Portugal: aniversario de un golpe fracasado

Ayer hizo un año los paracaidistas del regimiento de Tancos ocuparon cuatro bases y el Estado Mayor de la región militar, exigiendo la dimisión del general Morais e Silva, jefe de la Aviación portuguesa. Así comenzó una sublevación que costó a la izquierda revolucionaria portuguesa la pérdida de la influencia conseguida en el área civil y militar. En la sublevación, desorganizada, anárquica y sin dirección militar, colaboraron el Partido Comunista y la mayoría de los pequeños partidos de la extrema izquierda.La reacción de los militares «moderados» partidarios de Melo Antunes y de los oficiale...

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Ayer hizo un año los paracaidistas del regimiento de Tancos ocuparon cuatro bases y el Estado Mayor de la región militar, exigiendo la dimisión del general Morais e Silva, jefe de la Aviación portuguesa. Así comenzó una sublevación que costó a la izquierda revolucionaria portuguesa la pérdida de la influencia conseguida en el área civil y militar. En la sublevación, desorganizada, anárquica y sin dirección militar, colaboraron el Partido Comunista y la mayoría de los pequeños partidos de la extrema izquierda.La reacción de los militares «moderados» partidarios de Melo Antunes y de los oficiales conservadores no se hizo esperar. La respuesta estaba preparada desde hacía más de dos meses y se produjo desde el cuartel general montado en el Regimiento de Comandos de Amadora (Lisboa), fortaleza inexpugnable del coronel Jaime Neves que, a las órdenes del entonces teniente Coronel Ramalho Eanes, aplastó con suma facilidad la sublevación.

El golpe-contragolpe del 25 de noviembre demostró que el Copcon (Comando Operacional del Continente), mandado por Otelo Saraiva de Calvaho, no era más que un aparato burocrático y que los regimientos a sus órdenes resultaban incapaces de disparar un tiro, gracias a la «disciplina revolucionaria». El comandante Dinis de Almeida, cuyos soldados juraban defender el socialismo con el puño en alto, comprobó personalmente que una cosa eran las declaraciones revolucionarias y otra la acción «contra la reacción».

El Consejo de la Revolución fue depurado inmediatamente. El almiranté Rosa Coutinho, el general Otelo, el comandante Contreiras y el general Fabiao fueron obligados a dimitir. El estado de sitio proclamado por el presidente Costa Gomes dio ánimos a «los coroneles» y a punto estuvo de iniciarse la «caza de brujas».

El comandante Melo Antunes, hombre fuerte político de la sublevación, perdió la partida al defender la tesis de la «necesidad de la colaboracíón del Partido Comunista en la democracia portuguesa».

Ayer, un desfile militar ha recordado a los portugueses que los tiempos de Vasco Gonzalves no volverán y que los militares que se afilien en partidos políticos serán expulsados definitivamente de las Fuerzas Armadas.

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