Tribuna:El congreso laborista de Blackpool

Callaghan ha pagado un precio que puede cobrar Foot

El congreso que el Partido Laborista hace estos días en Blackpool está sirviendo, entre otras muchas cosas, para probar que el señor Callaghan le ha salido a Harold Wilson, su maestro, un discípulo más que aprovechado. De un solo golpe ha conseguido dominar a la izquierda del partido, que a pesar de ocupar una posición dominante en el comité ejecutivo ha visto cómo el organismo rechazaba sus mociones en contra de la reducción del gasto público que exige el premier. Simultáneamente, este «hijo de los sindicatos», que nunca ha pasado por Oxford, supo conformar a los sindicalistas -incluid...

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El congreso que el Partido Laborista hace estos días en Blackpool está sirviendo, entre otras muchas cosas, para probar que el señor Callaghan le ha salido a Harold Wilson, su maestro, un discípulo más que aprovechado. De un solo golpe ha conseguido dominar a la izquierda del partido, que a pesar de ocupar una posición dominante en el comité ejecutivo ha visto cómo el organismo rechazaba sus mociones en contra de la reducción del gasto público que exige el premier. Simultáneamente, este «hijo de los sindicatos», que nunca ha pasado por Oxford, supo conformar a los sindicalistas -incluido el señor Jones- y también a los empresarios, mediante el sofístico procedimiento de darles a los marinos mercantes los aumentos salariales que pedían, no como salarios, sino como beneficios colaterales. Pero el «pacto social», con disfraz y todo -y con la desaprobación de la City- sigue siendo pacto. Y eso es lo que importa, por el momento.Claro está que si el señor Callaghan sabe maniobrar, también lo sabe hacer, y muy bien, el señor Foot, vicepremier de hecho, que sí ha pasado por Oxford. Foot manejó en la sombra a la izquierda política del laborismo, sin intervenir para nada en la cuestión sindical, que no es su terreno, y cuando el horno estuvo a punto de reventar en la cara del Gobierno, hizo pagar a Callaghan un buen precio por la transigencia de sus amigos en materia de recorte presupuestario: el muro de contención que Callaghan se vio obligado a levantar frente a la inocentona «derecha» del señor Prentice, que también creyó -no se sabe por qué- que había llegado su hora. De esta manera, Foot logró privar a Callaghan de buena parte de su apoyatura natural en el seno M partido, lo que le será muy útil dentro de unos años, en el instante en que el laborismo deba renovar el liderazgo. Seguramente ayer al despacharse tan violentamente contra la infiltración comunista en el «labour party», el primer ministro no podía dejar de pensar en Foot, que en muchas ocasiones se ha presentado como marxista. Evidentemente, un marxista paciente, que ahora espera el derrumbe definitivo de la libra

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