Cartas al director

La «Operación Mercurio»

Como funcionario técnico postal, hoy jubilado, quiero felicitar a su periódico por haber sido el único que ha manifestado sensibilidad frente a la desaforada decisión oficial de contratación de «mercenarios» para combatir la huelga de Correos.Mi simpatía hacia estos trabajadores, aumentada por la desafortunada aparición del director de Correos en la TV, es independiente del asombro que me produjo la herejía postal de que el Correo, un depósito sagrado en todo Estado normal, cuya inviolabilidad y secreto se garantizan en sus Constituciones e, incluso, en artículos expresos de las españolas, se ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Como funcionario técnico postal, hoy jubilado, quiero felicitar a su periódico por haber sido el único que ha manifestado sensibilidad frente a la desaforada decisión oficial de contratación de «mercenarios» para combatir la huelga de Correos.Mi simpatía hacia estos trabajadores, aumentada por la desafortunada aparición del director de Correos en la TV, es independiente del asombro que me produjo la herejía postal de que el Correo, un depósito sagrado en todo Estado normal, cuya inviolabilidad y secreto se garantizan en sus Constituciones e, incluso, en artículos expresos de las españolas, se entregara frívolamente y por las buenas al manoseo público, vulnerando con ello el principio indeclinable de protección al secreto de la correspondencia.

El Convenio de la Unión Postal Universal que España tiene suscrito y en el que los cuerpos de Correos españoles están considerados entre los de más elevado prestigio, ha de compartir también este asombro de ver cómo nuestras autoridades postales tratan, mejor dicho maltratan, su más digno estandarte: el de la inviolabilidad de la correspondencia.

Es grotesco el leer la declaración justificativa del secretario general de Correos cuando arguye que el secreto está garantizado por la previa identificación de los «mercenarios» y la exigencia de su tarjeta de identidad. No es esta identificación ninguna garantía, sino la profesionalidad, el honor y hasta el juramento de unos funcionarios postales que hemos respetado siempre con un sentido reverencial y semireligioso el secreto de la correspondencia.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Este secreto, entiéndase bien, no se limita al contenido, pues no pretendemos sospechar de su violación ni poner en duda la honestidad de nadie, el secreto afecta igualmente a los sobres y a los destinatarios de ellos, ya que es postal y legalmente inadmisible que las cartas confiadas al correo, muchas dirigidas a personas conocidísimas por su popularidad o por su significación política, comercial o financiera, sean manipuladas y observadas por gentes extrañas. Esta ligereza llegará a ser más grave con relación a empresas y entidades extranjeras y puede originar algún contratiempo en cuanto al correo internacional.

Archivado En