Tribuna:DIARIO DE UN SNOB

Los emigrantes

Ahora resulta, hombre, que los emigrantes quieren votar, o sea en el referéndum. Con los emigrantes no había contado ni don Miguel García de Saéz, ocupado como estaba en recuperar de La Moraleja y del matrimonio (desconvocado) sus propios cuadros y otros bienes no gananciales.Los emigrantes, ahí tienen, que se lo pidieron al Rey en París y pueden descompensar el referéndum, mecachis, porque han vivido la cosa europea, o sea la liberté, y han pagado con el precio del exilio laboral su libertad de pensar, su libertad de votar, su libertad de vivir. A ver si va a resultar que los em...

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Ahora resulta, hombre, que los emigrantes quieren votar, o sea en el referéndum. Con los emigrantes no había contado ni don Miguel García de Saéz, ocupado como estaba en recuperar de La Moraleja y del matrimonio (desconvocado) sus propios cuadros y otros bienes no gananciales.Los emigrantes, ahí tienen, que se lo pidieron al Rey en París y pueden descompensar el referéndum, mecachis, porque han vivido la cosa europea, o sea la liberté, y han pagado con el precio del exilio laboral su libertad de pensar, su libertad de votar, su libertad de vivir. A ver si va a resultar que los emigrantes meten el pie y nos estropean el escrutinio, porque ellos van a votar sin el champú previo y televisivo de lavarnos el cerebro, ellos van a lo que salga, y claro, así no vale. No han participado en el proceso interno de la sociedad española, o sea que.

-Porque no les han dejado -dice el quiosquero.

Bueno, por lo que sea. Los emigrantes no debían votar, que por ahí fuera, en Berlín y en Berna, en París y Munich han visto mucha pierna, han respirado mucha democracia, han ido incluso a los conciertos, que les daban un vale en la fábrica, en plan cultura para el pueblo, y a lo mejor votan sin fijarse por la tele ni por la reforma ni por el proceso histórico ese ni por don Torcuato Fernández-Miranda. Así no se puede votar.

Nada, ni los parados tampoco. Ni los emigrantes ni los parados. El parado tampoco está inmerso en el proceso económico ascendente y la onda alcista de la productividad del área, o sea que a callar. Se lo he dicho al parado de mi barrio y dice que él de todos modos pensaba abstenerse, que se reserva para la Tercera República Española. Bueno, pues vamos a ir eliminando gente, no sea que luego haya sorpresas en el marcador. Ni los emigrantes ni los parados.

-¿Y los quiosqueros?- dice el quiosquero.

Nada, los quiosqueros tampoco, que siempre votarán en plan rojo para poder vender más pornografía con celofán o sin celofán. Ni los quiosqueros ni los libreros, claro, si es que para cuando el referéndum todavía queda alguno, que el comando anticomando Adolfo Hitler-Orden Nuevo lo está haciendo muy bien, que lo de la librería Rafael Alberti no lo mejora el propio Hitler con un lanzallamas regalo de Nixon.

-¿Y los barrenderos?

Nada, los barrenderos tampoco, tienen que votar en el referéndum, que son todos rojos, como quedó de manifiesto ante Arespacochaga, en su noche triste de Hernán Cortés, salvo los cuatro que le dieron la placa, o sea en plan reconocimiento. Ni los autobuseros, que me ha llamado la mujer de uno de los detenidos para decirme que la represión ha sido muy fuerte.

¿Y los carteros?

Por favor, no me hable de los carteros, que votarían en el referéndum a don Jerónimo Llorente, que es como don Cristino Martos para los parados, o sea el anticristo, que dicen en La profecía (horrible película, la vi con Saritísima) que el anticristo surgirá de la nueva Babel de los tiempos modemos, o sea Correos.

Ni los carteros ni los proxenetas ni los maestros de escuela (que perdieron la guerra civil frente a los curas), ni los jubilados, que todos los días me escriben dándome las cifras chistosas de su jubilación, ni los mutilados de la República, que quieren tomar la Bastilla al mando de Tellado, para golpeamos luego con sus muñones. Ni los argentinos de la tele, que son todos enemigos de Videla y van a reunirse con Nacha de Noche para tomar el mate del desespero, que dicen ellos.

Ya tengo la solución, señor Suárez. No conviene que vote nadie o casi nadie. Ustedes dudaban si dar el voto a los emigrantes, en el referéndum. No hay que dárselo a los emigrantes ni a los sastres ni a los barberos ni a los que pasean por la Puerta del Sol ni a los que juegan a la lotería de navidad. Que voten los conserjes de Sindicatos, los de Secretaría General del Movimiento y el portero de Anepa. O sea, el pueblo. Lo demás es canalla y horda ajena a nuestra historia. Los referéndums hay que ganarlos con el ciento ocho por ciento. Es lo digno. Y hay precedentes.

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