"La ingeniería trabaja en España al 40 por 100 de su capacidad de producción"

Las empresas españolas de ingeniería pasan por su peor momento desde los años sesenta, es decir, desde prácticamente su nacimiento. El grado de ocupación media de estas empresas, según fuentes del sector, no supera el 40 %, y alrededor de 13.000 personas, la masa laboral aproximada del sector, se encuentran en un elevado grado de no utilización. Los hombres que han diseñado la mayor parte de las plantas industriales de este país en la etapa del desarrollo están casi cruzados de brazos.

Álvaro García Agulló, director general de Técnicas Reunidas, una de las primeras empresas del sector d...

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Las empresas españolas de ingeniería pasan por su peor momento desde los años sesenta, es decir, desde prácticamente su nacimiento. El grado de ocupación media de estas empresas, según fuentes del sector, no supera el 40 %, y alrededor de 13.000 personas, la masa laboral aproximada del sector, se encuentran en un elevado grado de no utilización. Los hombres que han diseñado la mayor parte de las plantas industriales de este país en la etapa del desarrollo están casi cruzados de brazos.

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Álvaro García Agulló, director general de Técnicas Reunidas, una de las primeras empresas del sector de la ingeniería, ha comentado algunos rasgos de esta aguda crisis empresarial y las posibilidades de sanear el sector.«El sector de la ingeniería nació con una fuerza espectacular. Llegó a tener 15.000 trabajadores empleados, cifra que en la actualidad ha sufrido un ligero recorte debido a la crisis económica. Durante estos años las empresas de ingeniería han trabajado con enorme intensidad, desplazando incluso las participaciones extranjeras en numerosos casos, de forma que hoy las primeras empresas del sector son íntegramente españolas. Y sería una pena que todo este esfuerzo se viniera ahora abajo.»

EL PAÍS: ¿En qué medida afecta la crisis a un sector como éste?

ÁLVARO GARCÍA: La ingeniería está en lo que podríamos llamar la cresta de la ola de la inversión, de forma que cuando se invierte en la economía, somos los primeros en notarlo, y cuando la inversión de cae, también experimentamos las consecuencias negativas antes que nadie.

EL PAÍS: ¿Qué es lo que aporta hoy la ingeniería española al sector industrial?

A. G.: La ingeniería en España comenzó a desarrollarse en los años sesenta, en base a tecnología importada, que luego se desarrollaba y adaptaba en nuestro país a las necesidades concretas de los sectores industriales. La segunda fase en la vida del sector se puede decir que comenzó en 1970, cuando hemos podido contar ya con procesos propios en algunos sectores en los que además somos competitivos a escala internacional, como algunas fases de la industria química, hidrometalurgía, fertilizantes, etcétera.

EL PAÍS: ¿Cuál es la situación en estos momentos de las empresas?

A. G.: Las empresas de ingeniería tienen una escasa flexibilidad para adaptarse a las condiciones cambiantes de la economía. La ingeniería es un sector totalmente dependiente del mercado, no hay posibilidad de hacer stocks, y la rigidez en los costes es enorme, ya que no tenemos materias primas para reducir nuestro abastecimiento y lograr, por tanto, un descenso en los costes; ni podemos reducir la capacidad productiva, que es constante. Se trabaja sólo por encargo, y éste es otro motivo por el cual, en una situación como ésta, nos vemos forzados a estar casi de brazos cruzados. El trabajo en una empresa de ingeniería es, por otra parte, muy diferente a las empresas industriales, y la motivación profesional es un elemento fundamental para el éxito de la empresa.

EL PAÍS: Ustedes hablan últimamente de declarar a la ingeniería como un sector prioritario...

A. G.: En efecto, consideramos que en un momento de crisis económica como el que atravesamos debería dársele al sector este tratamiento, porque la ingeniería es un elemento de promoción exterior de primer orden. Y lo que necesita en estos momentos el país es fomentar intensamente las exportaciones. La ingeniería es un multiplicador de inversiones y no exige grandes gastos de inversión, pues apenas tiene capitales propios.

EL PAÍS: ¿Qué se puede hacer para salvar al sector?

A. G.: Las empresas de ingeniería están en estos momentos en una situación muy difícil, trabajando en algunos casos muy por debajo del 50 % de su capacidad. Desde hace más de un año no se está contratando una sola persona, lo que es un índice de la crítica situación. Casi todas las empresas están en pura pérdida, por lo que algunas podrían hasta desaparecer. Se están haciendo, por otra parte, esfuerzos intensos para salir al exterior. Además del propio trabajo que cada empresa pueda realizar para capear la crisis, se ha hablado en varias ocasiones con la Administración para sugerir una serie de medidas que ya funcionan en otros países. Hay que tener muy en cuenta el carácter de avanzadilla del sector de la ingeniería, de tal forma que bien estimulado puede sacar de apuros a bastantes empresas industriales, que también se encuentran en situación difícil por el descenso de la demanda interna.

EL PAÍS: ¿Pero tiene la ingeniería española capacidad para competir en el exterior?

A. G.: Desde luego. Estamos vendiendo procesos industriales incluso en Europa, en donde el desarrollo tecnológico es bastante superior al nuestro. Pero la diferencia tecnológica entre España y otros países europeos no es tan grande como en otros sectores de la economía. Francia, por ejemplo, nos lleva históricamente diez años de adelanto. En donde más posibilidades tenemos es en Hispanoamérica, no sólo por el idioma, sino por el tipo de ingeniería que necesitan, que España domina desde hace algunos años. La exportación de plantas llave en mano es una de las oportunidades más claras que tenemos de fomentar nuestra presencia en el exterior y de arrastrar con nosotros muchas exportaciones de alto valor añadido.

EL PAÍS: ¿Y qué han pedido a la Administración?

A. G.: Hemos barajado una serie de posibilidades para tratar de lograr un sistema de apoyo similar al que aplican a sus ingenierías otros países más avanzados tecnológicamente. Uno de los temas que hemos hablado a la Administración ha sido la posibilidad de aplicar los programas de inversión pública previstos, que supondrían un cierto respiro al sector. De cara a la balanza comercial podríamos también profundizar en una estrategia de sustitución de importaciones, y de cara al exterior hemos solicitado una mayor desgravación fiscal a la ingeniería (como se está haciendo en otros países europeos), ampliar los plazos de los créditos a la exportación (hasta los diez años, en vez de los seis o siete que se aplican actualmente), apoyo en las actividades de marketing, para conseguir una mayor presencia en los concursos que se realizan en el exterior, etcétera.

EL PAÍS: ¿Qué porcentaje de la facturación de las empresas de ingeniería se debe a la exportación?

A. G.: Durante el año pasado hemos logrado alrededor de un 10 %, pero en 1978 estimamos que aumentará de forma considerable y podría alcanzar el 30 % de nuestra cifra de ventas total. Para interpretar esta cifra hay que tener en cuenta que las ventas nacionales han descendido notablemente.

Lo que parece irreversible es que la exportación ahora mismo no puede ser una solución para las empresas de ingeniería porque el tiempo de maduración de un contrato desde el momento que se inicia una negociación hasta que se firma puede ser del orden de dos o tres años, período que el sector no puede aguantar.

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