El fútbol es libre, no totalitario
Los responsables de este deporte, incluidos los europeos, anteponen con demasiada frecuencia el beneficio individual al bien común
No hay nada como un Mundial de fútbol, funciona siempre y en todas partes. Es el acontecimiento más diverso del mundo. 11 hombres o mujeres por cada equipo, incluso hasta 17 debido a la nueva regla de los cambios. Participan todos los continentes. De hecho, la finalista Argentina perdió contra un país asiático, Arabia Saudí, y la longitud del brazo de su portero ...
No hay nada como un Mundial de fútbol, funciona siempre y en todas partes. Es el acontecimiento más diverso del mundo. 11 hombres o mujeres por cada equipo, incluso hasta 17 debido a la nueva regla de los cambios. Participan todos los continentes. De hecho, la finalista Argentina perdió contra un país asiático, Arabia Saudí, y la longitud del brazo de su portero impidió la prórroga contra Australia; por primera vez, una selección de África alcanzó las semifinales.
En un torneo de fútbol, el mundo negocia cómo quiere convivir. El juego proporciona material para la discusión en todas direcciones. ¿Salió el balón antes del gol de la victoria de Japón contra España? ¿Puede medirse digitalmente el offside, como creen los optimistas de la tecnología? ¿Es política la bandera de Palestina, y qué quiere decir? ¿Era necesario lucir el brazalete One Love (LGTBI+)? ¿Qué señal se envía cuando los jugadores musulmanes se besan y bailan con sus madres tras las victorias ante el mundo entero?
Un Mundial escribe muchas historias sobre el césped. Solo el partido entre Argentina y Holanda, la reedición de la final de 1978, retrató todo el espectro del fútbol. Lionel Messi se escabulló hasta que dio una asistencia de genio y Argentina dominaba a su rival, pero cuando Holanda aparcó la escuela del Ajax durante veinte minutos y sacó la palanca, el partido dio un giro inesperado; los argentinos perdieron el control y se arriesgaron a la expulsión, pero progresaron en los penaltis.
En la final, Argentina se enfrentará a Francia, guiada por Antoine Griezmann. Estos días, Qatar ha sido testigo de la resurrección del atacante, que en 2018 ganó el Mundial y luego se tambaleó con sus clubes. No obstante, vuelve a dirigir el juego ofensivo de su equipo con pases estratégicos y los centros más precisos, y goza del respeto absoluto de sus compañeros. Todo ello gracias al mejor futbolista de los 32 seleccionadores. Didier Deschamps, campeón del mundo y de Europa como jugador, sería el primer técnico en la historia que logra defender el título. Los grandes equipos deben estar dirigidos por grandes futbolistas, o personalidades maduras; formar a este cúmulo de talentos es tarea de un educador como Mario Zagallo o Franz Beckenbauer. Integrar a alguien tan sobrenaturalmente dotado como Kylian Mbappé requiere de otra sabiduría.
En un deporte de equipo como el fútbol, lo que cuenta es el nosotros. Sin embargo, eso no impide que el ego se exprese libremente y de formas muy diferentes. Luka Modric sigue siendo, a sus 37 años, el centrocampista perfecto del presente porque mantiene el equilibrio de su equipo. El colectivo no es un dogma. El fútbol, arraigado en Europa, no es totalitario; únicamente las reglas son las mismas para todos, y por eso es el juego más atractivo.
Todo es maravilloso de por sí. Sin embargo, las personas que lo gobiernan, gestionan y comercializan están dilapidando su credibilidad. Olvidan que no son más que proveedores de servicios para un bien general. La FIFA y Gianni Infantino, que también llegó al poder por casualidad, manejan mal su capital. La desconfianza hacia ellos es profunda. No deberían sorprenderse si los aficionados creen que los tecnócratas ejercen una influencia perjudicial en los sótanos del VAR. De todos modos, las cuestiones sobre el milimétrico fuera de juego (o no fuera de juego) no deberían delegarse en la inteligencia artificial, salvo en errores muy evidentes.
Un Mundial no sería completo sin sorpresas. En Qatar, Marruecos se ha dejado llevar por la pasión de sus aficionados. En sus voces se escucha por qué el fútbol es un deporte del pueblo y de los trabajadores. Es el equipo más disciplinado y gestiona sus recursos de forma ideal. Esto responde a una buena planificación de Walid Regragui, que ha hecho un excelente trabajo adaptando su equipo a la cultura de éxito del fútbol europeo. El fútbol norteafricano contiene a la vez a Sacchi, Mourinho, Guardiola, la Premier League, el 4-3-3 y el rondo.
La región árabe tiene su cultura futbolística, que podría reforzarse con la concesión de un Mundial. Marruecos se ha presentado cinco veces como anfitrión, pero la FIFA pasó de ese país y se concedió a una autocracia aún más estricta, Qatar, donde incluso el fútbol se considera un proyecto de élite. El dinero manda en el mundo. Los responsables de este deporte, incluidos los europeos, anteponen con demasiada frecuencia el beneficio individual al bien común. La elección de Sepp Blatter como presidente de la FIFA en 1998 marcó un hito en esta evolución.
Este es otro de los temas de este Mundial. Las instituciones europeas deben ser resilientes en estos tiempos. La semana pasada se reveló que Qatar sobornó a altos cargos del Parlamento Europeo, que a su vez restaron importancia al trato que Qatar da a los trabajadores inmigrantes. En cuanto a la FIFA, hace tiempo que todo el mundo asume que quienes la dirigen carecen de integridad. La autooptimización ya no está a la orden del día, sino la resistencia y la autopreservación. El próximo gran torneo masculino de fútbol, la Eurocopa de 2024, se celebrará en una democracia. Los valores de Europa de igualdad, libertad y diversidad, que son los del fútbol, deben defenderse.
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