Los errores que no queremos cometer
Tener perspectiva de género no debe ser un sesgo que nos sitúe a las mujeres como las únicas capaces de hablar de cosas de mujeres, sino de dar cabida a cuantas más miradas mejor
Durante dos días, ese jueves y viernes, se está celebrando el primer congreso internacional de fútbol femenino en Irún. Se van a abordar muchísimos temas, desde un repaso histórico al recorrido y evolución del fútbol practicado por mujeres, a ponencias sobre lesiones, gestión de emociones o estrategias de promoción, y mesas redondas sobre entrenamiento, abusos de poder o desafíos de futuro. Escaparates como éste siempre me emoci...
Durante dos días, ese jueves y viernes, se está celebrando el primer congreso internacional de fútbol femenino en Irún. Se van a abordar muchísimos temas, desde un repaso histórico al recorrido y evolución del fútbol practicado por mujeres, a ponencias sobre lesiones, gestión de emociones o estrategias de promoción, y mesas redondas sobre entrenamiento, abusos de poder o desafíos de futuro. Escaparates como éste siempre me emocionan y me entristecen al mismo tiempo. Se juntan la certeza de que vamos dando pasos para crecer con la sospecha de que seguimos haciéndolo al margen de todo. ¿Un foro específico no termina, sin querer, siendo excluyente? No sé si voy a conocer un mundo que viva la igualdad con naturalidad, sin tener que pensar en querer ser igualitario. Mientras llega –si llega– me conformo con que en nuestro ejercicio racional de equilibrio de género no cometamos estos errores comunes.
Poner contexto. Es típico del deporte femenino tener la necesidad de situar al lector, asumiendo que no está ni mínimamente informado. Se gasta proporcionalmente más tiempo en darle los datos que necesitaríamos que tuviera, que en darle los que queremos darle. A menudo eso condena los textos, las tertulias o las ponencias a una superficialidad perpetua. Cuando queremos llegar al detalle hemos consumido el tiempo en aterrizar a quien está al otro lado.
Poner apellido. Por defecto, si no acompañamos con “femenino” un comentario sobre fútbol, se va a dar por hecho que es “masculino”. Sabe a pequeña victoria que se vaya normalizando, que maticemos el género para ambos casos. Sin dar por hecho nada. Me ha pasado lo mismo con la necesidad de poner el nombre completo, con apellido, a las jugadoras “para que el lector sepa de quién se habla”. Nadie se lo plantea con Pedri o Xavi.
Poner género. Tener perspectiva de género –o sencillamente perspectiva– no debe ser un sesgo que nos sitúe a las mujeres como las únicas capaces de hablar de cosas de mujeres. Se trata de dar cabida a cuantas más miradas mejor, con la misma oportunidad de voz y voto. A veces confundimos las intenciones y, en nuestro intento de escuchar a la parte menos escuchada, anulamos las otras voces. Que nos indigne la poca capacidad de ser incluidas en sus debates no debería llevarnos a replicar omisión en los nuestros.
Poner tiritas. Aunque cada vez nos sentimos menos minoritarias, sigo sintiendo que nos persigue un miedo a no herir sensibilidades cuando se escribe o se habla de fútbol practicado por mujeres. Maldita necesidad de sobreproteger para ayudar. Todavía late un paternalismo que parece que sólo permite aplausos y sonrisas. Se confunde crítica con negatividad. Con solamente mensajes positivos no se avanza.
Poner el modo automático. Suele ser un defecto habitual creer que, imitando la estrategia que se ha seguido con los chicos en las últimas décadas, se va a crecer con las chicas. Es posible que haya inercias que sumen, pero nuestro deporte pide mirada propia –que no cerrada– y un abordaje particular, asentado sobre sus necesidades concretas. La menstruación o la maternidad son cuestiones exclusivas de nuestro deporte “femenino” y hay que seguir trabajando para ampliar estudios, analizar propuestas y consolidar soluciones.
Poner espejos. Soy de las que cree que la comparación es más una fuente de inspiración que de frustración. Son ideas de otro que tú puedes aplicar o descartar, en una especie de lección que aprendes con menor riesgo de error. El fútbol femenino vive siempre peleado con cuánto debe compararse con el masculino. Todo el tiempo que perdamos en mirarles es tiempo de no vernos.