El malestar español

«¿Dónde está la democracia española? Tres meses después de las elecciones legislativas, esta pregunta comienza a plantearse con inquietud más allá de los Pirineos.Encabezando el escrutinio, la coalición gubernamental de la Unión de Centro parecía capaz de construir sin traumatismos el nuevo edificio jurídico, social y político que necesitaba el país. Parecía lo bastante reformista como para beneficiarse del apoyo socialista Y comunista y suficientemente inspirada en el modelo capitalista occidental como para tranquilizar al mundo financiero y al Ejército.

Durante el primer año de su man...

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«¿Dónde está la democracia española? Tres meses después de las elecciones legislativas, esta pregunta comienza a plantearse con inquietud más allá de los Pirineos.Encabezando el escrutinio, la coalición gubernamental de la Unión de Centro parecía capaz de construir sin traumatismos el nuevo edificio jurídico, social y político que necesitaba el país. Parecía lo bastante reformista como para beneficiarse del apoyo socialista Y comunista y suficientemente inspirada en el modelo capitalista occidental como para tranquilizar al mundo financiero y al Ejército.

Durante el primer año de su mandato, Adolfo Suárez había dado pruebas muy positivas y logrado superar maravillosamente la fase de transición: el desmantelamiento de un sistema franquista, cuyas resistencias posibles hacían temer a priori lo peor...

Ahora bien, desde hace algunas semanas una buena parte de la prosa y de los medios políticos se preguntan si Adolfo Suárez sigue siendo el hombre de la situación. La ausencia de programa, las reticencias de los banqueros y de los empresarios, de las centrales sindicales a las medidas de austeridad, el empeoramiento de la situación vasca, el retraso en las negociaciones sobre el restablecimiento de la Generalitat, las disensiones en el seno de la Unión de Centro, que sigue sin constituirse en un partido homogéneo tales son los reproches formulados al jefe del Gobierno.

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Suárez no ha perdido el tiempo. Ha obtenido algunos resultados positlvos, como el aumento de las reservas de cambio. Pero no le quedan al jefe de Gobierno más que algunas semanas para reafirmar su autoridad, formular un programa preciso, acertar en Barcelona con el programa preautonómico que servirá para formular la autonomía a otras regiones entenderse con el mundo de los negocios, y concluir un pacto de no agresión con las centrales obreras. Sin ello, no sólo su Gobierno perdería el crédito, sino todo el sistema democrático.

24 septiembre

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