Alcaraz rinde a un diablillo llamado Li Tu
El murciano se deja un set contra el valiente australiano, pero reacciona (6-2, 4-6, 6-3 y 6-1, en 2h 42m) y avanza a la segunda ronda, en la que espera Van de Zandschulp
Li Tu, se llama, un anónimo y sobre todo un valiente que le hizo pasar un mal rato a Carlos Alcaraz, sorprendido; quién lo diría, teniendo en cuenta cómo suele gastárselas el murciano, sometido él esta vez al descaro, la osadía y el abordaje. Nadie lo hubiera dicho, dados los antecedentes: un triunfo en el circuito de la ATP y tan solo dos partidos en el circuito de élite, el 186º en el listado; a priori, una perita en dulce que contra todo pronóstico se le indigestó en la segunda manga al campeón de cuatro grandes, obligado a la reacción para evitar un susto mayor. En cualquier caso, nada más allá del set perdido, de los sudores extra y de la exigencia, aunque a la vez un toque de atención para recordar que un estreno es un estreno, y que por muy fácil que pueda parecer, todo puede torcerse y acabar en lío. Finalmente, no lo hubo: 6-2, 4-6, 6-3 y 6-1, en 2h 42m.
Así que respira aliviado Alcaraz cuando le interroga Nick Kyrgios, una vez rubricada la victoria que le guía hacia el encuentro con el neerlandés Botic van de Zandschulp en la segunda ronda. Coge aire y admite: “Obviamente me ha sorprendido. En el primer set él estaba nervioso, pero después ha empezado a crecer y a disfrutar; ha jugado muy bien y a la vez yo he cometido algunos errores que no debería haber cometido. A partir de ahora voy a seguirle, porque si continua así le veremos pronto por aquí”. Suceda o no, el australiano se lleva una magnífica recompensa en forma de reconocimiento, al grito de un “¡Tuuuuhh!” hueco que sella un episodio de lo más tramposo y también entretenido por el jolgorio típico, primero, y las curvas, después. Parecía que iba a ser de una sola dirección, que no había color y que la historia se resolvería rápidamente. Mentira.
En la noche loca de Nueva York, escenario de película, abundan los giros de guion y sobre todo la purpurina. De algún modo, en ocasiones parece que la pista no sea más que una mera excusa para la reunión y la fiesta, para la socialité y el bailoteo. Un simple decorado. Primero lo importante, el fondo de la cuestión. Y luego el tenis. Circulan la comida y la bebida por las gradas, suena el paso metálico del tren y el azucarado ritmo del reguetón, las voces se imponen por momentos al sonido de los pelotazos y Garbiñe Muguruza, roja de arriba abajo, charla distendidamente con el actor Ben Stiller en el palco de personalidades. Aplaude la extenista a Alcaraz, pensando que hace nada ella solía estar ahí abajo y sin sospechar seguramente que poco después, el duelo va a transformarse en una divertida montaña rusa gracias a la atrevida puesta en escena de Tu.
De alguna forma, el australiano hace de mago y engaña. No se entiende de entrada cómo ha logrado superar la fase previa. O sí, piensa el respetable después. Se sabe que le gusta Roger Federer y al parecer ha devorado vídeos y más vídeos del suizo, maestro de la prestidigitación, inventor de genialidades. Y a una de ellas se aferra Tu para hacerle dudar a Alcaraz, atónito cuando ve que su menudo rival, inerme hasta la segunda manga, pisa la línea en los restos y ataca a bote pronto la bola sobre el cuadro de saque. No cierra el de El Palmar, incurre en las dobles faltas (4) y a continuación llegan los retos, derivados de ese extravío pasajero: se lleva uno el dedo a la oreja y el otro replica imitándole, retador el oceánico y con ganas de mambo. A la quinta opción obtiene el break e iguala. Increíble pero cierto. El estallido de la central, siempre rumbera, se oye al otro lado del Hudson.
No termina de entender Alcaraz como el adversario es capaz de llegar a todas y de flotar así, tirando en la devolución de arriba abajo, suspendido en el aire y colocando la pelota en ángulos que le exigen al español a recuperar la desventaja posicional en el peloteo una y otra vez. Así transcurre todo, sin demasiada lógica, con pimienta y entre emociones. La gente se divierte. Ocurre que para derribar hoy día al número dos en un partido de largo recorrido hace falta mantener el pistón hasta el final, durante demasiado tiempo, y ahí es cuando le saltan definitivamente las costuras al bullanguero Tu, quien con el botín del set arañado ya está más contento que unas castañuelas. Así debe ser. Termina aflojando —no podía ser de otra manera— y el desarrollo vuelve al cauce original, con el vencedor descerrajando golpes ganadores (50), confirmando la rotura que desnivela (4-3) y atrapando al final su victoria 60 en un Grand Slam.
Con solo 21 años, es el segundo jugador que menos encuentros (70) ha necesitado para alcanzarlas, únicamente por detrás de John McEnroe (69), igualado con Bjorn Borg (70) y por delante de Mats Wilander (71) y Jimmy Connors (72). Vestido enteramente de negro, habiendo lucido antes brazos, lo valora: “Qué pena que por un partido me gane McEnroe… [risas]. Para mí es un honor poder ir compartiendo este tipo de estadísticas con grandes leyendas del deporte. Ahora son 70, pero cuando llegas a esta cifra, ahora hay que ir a por las 80, ¿no? Intentar llegar a las máximas victorias posibles”, resuelve el de El Palmar, que domina por 2-0 en los precedentes con Van de Zandschulp y que probablemente no olvide al tipo que durante una hora le trajo de cabeza en Nueva York. Se llama Li Tu, un valiente con la gorrilla hacia atrás, jugando a ser Federer. Y el público lo agradece.
LA CONCENTRACIÓN: DE 2 ERRORES A 18
No es nueva la palabra: desconexión. Y se repite otra vez el término, adherido al recorrido de Alcaraz. De la misma forma que su raqueta desborda talento, su concentración guadianesca le juega malas pasadas y en el pulso con Li Tu se tradujo en un bajón reflejado en los números.
“He salido en el primer set muy concentrado, enchufado y sabiendo lo que tenía que hacer en todo momento. Y obviamente él no ha jugado bien. Eso ha hecho que fuera todo rodado. Luego he cometido muchos fallos; estaba un poco nervioso y él aumentó su nivel. Yo cometí muchos errores que no tocaban. He visto la estadística e hice dos no forzados en el primer set y pasé a 18 en el segundo. Por eso es por lo que se me ha escapado”, se afeó.
“Es algo que ya he dicho muchas veces que tengo que mejorar, el tema de las desconexiones”, admite en la sala de conferencias; “son cosas que tengo que ir mejorando: que no pasen este tipo de desconexiones, que no me permita cometer tantos errores sin saber por qué”.
“Pero en general, la verdad que me voy contento con el nivel, por la manera que he golpeado la bola, por la manera que me he movido, con buenas sensaciones excepto en esas pequeñas cosas”, prolongó, advirtiendo después de que Van de Zandschulp “es capaz de cualquier cosa”.
El neerlandés, de 28 años y 74º del mundo, “tiene grandes tiros” y aunque “quizá este último año o estos últimos meses no ha estado jugando su mejor tenis”, el que haya apeado al canadiense Denis Shapovalov “indica que está bien” y, remarca Alcaraz, le obligará “a estar concentrados”.
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