Religión

Tarancón pide austeridad

«Predicar la austeridad es una tarea ingrata. Sobre todo en el clima de una sociedad de consumo, en la que van aumentando constantemente las necesidades y todo impulsa a disfrutar de las crecientes ventajas y comodidades que la técnica nos ofrece y que una publicidad incontrolada nos presenta como indispensable.» Así comienza la Carta cristiana que esta semana publica el cardenal Tarancón en Iglesia en Madrid. «Pero hay momentos en la vida de los pueblos -continúa el prelado- en que la renuncia se impone como un deber social, grave e ineludible, si se quieren superar las c...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

«Predicar la austeridad es una tarea ingrata. Sobre todo en el clima de una sociedad de consumo, en la que van aumentando constantemente las necesidades y todo impulsa a disfrutar de las crecientes ventajas y comodidades que la técnica nos ofrece y que una publicidad incontrolada nos presenta como indispensable.» Así comienza la Carta cristiana que esta semana publica el cardenal Tarancón en Iglesia en Madrid. «Pero hay momentos en la vida de los pueblos -continúa el prelado- en que la renuncia se impone como un deber social, grave e ineludible, si se quieren superar las crisis económicas que pueden llevarnos a la bancarrota. Gastar más de lo que se tiene nos puede llevar al desastre. Crear ansias de posesión de una manera casi ilimitada es el medio más a propósito para hacer desgraciados a los hombres.» Más adelante, y ateniéndose al consejo de economistas, el cardenal Tarancón dice: «Me veo obligado a concluir que el momento económico actual de nuestra patria es muy difícil. Y que la gran dificultad que tenemos ahora para llevar a feliz término la evolución pacífica que, al parecer, desean la mayor parte de los españoles, es la económica.» Continúa después recordando a los cristianos que la renuncia es virtud evangélica y que en momentos difíciles, ellos deben dar ejemplo de renuncia, para «exigir que en estos momentos difíciles se tengan muy en cuenta las exigencias no sólo de la justicia, sino de la equidad más absoluta para no cargar especialmente las renuncias y los sacrificios sobre los hombres más débiles».El cardenal concluye: «Con el esfuerzo de todos no hay imposibles para los pueblos. Es necesario crear un clima adecuado para que confiando unos en otros sepamos aunar nuestros esfuerzos con este fin. A los cristianos nos impone un especial deber, en este sentido, la fe que profesamos.»

Archivado En