La Asamblea francesa rechazó la moción de censura contra el plan Barre

La Asamblea Nacional francesa rechazó anoche la moción de censura contra el plan Barre, depositada la semana pasada por los tres partidos que integran la Unión de la Izquierda (comunistas, socialistas y radicales de izquierda). Ciento ochenta y un diputados, de los 242 necesarios para que prosperase, votaron la moción. El rechazo no ha sorprendido a nadie.

Nunca, quizá, bajo la V República, ha sido tan profunda la fosa entre el poder formal y el país real. La pérdida de crédito del presidente, Giscard d'Estaing, y el escepticismo crítico cada día más evidente, que ha acogido al plan Bar...

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La Asamblea Nacional francesa rechazó anoche la moción de censura contra el plan Barre, depositada la semana pasada por los tres partidos que integran la Unión de la Izquierda (comunistas, socialistas y radicales de izquierda). Ciento ochenta y un diputados, de los 242 necesarios para que prosperase, votaron la moción. El rechazo no ha sorprendido a nadie.

Nunca, quizá, bajo la V República, ha sido tan profunda la fosa entre el poder formal y el país real. La pérdida de crédito del presidente, Giscard d'Estaing, y el escepticismo crítico cada día más evidente, que ha acogido al plan Barre contra la inflación, son las determinantes de una Francia más dividida en dos que nunca, con una derecha aterrorizada por las posibilidades de victoria de la izquierda en las legislativas y una izquierda que, en vez de cantar el triunfo por adelantado, camina paso a paso por los senderos de la prudencia y de la eficacia.Aunque de unas semanas a esta parte el presidente acaparó todos los medios audiovisuales, y a pesar del éxito de venta (lógico por lo anterior) de su ensayo «Democracia francesa», el torrente de sondeos que inunda el país parece evidenciar que Giscard, d',Estaing ha iniciado una etapa comprometida.

En el mismo momento en que la popularidad de Giscard baja, Chirac, su antiguo primer ministro, según los sondeos, goza de un nivel de popularidad que no alcanzó nunca en Matignon. Y al margen de las encuestas públicas, las adhesiones que recibe cotidianamente parecen dar razón a quienes piensan que «el conservadurismo de la Francia profunda no quiere saber nada con las veleidades intelectuales de Giscard».

Esta politización total de la vida del país también pudiera dar razón a Chirac, que opinaba, contrariamente a Giscard, que se debían adelantar las legislativas. En todo caso la campaña electoral es un hecho ya.

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