Entre dos fuegos
Florentino Pérez atacó a los árbitros y parte del madridismo está de acuerdo en que el problema está ahí, pero yo no, porque en lo futbolístico, el equipo necesita dominio, ritmo, mejor criterio y más control
El encuentro navideño del Real Madrid con los medios de comunicación fue un palco que utilizó Florentino para expresar su indignación y su voluntad de confrontación. No es que Florentino recuperara la pegada, porque siempre la tuvo. Pero ahora pega en más direcciones porque aquellos que re...
El encuentro navideño del Real Madrid con los medios de comunicación fue un palco que utilizó Florentino para expresar su indignación y su voluntad de confrontación. No es que Florentino recuperara la pegada, porque siempre la tuvo. Pero ahora pega en más direcciones porque aquellos que respaldaban políticamente sus intereses, se desmarcaron para pasarse a las filas enemigas. Y los amigos de mis enemigos ya se sabe lo que son. Por otro lado, cuantos más enemigos suma, más solo está. Que el madridismo no se preocupe, en medio de tanta mediocridad Florentino, solo, está en superioridad numérica.
El caso Negreira esconde tanta corrupción y cinismo que, durante mucho tiempo, desconcertó la manera casi amorosa con que lo despachó Florentino. Pero Laporta, único novio que le quedaba a la Superliga, se abrazó a Ceferin y a Al-Khelaifi, y Florentino, novia despechada, se quedó esperando en el altar. Divorcio prematrimonial. Luego Laporta, representante de un club “libre”, declaró ante el juez sobre el caso Negreira con una sonrisa traviesa y quitándole importancia a esos informes carísimos sobre arbitrajes cuánticos. Luis Enrique y Ernesto Valverde declararon poco después que jamás les había llegado tales informes, de manera que ahora estamos a la espera de saber quién era el que los leía. Y para qué. Puestos a ser libres, el Barcelona también es libre de convertir el escándalo en un cuentito de hadas.
Con esta nueva relación de fuerza política y esta nueva arma judicial, Florentino resucitó el caso Negreira tirando una bomba de racimo en medio de la dulce Navidad, que excedió a Negreira y cayó sobre todo el entramado arbitral.
El discurso fue desconcertante por todo lo que Florentino dijo y por todo lo que no dijo. Porque en el Madrid, desde hace semanas, el fuego que necesita ser apagado es el futbolístico. El periodismo viene dando por muerto a Xabi y el discurso navideño era una buena oportunidad para devolverle la vida. Interpretación no hay más que una: el silencio de Florentino mantiene a Xabi en la UCI. A la espera del Sevilla, a la espera de la Supercopa, a la espera, en fin, del siguiente tropiezo. Al periodismo el tema le excita mucho. Solo Rodrygo y ¡Vinicius! le tiraron un salvavidas en forma de abrazo a los manotazos de ahogado de Xabi.
Hay muchas cosas que podían no haberse hecho y otras que podían haberse hecho de una manera diferente. Así hablan los profetas de las cosas que ya ocurrieron, que en el mundo del fútbol somos millones. O a lo mejor se esperaba demasiado de Xabi. Si fue capaz de hacer milagros con el Leverkusen, más aún con el Madrid. Pero hablamos de un club en el que el éxito no es un objetivo, sino una obligación. Quizás el problema es la expectativa que se creó y que los primeros resultados elevaron aún más. Cuanto más arriba subes, más duele la caída.
De los dos fuegos, Florentino atacó al arbitral y dejó encendido el futbolístico. Digan lo que digan, no están comunicados. Arde, con fuego nuevo, la denuncia al caos arbitral, que Negreira no deja apagar. Parte del madridismo está de acuerdo en que el problema está ahí. Otra parte, entre la que me cuento, no. Porque en lo futbolístico, el equipo necesita dominio, ritmo, mejor criterio y más control. Aunque también Xabi expresa su queja tras cada partido, al Madrid no le cuesta ganar por conspiración arbitral, sino porque el juego aún es insuficiente. Puede que en algunos partidos confluyan los dos focos, pero no es la norma. Hay dos problemas y, para el club, uno merece ruido y el otro silencio.