Editorial:PRIMER SONDEO

Ganará RTVE

AL SEÑOR presidente le gustan las encuestas. Es conocido su interés por los sondeos de opinión que le facilita periódicamente el Instituto de la Opinión Pública y pocos -por no decir nadie- descartan la hipótesis de que el señor Suárez da golpes de timón a su navegación política según los estadillos de computadora que se le sirven en las mañanas, junto al primer café de despacho. Ahí, en esas aparentemente asépticas columnas de tabulaciones, bebe la política presidencial. Y no se equivoca la actual Presidencia siguiendo de cerca unas encuestas que no han tenido hasta ahora mayor yerro históric...

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AL SEÑOR presidente le gustan las encuestas. Es conocido su interés por los sondeos de opinión que le facilita periódicamente el Instituto de la Opinión Pública y pocos -por no decir nadie- descartan la hipótesis de que el señor Suárez da golpes de timón a su navegación política según los estadillos de computadora que se le sirven en las mañanas, junto al primer café de despacho. Ahí, en esas aparentemente asépticas columnas de tabulaciones, bebe la política presidencial. Y no se equivoca la actual Presidencia siguiendo de cerca unas encuestas que no han tenido hasta ahora mayor yerro histórico- serio que el Fiasco imprevisible de la elección estadounidense Truman-Dewey.Hoy, EL PAIS publica -ver páginas contiguas- un primer sondeo de opinión sobre los comicios del 15 de junio -a la vista de sólo cinco semanas- y que ofrece no pocas ocasiones de meditación. Ahora resulta que cuando se consulta científicamente y en secreto a esta sociedad la arrolladora Alianza Popular no suscita más interés que un escuálido 4,5 % de votos válidos; el Partido Comunista Español obtiene un 5% de hipotéticos sufragios.

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Son guarismos que obligan a la meditación. Por una parte, se ha enarbolado muy sutil, pero eficazmente, el fantasma del PCE para sumar votos en las casillas de la derecha autoritaria. De otro lado, a todo trapo, se ha lanzado la consigna salvadora: «Sólo el suarecismo como aglutinador de un centro político es capaz de frenar el ímpetu de unos hombres de Fraga que ya empiezan a aparecer como los hombres de Harrelson, en todo momento prestos a sacarse la chaqueta y a ganarse el favor popular desalojando gradas mediante la acción directa.»

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Es obvio que son los hombres del presidente quienes aparecen en principio como directos beneficiarios de la actitud de Alianza Popular -que recorre el país dividiéndolo por gala en dos- y, acaso, podrán ser algún día reputados de aprendices de brujos y de muñidores de tormentas en beneficio propio. Porque en gran manera el fantasma de los siete jinetes de la Alianza es obra de La Moncloa, que devenga ahora los réditos políticos del fracaso de opinión de nuestros particulares missinos.

Vemos así al centro que Suárez encabeza alzarse con la mayoría relativa (19 %) de sufragios. Hete aquí una operación electoral que cuenta con todos los medios de persuasión anejos a un Estado moderno y hasta con los aún adheridos a un Estado autocrático. Los socialistas de Felipe González les siguen a la zaga, con un 12,4 %. Unidos al Partido Socialista Popular, se situarían a punto y medio de las preferencias populares con respecto al centro. Que sirva este primer sondeo para meditación de los demócratas y de lenitivo de una desunión que deberán algún día explicar a su electorado.

Queda, por fin, un 28,4 % de los que quieren votar, pero no saben a quién, y un 10,4 % de los que aún ignoran si acudirán a las urnas. Ahí nos encontramos con casi un 40 % de españoles que van a votar en gran parte -para qué nos vamos a engañar- lo que les diga la radio y la televisión oficiales. Si se nos permite jugar a los augures tendremos que estimar que el suarismo ganará estas elecciones. En un curioso momento político-cultural de la vida española, en que inexplicablemente desciende la venta de prensa diaria y aumenta la intoxicación televisiva, quienes tengan en sus manos este último medio tienen ya en el bolsillo los votos necesarios para ser aplaudidos en las próximas Cortes. Reconozcamos la habilidad de quienes han manipulado los hilos que tenían a su alcance, pero no seamos tan torpes como para no advertir el juego de guiñol político que se nos depara.

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