Cartas al director

Sobre el divorcio

Quisiera contestar al artículo publicado el miércoles pasado, del doctor don José María González Ruiz, titulado «El divorcio no es problema confesional». Lei con atención el artículo porque el título es sugestivo y estoy de acuerdo con él, pero pretende el aútor convencer de que el Estado debiera admitir el divorcio como lógica consecuencia de su deber de considerarse al margen de la indisolubilidad matrimonial; pero, justamente, debe ser lo contrario. Se debe excluir el divorcio, no por motivos religiosos, sino por motivos derivados del interés de la sociedad civil. En la defensa de don José ...

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Quisiera contestar al artículo publicado el miércoles pasado, del doctor don José María González Ruiz, titulado «El divorcio no es problema confesional». Lei con atención el artículo porque el título es sugestivo y estoy de acuerdo con él, pero pretende el aútor convencer de que el Estado debiera admitir el divorcio como lógica consecuencia de su deber de considerarse al margen de la indisolubilidad matrimonial; pero, justamente, debe ser lo contrario. Se debe excluir el divorcio, no por motivos religiosos, sino por motivos derivados del interés de la sociedad civil. En la defensa de don José María late una triple confusión, a saber: la pretendida falta de relación entre el orden jurídico y el orden moral; la errónea identificación entre exigencias religiosas y morales; la confusión entre orden público y bien común. En cuanto al segundo punto, en el que interpreta la doctrina católica de una forma inadmisible, le remito al documento de la Sagrada Congregación para la doctrina de la Fe (Ecclesia, 7 julio 1973, pag. 845, donde se exhorta con ahínco «a todos los obispos para que todos aquellos a quienes se les ha confiado el oficio de enseñar la religión en los colegios o de actuar en los tribunales eclesiásticos, permanezcan fieles a la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio, y la apliquen prácticámente en los tribunales eclesiásticos».

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