Cartas al director

Contestación a Pérez Escolar

El extenso artículo de Rafael Pérez Escolar titulado «Gestión de la crisis», que ha ocupado cinco días de «Tribuna Libre», es suficientemente inteligente y contundente como para obligarnos, a los que discrepamos de sus conclusiones, a defender nuestros puntos de vista frente a los lectores neutrales.En el artículo se hace referencia continuamente al concepto de «economía libre de mercado», que, sin embargo, no aparece en ningún momento explicado. Para evitar que se convierta en «un operador filosófico» sin contenido real, hago las siguientes preguntas: ¿Se trata de las economías capitalistas c...

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El extenso artículo de Rafael Pérez Escolar titulado «Gestión de la crisis», que ha ocupado cinco días de «Tribuna Libre», es suficientemente inteligente y contundente como para obligarnos, a los que discrepamos de sus conclusiones, a defender nuestros puntos de vista frente a los lectores neutrales.En el artículo se hace referencia continuamente al concepto de «economía libre de mercado», que, sin embargo, no aparece en ningún momento explicado. Para evitar que se convierta en «un operador filosófico» sin contenido real, hago las siguientes preguntas: ¿Se trata de las economías capitalistas con un sector público raquítico anteriores a la revolución keynesiana? ¿Se refiere a las economías mixtas de los países de la OECD que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial? ¿Se da cuenta R. P. E. de que los defensores del «sistema de mercado libre», anteriores a dicha conflagración, criticaban los programas de los partidos socialistas europeos como inviables y que, sin embargo, la estructura de las economías mixtas es en gran medida la aplicación a la realidad del contenido de dichos programas? ¿No es perfectamente posible que los nuevos modelos de economía mixta que los programas de algunos partidos de izquierda sugieren se conviertan en realidad en un espacio de dos o tres décadas, al igual que ocurrió en el pasado, para resolver una crisis igualmente grave?

R. P. E. evidentemente opina lo contrario y a lo largo de sus cinco capítulos mide el resultado de la aplicación a la realidad de dichos programas con el ejemplo del modelo de «dirigismo estatal» de corte estaliniano-kosiguiniano. ¿No es muy parecida esta forma de polarizar el campo económico que utiliza R. P. E., a la que utilizan ciertos políticos de extrema derecha respecto a la inviabilidad de soluciones intermedias entre ellos y el comunismo?

Según palabrás de R. P. E. «la competencia posibilita la elaboración de los productos requieridos por los consumidores, ajusta las producciones a deseos efectivamente detectados, toma en consideración la calidad, evita despilfarros y ... ». Si esto es,así, quisiera que me explicara por qué un gran número de familias españolas medias -no sólo las pobres- se ven obligadas a vivir hacinadas, en espacios excesivamente edificados, con ausencia de escuelas y clínicas privadas dignas de tal nombre y donde los constructores privados han robado el suelo destinado a espacios verdes corrompiendo a funcionarios públicos. Además de todo esto, estas familias se ven obligadas a costear el enorme despilfarro energético que supone trasladarse diariamente a su puesto de trabajo en automóvil, dada la congestión que sufren las líneas de transportes privadas. Su ponemos que R. P. E. es consciente de que el hacinamiento en que viven gran parte de familias españolas es el resultado de la especulación del suelo. Nos preguntamos estonces: ¿es pensando en estos beneficios por lo que R. P. E. escribe «en el orden puramente productivo, los incentivos han economizado el uso de recursos»? Sin duda, es por esto que R. P. E. declara también que «la orientación hacia el bien común es inherente al modelo de economía social de mercado».

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Por último, ¿por qué a la hora de demostrar que «el binomio propiedad privada-beneficio» produce un mayor bienestar colectivo que «el binomio dirigismo estatal-propiedad pública» (recuerdo al lector que para R. P. E. las estructuras intermedias no se sostienen), no tiene más cuidado en que exista mayor homogeneidad histórico-geográfica entre los países que compara? ¿No sería más sensato comparar Cuba con México, en vez de con Holanda? ¿O a Rumania con Grecia, en vez de con Francia? La bondad de la comparación de Suiza con Albania, para demostrar la superioridad de un sistema sobre el otro, la dejo a juicio del lector.

Grupo de Economistas del PSOE

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