Tribuna:

El alcalde y el tráfico

No puede negarse al alcalde de Madrid interés y preocupación por el tema del tráfico ciudadano, que tantos dolores de cabeza produce en estos días. Se ha mostrado públicamente dispuesto a resolver el problema y no hay razones para dudar de su sinceridad. Lo que llama la atención son las fórmulas, cuando menos pintorescas, mediante las que el señor De Arespacochaga pretende acabar con tan preocupante conflicto.La teoría del alcalde consiste en hacer mucho más difícil de lo que ahora es el tráfico rodado en la capital de España para que el madrileño, harto y al borde de la histeria, opte por ven...

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No puede negarse al alcalde de Madrid interés y preocupación por el tema del tráfico ciudadano, que tantos dolores de cabeza produce en estos días. Se ha mostrado públicamente dispuesto a resolver el problema y no hay razones para dudar de su sinceridad. Lo que llama la atención son las fórmulas, cuando menos pintorescas, mediante las que el señor De Arespacochaga pretende acabar con tan preocupante conflicto.La teoría del alcalde consiste en hacer mucho más difícil de lo que ahora es el tráfico rodado en la capital de España para que el madrileño, harto y al borde de la histeria, opte por vender el coche o despeñarlo, pues los garajes son muy caros. En otras palabras, lo que parece pensar el alcalde es que, muerto el perro, se acaba la rabia.

No es caso de discutir si el Ayuntamiento tiene o no derecho a impedir que los ciudadanos motorizados hagan uso de su automóvil, para cuya adquisición se han visto motivados por enormes bombardeos publicitarios y que ha llegado a sen para muchos, el símbolo de la estabilidad y el progreso de la economía familiar. Tampoco se trata de recordar que, si se trata de limitar el disfrute del automóvil,también sería lógico reducir o anular los cuantiosos impuestos que el ciudadano paga por utilizar su coche.

Pero sí es preciso decir crudamente que, cuando se pide un sacrificio a los madrileños, nada se les ofrece a cambio. ¿El tráfico está mal? Pues que los madrileños no usen el coche, como primera providencia. Ya veremos qué hace con el Metro, con los transportes públicos de superficie, con los especuladores que no hacen sino agravar la congestión de los barrios céntricos. Este sería el resumen de la cuestión, desde la perspectiva municipal.No es la primera vez que ocurre, ni será la última. El caso de la contaminación es tamb én lustrativo. En lugar de encarar seri amente el problema, pensando incluso en la construcción de grandes centrales de producción de calor alejadas de la ciudad para distribuir agua caliente a todo el contorno urbano, o resolviendo de manera definitiva el tema de la calidad de los combustibles y vehículos, en Madrid se advierte que las soluciones serán hacer pasar frío a los ciudadanos o limitarles el uso de sus vehículos.Está claro que si los madrileños queremos que esta ciudad sea habitable, algo debemos de aportar cada uno. Lo que no está tan claro es que sea únicamente el ciudadano de a pie el que, siempre, tenga que pagar la totalidad del pato.

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