y quizás la creación de una tercera zona "neutral" en Famagusta (la gran área turística de Chipre). Después se producirán "incidentes" y los soldados turcos volverán a intervenir para quedarse con toda la isla. Turquía tiene aquí más de 40.000 hombres.»

Los socialistas y comunistas, y los liberales de centro-derecha, no ocultan tampoco su preocupación ante el rompimiento de las relaciones egipcio-chipriotas, decidido unilateralmente por El Cairo, tras el aniquilamiento, por las fuerzas greco-chipriotas, del comando que Sadat envió en febrero a Larnaca para liberar a los rehenes tomados por los palestinos (dos de ellos acaban de ser condenados a muerte por la justicia chipriota). Hasta entonces, Egipto, igual que el resto del mundo árabe, apoyaba activamente la posición de Kiprianu. Pero el distanciamiento de Sadat, que llegó a calificar a Kiprianu de «enano», puede alejar también de Nicosia a otros países árabes, como Arabia Saudita y Jordania. No obstante, Kiprianu nos acaba de expresar su «confianza» en el restablecimiento de las relaciones con El Cairo y Sadat asegura, por su lado, que el «rompimiento definitivo» de los lazos diplomáticos no supone «en absoluto un cambio de posición ante el problema de Chipre».

Los refugiados

Según los cálculos greco-chipriotas, la invasión turca les ha ocasionado una pérdida económica, en tierras, fábricas y propiedades urbanas, de más de 2.500 millones de libras chipriotas (unos 7.200 millones de dólares, es decir, casi 600.000 millones de pesetas). Pero lo más grave es el problema de los 200.000 greco-chipriotas que después de la ocupación turca tuvieron que abandonar -«voluntariamente», según Ankara, u «obligados», según Nicosia- el norte de la isla, para refugiarse en el Sur con las manos vacías, especialmente en Nicosia, donde ya había graves problemas de vivienda a causa de la depresión provocada por la crisis energética. Esas 200.000 personas son hoy los palestinos de Chipre.

En ese sentido, el Gobierno de Makarios primero, y el de Kiprianu después, han llevado a cabo un gran esfuerzo económico, y lo cierto es que hoy sólo quedan alrededor de 9.000 personas sin techo. Unas 60.000 poseen ya viviendas adecuadas, y el resto vive en urbanizaciones nuevas, en la capital y en las ciudades del Sur, o en los llamados barrios transitorios -segunda fase del proyecto de «reinstalación», luego de las tiendas de campaña-, como las creadas en Tsrakileri y Oroklini, con 2.000 y 1.000 refugiados, respectivamente, que este diario ha visitado.

También se está resolviendo, poco a poco, el problema de la desocupación, del 24% tras la invasión, y ahora del 7-8%. Pero se trata -recuerdan las autoridades- de una solución precaria, porque la población greco-chipriota del Norte invadido, con muchos graduados universitarios, comerciantes y obreros cualificados, no pueden encontrar en el Sur un trabajo propiado. Para algunos, el Gobierno ha creado centros de arteanía tradicional, en los que trabajan sobre todo mujeres, con las ruecas primitivas de la isla. Así, la civilización de 3.000 años «regresa» ahora a sus orígenes.

El panorama en el Norte turco parece aún más desalentador. En una región industrial y, a la vez, en una agricultura selectiva, las fábricas siguen inactivas y los campos improductivos. Los greco-chipriotas sostienen que gran parte la maquinaria industrial ha sido llevada a Turquía. Paralelamente, más de 50.000 turco-chipriotas, que antes de 1974 vivían en el Sur, se han ido al Norte, adonde además han emigrado cerca de 40.000 campesinos de Anatolia. Ni los agricultores greco-chipriotas del Norte conocen las técnicas de los cultivos del Sur (especialmente vid y aceituna, en tierras áridas), ni los turcos de Anatolia y turco-chipriotas del Sur conocen las del Norte, llenas de huertas y frutales.

La ocupación militar del 40% del territorio chipriota -con sólo un 20-25% de población turca- arrasó además la industria turística: 470.000 visitantes en 1974; 24.000, en 1975-76, y 180.000 en 77. Los grandes hoteles de Kyrenia y Famagusta están cerrados, y si alguien quiere ir de Nicosia a Ankara (menos de una hora de vuelo), tendrá primero que traslarse a Larnaca (media hora en coche), a continuación a Atenas (noventa minutos en avión), y finalmente, de Atenas a Estambul (noventa minutos de vuelo) y de Estambul a Ankara (45 minutos). El aeropuerto de Nicosia sigue clausurado bajo el espacio aéreo turco, y el Gobierno de Kiprianu considera ilegal la comunicación directa con Turquía desde la zona turca de la capital.

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