Un paralítico deberá abandonar la vivienda que habita desde hace veinte años

Manuel Valdivia, de 38 años de edad, paralítico, casado y padre de cuatro hijos, puede verse obligado a abandonar el piso donde vive desde hace veinte años, en cumplimiento de una sentencia de la Audiencia Provincial. Al fondo de este problema humano subyace, permitiéndolo, la deficiente legislación sobre arrendamientos urbanos.Manuel Valdivia habita un piso en el número 2 de la plaza Gabriel Miró. El contrato no figura a su nombre, sino al de un familiar cercano, aunque los recibos del alquiler, luz, portero, etcétera, los ha pagado desde hace años él mismo.

El problema surgió c...

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Manuel Valdivia, de 38 años de edad, paralítico, casado y padre de cuatro hijos, puede verse obligado a abandonar el piso donde vive desde hace veinte años, en cumplimiento de una sentencia de la Audiencia Provincial. Al fondo de este problema humano subyace, permitiéndolo, la deficiente legislación sobre arrendamientos urbanos.Manuel Valdivia habita un piso en el número 2 de la plaza Gabriel Miró. El contrato no figura a su nombre, sino al de un familiar cercano, aunque los recibos del alquiler, luz, portero, etcétera, los ha pagado desde hace años él mismo.

El problema surgió cuando el propietario comprobó que la titular del contrato, Elena Ruiz Cano, persona ya anciana, pasaba largas temporadas en el domicilio que otro familiar tiene en Córdoba, por motivos de salud.

Hace unos tres años se presentaron en el piso los abogados del propietario de la finca, a los que el señor Valdivia contó honestamente su situación irregular. Poco después se llevaba a juicio a la titular del contrato, acusada de no habitar el piso, y la Audiencia ha fallado en el sentido de que debe desalojarlo, lo que supone también el desalojo por parte de Manuel Valdivia.

La condición de impedido del señor Valdivia le hace muy difícil los traslados. Todos los días tiene que ser transportado en brazos por su mujer desde el asiento del motocarro que conduce a un pequeño quiosco de tabaco y golosinas que administra en la calle Marqués de Urquijo, esquina a Ferraz. Sus hijos acuden a escuelas cercanas, y todo su ámbito de vida cotidiana se reduce a esa zona de Madrid.

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