Renard, el seleccionador que pasó de limpiar edificios a dar la campanada contra la Argentina de Messi
El técnico galo de Arabia Saudí triunfa tras una extensa carrera en África precedida de un pasado como trabajador en la recogida de basura
Antes de coger la varita, el mago blanco se subió durante ocho años al camión de la basura; también limpiaba edificios. Ese adonis bronceado de camisa blanca entallada que este martes ha dirigido a Arabia Saudí hacia una de las victorias más sorprendentes que se recuerde de los Mundiales (1-2 contra Argentina) tiene su propia historia detrás. La del chico que soñó con ser futbolista y se encontró como entrenador en un destino que jamás había imaginado. Y entre medias l...
Antes de coger la varita, el mago blanco se subió durante ocho años al camión de la basura; también limpiaba edificios. Ese adonis bronceado de camisa blanca entallada que este martes ha dirigido a Arabia Saudí hacia una de las victorias más sorprendentes que se recuerde de los Mundiales (1-2 contra Argentina) tiene su propia historia detrás. La del chico que soñó con ser futbolista y se encontró como entrenador en un destino que jamás había imaginado. Y entre medias la vida, la que se tiñe de dificultades en el primer o en el tercer mundo. “He visto a gente que lo único que necesita para vivir es su propia felicidad”, explica Hervè Renard (Aix-les-Bains, Francia, 54 años), que hace tres años firmó un contrato con Arabia Saudí.
“Un entrenador es alguien que tiene una capacidad de adaptación superior a la media”, previene. Su carrera habla por él, con pasado en las selecciones de Ghana, Zambia, Angola, Costa de Marfil y Marruecos antes de dejarse seducir por los petrodólares: “El dinero no es una cuestión poco importante, pero tampoco lo principal. Necesitaba un cambio, un desafío deportivo y, sobre todo, volver a vivir un Mundial”. Renard se enfrentó a España hace cuatro años. Al frente de Marruecos rascó un empate, ahora con Arabia derrotó a Argentina, una de las favoritas. “Cuando vienes a un Mundial tienes que creer que todo es posible”, rubricó tras la hazaña.
La del Magreb fue, hasta ahora, su última estación africana. No se entiende la trayectoria de Renard sin mirar hacia ese continente, al que llegó hace 15 años de la mano de Claude Le Roy, uno de esos técnicos trotamundos que forjan su leyenda a través de diversos destinos. Con él ya había estado en China, Vietnam y hasta en la cuarta categoría inglesa y la tercera francesa antes de atender una llamada desde Ghana. Renard ya tenía 40 años y hacia casi 20 que sabía que no iba a ser un gran futbolista a pesar de haberse cambiado durante tres años en el mismo vestuario que Zinedine Zidane. El astro marsellés iniciaba su carrera de corto en el Cannes, pero Renard hizo el recorrido opuesto: cayó al fútbol aficionado y compaginó su pasión por la pelota con esforzados trabajos. “La vida no es fácil”, asume. Cuando, ya como entrenador de éxito en África, intentó regresar a su país natal, se dio sendos batacazos en Sochaux y Lille.
“Vete. Los maestros siempre están preparados para ser superados por sus discípulos”, le dijo Le Roy cuando recibió una llamada de Zambia para dirigir a una selección en la que Renard cubrió dos etapas, con un intervalo descorazonador en Angola, donde renunció por impagos. En el corazón del continente negro se convirtió en una leyenda. Primero llevó a Zambia a un triunfo en la Copa de África que nadie aguardaba y luego se alistó con Costa de Marfil, la selección a la que derrotó en la final, para llevarla a idéntica cota y convertirse en el único europeo en ser en dos ocasiones campeón africano. Ya era “el mago blanco”.
Con Marruecos dio el salto desde el puesto 81 del ranking FIFA al 45, y condujo al equipo hasta su primer Mundial tras 20 años. Se emparejó con Viviane, la viuda de Bruno Metsu, otro de los franceses que triunfaron en el continente al frente de la selección de Senegal en 2002. Ahora vive en Dakar. “No podría hacerlo en ningún lugar que no fuese África”, explica. Desde allí tiene un puente aéreo con Arabia. “Tengo la ventaja de que todos mis jugadores están en la Liga saudí y el seguimiento es más sencillo. Pero para subir el nivel sería bueno que jugasen en el extranjero, por ejemplo en la Champions europea”, explica.
En todo caso, de los nueve futbolistas árabes que llegaron a la Liga española hace algo más de cuatro años para cumplir de puntillas un acuerdo de LaLiga con la federación y el Gobierno saudí, apenas Aldawsari, autor del segundo gol contra Argentina, ha sido convocado por Renard para disputar el Mundial.
“Miro a la gente a los ojos y hablo claro”
El retrato tipo del futbolista saudí no resultaba sencillo de modelar al más alto nivel competitivo. “Se trata de estrellas en su país, donde tienen la catalogación de semidioses y cobran salarios millonarios. Y destacar allí no es sencillo”, explicaba el técnico pontevedrés Raúl Caneda, con exitoso pasado en el país, cuando en el invierno de 2018 llegaron a España aquellos futbolistas a los que se consideraba meritorios.
Técnico, pero no muy esforzado, el fútbol saudí fracasó con estrépito en el Mundial de Rusia, pero ha dado el petardazo en Qatar con un estilo muy reconocible en el libreto de Renard, al que le gusta subir la línea defensiva y valora más la capacidad para encimar al rival, recuperar y lanzarse hacia el gol que el riesgo de dejar espacios entre zagueros y guardameta. El libreto exige futbolistas titánicos. El resto es motivación. “Tengo una voz que transmite. Miro a la gente a los ojos y hablo claro”, explicaba en una entrevista publicada por la FIFA poco antes del Mundial. Tras batir a Argentina no rebajó la exigencia: “En la primera parte la presión y la determinación no fueron las que tenemos que exponer. No podemos jugar así. En un Mundial hay que darlo todo”.
Tras dirigir 12 partidos en lo que va de año y ganar apenas tres ―todos por 1-0, ante Omán, Australia e Islandia―, y después de empatar con China, Panamá u Honduras, Renard volvió a hacer magia, y esta vez en el escenario más grande.
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