Tribuna:

En Chamartín, protestas al palco

Como en el último año de Miguel Muñoz, el domingo volvieron a hacer su aparición en los graderíos del Bernabéu los blancos pañuelos de la protesta. Como en las tardes más aciagas, los gritos se dirigieron al palco presidencial. La tormenta no pilló a Bernabéu porque estaba en Santa Pola. La tormenta cayó sobre Muñoz Lusarreta que, como hombre de teatro, sabe soportar el tinglado de la antigua farsa. Imparable el Barcelona y capitidisminuido el Madrid, la Liga torna tintes dramáticos. En los graderíos del Bernabéu se puede tolerar que el Madrid no vaya el primero, pero que el Barcelona se desta...

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Como en el último año de Miguel Muñoz, el domingo volvieron a hacer su aparición en los graderíos del Bernabéu los blancos pañuelos de la protesta. Como en las tardes más aciagas, los gritos se dirigieron al palco presidencial. La tormenta no pilló a Bernabéu porque estaba en Santa Pola. La tormenta cayó sobre Muñoz Lusarreta que, como hombre de teatro, sabe soportar el tinglado de la antigua farsa. Imparable el Barcelona y capitidisminuido el Madrid, la Liga torna tintes dramáticos. En los graderíos del Bernabéu se puede tolerar que el Madrid no vaya el primero, pero que el Barcelona se destaque no hay quien lo soporte. En el Camp Nou ocurre una cosa parecida, pero mientras allí cesan entrenadores y presidentes cuando es menester en el Bernabéu nada se conmueve. En el Bernabéu está todo atado y bien atado.«Mire -me dijo un día Saporta-: si nosotros le diéramos la baja al entrenador, seríamos como el Hércules o cualquier otro equipo. Un día se puso el público en pie en el Camp Nou. Yo le recomendé a Narciso de Carreras que no cesara al entrenador porqué después le tocaría el turno a él. No me hizo caso y despidió a Artigas. Después tuvo que dimitir él.»

Esta es la filosofía madridista y sólo una conmoción puede hacer variar el rumbo de la nave. Además, cuando las cosas vienen mal dadas, Bernabéu suele decir: «Que me griten a mí pero que aplaudan al equipo.» Si las cosas se ponen peor, se saca de la manga una campaña antimadridista y todo queda en calma. Los testigos de Bernabéu nunca pierden la fe. Primero porque se agarran a la historia, que es alimento espiritual que les llena, y segundo porque si no cae la Liga se adjudican la Copa.

Tras la derrota del Manzanares la directiva madridista le dio un toque de atención a Miljanic, pero no debió servir de gran cosa, porque el domingo volvió a las andadas. De entrada dejó en el vestuario a Velázquez para que jugara Guerini como centrocampista, que ya son ganas de justificar el fichaje. También, como es.norma de la casa, prefirió a Sánchez Barrios en el banquillo. Este se encargó, cuando salió al terreno de juego, de dejar mala su preparador.

En Barcelona, desde que Tarradellas le ha comido el terreno a Samaranch, las cosas han cambiado. Mientras el Barca, «más que un club», gana con facilidad fuera de casa, el Español no puede con el Sevilla. Claro que el empate de Sarriá puede tener una explicación; ya se sabe que entre los españolistas hay mucho personal del grupo de los otros catalanes. A lo mejor fue para quedar bien.

En Barcelona, cuando las elecciones a procuradores en Cortes, Samaranch compartía a base de los votos de los deportistas los éx¡tos de Tarragona, pero ahora la cosa parece que va a estar entre Tarradellas y Pujol, que son barcelonistas. En un año en que la Liga tiene pinta azulgrana los españolistas las van a pasar canutas. La ventaja que tiene Samaranch son esos mil millones que destiné no hace mucho tiempo desde la Diputación a la creación de recintos deportivos en toda la provincia. Hace unos años a un hombre como Samaranch le llegaban a las umas hasta los éxitos de Santana, que es madrileño. Ahora va a estar peor la cuestión porque Orantes, aunque granadino de nacimiento, es culé como Luis Arilla. En Barcelona el primer signo de integración es el socio azulgrana.

Tras la ola de erotismo que nos ha invadido ha llegado el turno de las revisiones históricas, y algunas publicaciones catalanas están dispuestas a no dejar títere con cabeza. El primero en bailar con la más fea ha sido Pablo Porta y en turno parece que está Samaranch. Como el actual presidente de la Diputación de Barcelona ha dicho alguna vez, su destino está en Zaragoza; a mitad de camino entre Madrid y la Ciudad Condal.

Mientras en el Barcelona hay euforia, en el Madrid mohína; pero Bernabéu no corre peligro porque toda la oposición parece concentrada en una especie de peña de antiguos cantores del «Hala, Madrid». La semana se anuncia tranquila porque esta vez Vicente Calderón no tiene motivos para protestar la actuación arbitral de Valencia. Dos éxitos consecutivos y bien sonados del Atlético han solidificado el papel de Luis. Pero gracias a Jesús Ortega, uri directivo con gran sentido común.

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